Bienvenidos a «playa los túneles»…

LA HUMANIDAD · 28 JUNIO, 2020 09:23

Ver más de

Ivan Reyes | @IvanEReyes

Foto por Iván Ernesto Reyes

¿Cómo valoras esta información?

607
QUÉ CHÉVERE
42
QUÉ INDIGNANTE
16
QUÉ CHIMBO

Miguel Ángel tiene 12 años de edad. Tiene un lunar en su hombro derecho que casi se extiende hasta el pecho. Él camina con un short, unas cholas y un suéter azul. Es un niño que vive en Cotiza y visita casi todos los días los túneles Baralt, para bañarse y jugar con los otros niños que ha conocido en este lugar.

Los túneles se han convertido en una «atracción» para los niños de zonas aledañas

Este túnel está cerca de todo y a la vez es como un lugar invisible a los ojos de muchos, en el centro norte de Caracas, a mil doscientos metros del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Es una obra paralizada y abandonada se convirtió en un balneario improvisado.

La estructura, que conectaría la avenida Boyacá (Cota Mil) con la autopista Caracas-La Guaira sería el túnel carretero más largo de Venezuela y, para 2015, ya se había excavado un kilómetro del mismo. Sin embargo, la construcción se detuvo y no se retomó por completo a pesar de que Nicolás Maduro ordenó el reinicio de los trabajos en 2017.

Ahora, tres años después, a las afueras de las dos galerías de este túnel hay rocas, piezas metálicas oxidadas, un camino de tierra y una especie de piscina que se nutre con el agua que sale de la galería derecha del túnel.  Le apodan «Playa los túneles» y, a diario, acuden personas a lavar ropa y vehículos. También llegan personas para bañarse y «pasar un rato diferente» en medio de la cuarentena que busca evitar la propagación de la COVID-19 en Venezuela.

Miguel Ángel conoce los caminos de «Playa los túneles»

«¡Aquí viene Messi!», grita con desparpajo el niño de 12 años, antes de lanzarse un clavado a la «piscina» que está al lado derecho del túnel. El agua, que es entre verde y gris, ve cómo se rompe su quietud cuando Miguel Ángel cae con fuerza casi de cabeza.

«Tienes que cerrar bien los ojos y la boca para que no se te meta el agua», dice el niño con voz pausada.

Miguel Ángel se sumerge de cabeza y sin miedo

A la zona de los túneles acuden cientos de personas a diario. Las fallas en la distribución del agua en Caracas han hecho de este punto uno apetecible entre vecinos de la zona centro norte de la capital.

A ellos acuden vecinos de Cotiza, La Esperanza, El Cardón, El Retiro, Mecedores y Las Terrazas, entre otros.

Desde temprano se observan personas recolectando agua y lavando en los alrededores del túnel

Algunos van a lavar ropa, otros buscan lavar sus vehículos. Otras personas llegan para recolectar agua y marcharse, y las más atrevidas se bañan en este lugar. El agua que sale del túnel proviene del Ávila. Las galerías de esta construcción atraviesan parte de la montaña y constantemente hay agua cayendo hacia los túneles. Por la gravedad, esa agua sale de la estructura, llena dos piscinas a las afueras del túnel y sigue su curso en bajada.

Miguel Ángel reposa en una de las barandas que está previo a la piscina donde se bañan las personas

«Todos los caminos tienen un secreto. La idea es conocerlos todos y saber moverse, eso me decía mi abuela», cuenta Miguel Ángel mientras camina por uno de los bordes superiores del túnel. Desde acá, a una altura considerable, se puede observar gran parte de Caracas. También se ve el lugar donde se bañan las personas y el estado de abandono de una estructura ambiciosa que buscaba facilitar la vida de los caraqueños.

Miguel Ángel observa la ciudad. Abajo, «playa los túneles» recibe a otra persona que va a buscar agua

Abajo se queda el señor Marino. Tiene 52 años y también está en los túneles a diario. Marino vive en la calle, pero confiesa que no le gusta estar sucio pues no está acostumbrado a esta vida. «Yo vivo en la calle desde hace 6 meses. Mi familia se fue del país y yo nunca me saqué el pasaporte. Ahora por la pandemia no me puedo ir a ningún lado y me sacaron del lugar donde vivía», comenta Marino mientras raspa su ropa con un cepillo.

Aunque viva en la calle, el señor Marino quiere tener su ropa limpia

«Estoy lavando sin jabón», suelta Marino de repente. Ante la expresión de sorpresa que demuestran los extraños,  el hombre reitera. «En serio, estoy lavando sin jabón»; resulta que, cerca del túnel, hay árboles del género sapindus. Estas plantas producen unas nueces que se usan como alternativa a los detergentes químicos; Marino aprovecha el fruto del Sapindus saponaria para hacer su jabón artesanal y lavar la ropa, e incluso, bañarse.

