«Este conjunto aumentó de precio 3 veces en 2 semanas», vendedora de El Cementerio

LA HUMANIDAD · 11 JULIO, 2015 21:44

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Maria Laura Chang | @marilachang


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Los leggins estampados y los jeans ajustados visten las caderas de los maniquíes de plástico y los ganchos que se asoman en la entrada de la Zona B del mercado municipal de La Hormiga, mejor conocido como mercado de El Cementerio. El reguetón ambienta el lugar y se entremezcla con las voces del gentío que este sábado 11 de julio decidió ir a «ver» ropa, porque para comprar ahora lo piensan dos veces. Es casi mediodía y huele a pollo en brasa, los vendedores reparten cerveza en vasos plásticos y conversan sobre su rumba del viernes. Un perro callejero olfatea la basura amontonada en una esquina y un inmigrante peruano ofrece ropa íntima colombiana al mejor precio.

Desplazarse por uno de los 8 pasillos del lugar es complicado. Los largos y estrechos corredores solo dan cabida  a dos hileras de gente. Normalmente una fila mira y la otra transita. A veces se hace cola y hay que tropezar para poder andar. Antes era más difícil abrirse paso. Los compradores cada vez son menos, según comentan los comerciantes, pero aún hay mucho movimiento.

En uno de los puesticos un hombre canoso accede a hablar con Efecto Cocuyo, no sin antes pedir que reserve su identidad y la ubicación de su local. «¿Tú ves ese leggin que está allí? En enero lo vendía en 950 bolívares, hoy está en 3.500», dice resignado. Está sentado sobre un taburete y lo rodea la ropa femenina que se repite varias veces durante el trayecto. Ese local no mide más de 2 m x 2 m.

«Todo sube como sube el dólar, porque aquí no se fabrica nada y todo lo traemos de afuera. Lo compramos en dólares» , dice el vendedor que asegura solo poder acceder a divisas del mercado negro. Su mercancía proviene de Estados Unidos y Panamá.

El comerciante calcula que vende 80% menos que en julio de 2014 y cuenta que en los 15 años que lleva en ese mercado jamás había enfrentado una situación similar. «Ahora me como todo lo gano y es porque han subido los precios de todo y han bajado las ventas» , afirma. Sin embargo, sigue allí, como el resto, esperando a que se normalice la situación. «Que yo sepa nadie se ha ido, pero si la cosa sigue como va, creo que van a empezar a bajar las santamarías», concluye.

En un puesto de ropa para niños una mujer cuarentona, bajo las mismas circunstancias que el anterior, explica que la situación es crítica. «El mes pasado nos salvo un mayorista que se llevó media tienda», comenta preocupada. Debido a la dificultad para acceder a los dólares con los que se compra la mercancía importada, en ese puesto se han bandeado con lo que queda en los depósitos. Las compras las hacen en la medida de lo posible, pero se les complica, los precios suben al son del dólar paralelo.

«Este conjunto aumentó tres veces en dos semanas. Estaba en Bs.910 la primera vez que hicimos el pedido, luego en Bs. 1.150 y ahora en Bs. 1.500. Es una locura», refiere la vendedora.

Cada mes ha ido empeorando desde enero, según señala. Han visto algo de luz en julio, porque es el mes del niño y sus artículos son los más solicitados. Sin embargo es pesimista sobre lo que pueda ocurrir. «No se le gana mucho a lo que se vende, el 30% no da para pagar los costos», explica.

Cuenta que antes recibían hasta 100 docenas de mercancía y ahora no superan las 10. Sobre la ropa hecha en Venezuela, indica que ha ido también mermando porque las fábricas no consiguen materia prima, lo que reduce a su vez la cantidad de producción y finalmente lo que les ofrecen. «Cada quien compra como puede, a la espera de que se cambien las reglas» , sentencia.

Jesús Sosa recorre el mercado vendiendo medias. Decide tomarse un café y comenta que «la cosa está dura». En enero una docena de medias tobilleras para mujer las compraba en Bs. 350 y las vendía en Bs. 500. Hoy las vende en Bs. 2.000. «En un fin de semana yo podía vender hasta 12 docenas, ahora no vendo ni cinco» , refiere. «Yo no sé a dónde vamos a parar, la plata no alcanza » ,  fulmina.

Caridad vino con su hermana a comprar, pero los precios la sorprendieron. «Yo pensaba que con diez mil podría comprar por lo menos un conjuntico, pero sólo el jean me cuesta 8.500. Mañana (domingo) vendré a comprar lo demás» , comenta.

En el mercado de El Cementerio hay alrededor de 1.600 comercios cuya mercancía proviene, en su mayoría, del exterior. Los vendedores trabajan de martes a domingo desde las 6:00 am hasta las 3:00 pm, aunque ya al mediodía empiezan a cerrar. Existe una oficina administrativa, pero sus empleados se negaron a dar información porque solo atienden al público de lunes a viernes.