El señor Marino no puede comprar detergente, entonces decidió utilizar jabón natural

«Yo soy de Mérida y tengo una casa allá, pero no tengo forma de moverme y para estar solo allá prefiero estar aquí en Caracas. No me gusta estar sucio y hasta hace no mucho hacía ejercicio», comenta Marino poco antes de lanzarse de cabeza a «playa los túneles».

Como si de una piscina profunda se tratara, el señor Marino se lanza de cabeza hacia el agua

Un lugar con mucha concurrencia

A «playa los túneles» acuden niños, adolescentes y adultos. Normalmente los chamos llegan al lugar para bañarse y pasar un buen rato entre amigos. Mientras tanto, los adultos lavan ropa, recolectan agua y también asean vehículos.

El señor Omar lava su carro en las afueras del túnel Baralt

«Yo vengo una vez por semana con el carrito, me traigo los potes de agua y cargo lo que necesito para la casa. Luego aprovecho para lavar el carro y que por lo menos se vea limpio», comenta entre risas el señor Omar. «Bueno, ya que nos cerraron La Guaira, tenemos este lugar para darnos un bañito», completa otra persona.

Mientras Omar lava el carro, otras personas ponen a secar la ropa al sol

Pero sin duda, son los más jóvenes quienes disfrutan más de este lugar enclavado en el Ávila. Maikol, Yesuá, Daniel, Jessica y Yolner son algunos de los chamos que acuden a «playa los túneles» para nadar, jugar y hasta hacer competencias de clavados.

Yesuá se lanza en plan bomba al agua. Los demás niños le siguen el paso

Los más grandes se atreven a hacer clavados desde mayor distancia

Daniel hace un salto mortal ante la mirada de sus amigos

En la entrada de la galería derecha del túnel Baralt hay una especie de columpio improvisado. Es una viga vertical que se conecta con otra viga horizontal en el techo del túnel. Abajo le instalaron un palo de madera para que las personas pudieran guindarse con facilidad y balancearse de un lado a otro.

El columpio es otra de las «atracciones» de «Playa los túneles»

El agua de «playa los túneles» cambia de color conforme las  personas se mueven en ella. Cuando está quieta, el agua tiene un tono verdoso claro; cuando se empieza a agitar, cambia a verde oscuro con algo de gris y cuando ya el agua está sumamente agitada se pone gris oscura, casi negra.

Cuando el agua está quieta puede verse de un tono verdoso y hasta transparente

Agitada, el agua se pone muy oscura

«¡Alborotaron la sika!», grita Jessica. «Cierren bien los ojos, no hundan tanto la cabeza», dice Daniel. Pero, ¿qué es la sika de la que habla Jessica? Sika es una marca de impermeabilizantes que se usa para construcciones. Los impermeabilizantes o hidrófugos son compuestos químicos empleados en el revestimiento de objetos y estructuras que deben permanecer secas. Hay impermeabilizantes de origen natural como el aceite de ricino y hay de origen sintético, como el petróleo.

Aunque los niños saben que puede haber algo dañino en el agua, siguen jugando en ella como si fuera una playa

Entonces, el piso de «Playa los túneles», que varía de profundidad entre un metro y medio y un metro, tiene tierra, cemento e impermeabilizante. Esto los saben quienes acuden al lugar con frecuencia, pero no pareciera tener importancia para ellos que estos productos no son aptos para el consumo humano. La señora Maritza llegó al túnel por primera vez para lavar la ropa y cargar agua. Poco antes de retirarse soltó una pregunta al aire que fue respondida por uno de los muchachos que acude a diario a la zona del túnel:

—¿Esta agua se puede tomar?

—Bueno, yo me la tomo después de hervirla

—Me da miedo por eso que dicen que el agua tiene sika

—Ah, sí. Luego de hervirla, la dejas un rato y en el fondo de la olla queda el polvillo blanco

Por esta razón Miguel Ángel insistía en la importancia de cerrar bien los ojos y la boca cuando te sumerges en «playa los túneles», porque él y casi todos los niños que se bañan ahí, saben que hay algo a lo que le dicen «sika» y saben que puede ser dañino para la salud.

Si quieres saber más sobre este tema, lee también:

LA HUMANIDAD · 28 JUNIO, 2020

Bienvenidos a «playa los túneles»…

Texto por Ivan Reyes | @IvanEReyes
Foto por Iván Ernesto Reyes

Miguel Ángel tiene 12 años de edad. Tiene un lunar en su hombro derecho que casi se extiende hasta el pecho. Él camina con un short, unas cholas y un suéter azul. Es un niño que vive en Cotiza y visita casi todos los días los túneles Baralt, para bañarse y jugar con los otros niños que ha conocido en este lugar.

Los túneles se han convertido en una «atracción» para los niños de zonas aledañas

Este túnel está cerca de todo y a la vez es como un lugar invisible a los ojos de muchos, en el centro norte de Caracas, a mil doscientos metros del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ). Es una obra paralizada y abandonada se convirtió en un balneario improvisado.