 

LA HUMANIDAD · 11 JULIO, 2015

«Este conjunto aumentó de precio 3 veces en 2 semanas», vendedora de El Cementerio

Texto por Maria Laura Chang | @marilachang

Los leggins estampados y los jeans ajustados visten las caderas de los maniquíes de plástico y los ganchos que se asoman en la entrada de la Zona B del mercado municipal de La Hormiga, mejor conocido como mercado de El Cementerio. El reguetón ambienta el lugar y se entremezcla con las voces del gentío que este sábado 11 de julio decidió ir a «ver» ropa, porque para comprar ahora lo piensan dos veces. Es casi mediodía y huele a pollo en brasa, los vendedores reparten cerveza en vasos plásticos y conversan sobre su rumba del viernes. Un perro callejero olfatea la basura amontonada en una esquina y un inmigrante peruano ofrece ropa íntima colombiana al mejor precio.

Desplazarse por uno de los 8 pasillos del lugar es complicado. Los largos y estrechos corredores solo dan cabida  a dos hileras de gente. Normalmente una fila mira y la otra transita. A veces se hace cola y hay que tropezar para poder andar. Antes era más difícil abrirse paso. Los compradores cada vez son menos, según comentan los comerciantes, pero aún hay mucho movimiento.

En uno de los puesticos un hombre canoso accede a hablar con Efecto Cocuyo, no sin antes pedir que reserve su identidad y la ubicación de su local. «¿Tú ves ese leggin que está allí? En enero lo vendía en 950 bolívares, hoy está en 3.500», dice resignado. Está sentado sobre un taburete y lo rodea la ropa femenina que se repite varias veces durante el trayecto. Ese local no mide más de 2 m x 2 m.

«Todo sube como sube el dólar, porque aquí no se fabrica nada y todo lo traemos de afuera. Lo compramos en dólares» , dice el vendedor que asegura solo poder acceder a divisas del mercado negro. Su mercancía proviene de Estados Unidos y Panamá.

El comerciante calcula que vende 80% menos que en julio de 2014 y cuenta que en los 15 años que lleva en ese mercado jamás había enfrentado una situación similar. «Ahora me como todo lo gano y es porque han subido los precios de todo y han bajado las ventas» , afirma. Sin embargo, sigue allí, como el resto, esperando a que se normalice la situación. «Que yo sepa nadie se ha ido, pero si la cosa sigue como va, creo que van a empezar a bajar las santamarías», concluye.

En un puesto de ropa para niños una mujer cuarentona, bajo las mismas circunstancias que el anterior, explica que la situación es crítica. «El mes pasado nos salvo un mayorista que se llevó media tienda», comenta preocupada. Debido a la dificultad para acceder a los dólares con los que se compra la mercancía importada, en ese puesto se han bandeado con lo que queda en los depósitos. Las compras las hacen en la medida de lo posible, pero se les complica, los precios suben al son del dólar paralelo.

«Este conjunto aumentó tres veces en dos semanas. Estaba en Bs.910 la primera vez que hicimos el pedido, luego en Bs. 1.150 y ahora en Bs. 1.500. Es una locura», refiere la vendedora.

Cada mes ha ido empeorando desde enero, según señala. Han visto algo de luz en julio, porque es el mes del niño y sus artículos son los más solicitados. Sin embargo es pesimista sobre lo que pueda ocurrir. «No se le gana mucho a lo que se vende, el 30% no da para pagar los costos», explica.

Cuenta que antes recibían hasta 100 docenas de mercancía y ahora no superan las 10. Sobre la ropa hecha en Venezuela, indica que ha ido también mermando porque las fábricas no consiguen materia prima, lo que reduce a su vez la cantidad de producción y finalmente lo que les ofrecen. «Cada quien compra como puede, a la espera de que se cambien las reglas» , sentencia.

Jesús Sosa recorre el mercado vendiendo medias. Decide tomarse un café y comenta que «la cosa está dura». En enero una docena de medias tobilleras para mujer las compraba en Bs. 350 y las vendía en Bs. 500. Hoy las vende en Bs. 2.000. «En un fin de semana yo podía vender hasta 12 docenas, ahora no vendo ni cinco» , refiere. «Yo no sé a dónde vamos a parar, la plata no alcanza » ,  fulmina.

Caridad vino con su hermana a comprar, pero los precios la sorprendieron. «Yo pensaba que con diez mil podría comprar por lo menos un conjuntico, pero sólo el jean me cuesta 8.500. Mañana (domingo) vendré a comprar lo demás» , comenta.

En el mercado de El Cementerio hay alrededor de 1.600 comercios cuya mercancía proviene, en su mayoría, del exterior. Los vendedores trabajan de martes a domingo desde las 6:00 am hasta las 3:00 pm, aunque ya al mediodía empiezan a cerrar. Existe una oficina administrativa, pero sus empleados se negaron a dar información porque solo atienden al público de lunes a viernes.

 

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