La estructura, que conectaría la avenida Boyacá (Cota Mil) con la autopista Caracas-La Guaira sería el túnel carretero más largo de Venezuela y, para 2015, ya se había excavado un kilómetro del mismo. Sin embargo, la construcción se detuvo y no se retomó por completo a pesar de que Nicolás Maduro ordenó el reinicio de los trabajos en 2017.

Ahora, tres años después, a las afueras de las dos galerías de este túnel hay rocas, piezas metálicas oxidadas, un camino de tierra y una especie de piscina que se nutre con el agua que sale de la galería derecha del túnel.  Le apodan «Playa los túneles» y, a diario, acuden personas a lavar ropa y vehículos. También llegan personas para bañarse y «pasar un rato diferente» en medio de la cuarentena que busca evitar la propagación de la COVID-19 en Venezuela.

Miguel Ángel conoce los caminos de «Playa los túneles»

«¡Aquí viene Messi!», grita con desparpajo el niño de 12 años, antes de lanzarse un clavado a la «piscina» que está al lado derecho del túnel. El agua, que es entre verde y gris, ve cómo se rompe su quietud cuando Miguel Ángel cae con fuerza casi de cabeza.

«Tienes que cerrar bien los ojos y la boca para que no se te meta el agua», dice el niño con voz pausada.

Miguel Ángel se sumerge de cabeza y sin miedo

A la zona de los túneles acuden cientos de personas a diario. Las fallas en la distribución del agua en Caracas han hecho de este punto uno apetecible entre vecinos de la zona centro norte de la capital.

A ellos acuden vecinos de Cotiza, La Esperanza, El Cardón, El Retiro, Mecedores y Las Terrazas, entre otros.

Desde temprano se observan personas recolectando agua y lavando en los alrededores del túnel

Algunos van a lavar ropa, otros buscan lavar sus vehículos. Otras personas llegan para recolectar agua y marcharse, y las más atrevidas se bañan en este lugar. El agua que sale del túnel proviene del Ávila. Las galerías de esta construcción atraviesan parte de la montaña y constantemente hay agua cayendo hacia los túneles. Por la gravedad, esa agua sale de la estructura, llena dos piscinas a las afueras del túnel y sigue su curso en bajada.

Miguel Ángel reposa en una de las barandas que está previo a la piscina donde se bañan las personas

«Todos los caminos tienen un secreto. La idea es conocerlos todos y saber moverse, eso me decía mi abuela», cuenta Miguel Ángel mientras camina por uno de los bordes superiores del túnel. Desde acá, a una altura considerable, se puede observar gran parte de Caracas. También se ve el lugar donde se bañan las personas y el estado de abandono de una estructura ambiciosa que buscaba facilitar la vida de los caraqueños.

Miguel Ángel observa la ciudad. Abajo, «playa los túneles» recibe a otra persona que va a buscar agua

Abajo se queda el señor Marino. Tiene 52 años y también está en los túneles a diario. Marino vive en la calle, pero confiesa que no le gusta estar sucio pues no está acostumbrado a esta vida. «Yo vivo en la calle desde hace 6 meses. Mi familia se fue del país y yo nunca me saqué el pasaporte. Ahora por la pandemia no me puedo ir a ningún lado y me sacaron del lugar donde vivía», comenta Marino mientras raspa su ropa con un cepillo.

Aunque viva en la calle, el señor Marino quiere tener su ropa limpia

«Estoy lavando sin jabón», suelta Marino de repente. Ante la expresión de sorpresa que demuestran los extraños,  el hombre reitera. «En serio, estoy lavando sin jabón»; resulta que, cerca del túnel, hay árboles del género sapindus. Estas plantas producen unas nueces que se usan como alternativa a los detergentes químicos; Marino aprovecha el fruto del Sapindus saponaria para hacer su jabón artesanal y lavar la ropa, e incluso, bañarse.

El señor Marino no puede comprar detergente, entonces decidió utilizar jabón natural

«Yo soy de Mérida y tengo una casa allá, pero no tengo forma de moverme y para estar solo allá prefiero estar aquí en Caracas. No me gusta estar sucio y hasta hace no mucho hacía ejercicio», comenta Marino poco antes de lanzarse de cabeza a «playa los túneles».

Como si de una piscina profunda se tratara, el señor Marino se lanza de cabeza hacia el agua

Un lugar con mucha concurrencia

A «playa los túneles» acuden niños, adolescentes y adultos. Normalmente los chamos llegan al lugar para bañarse y pasar un buen rato entre amigos. Mientras tanto, los adultos lavan ropa, recolectan agua y también asean vehículos.

El señor Omar lava su carro en las afueras del túnel Baralt

«Yo vengo una vez por semana con el carrito, me traigo los potes de agua y cargo lo que necesito para la casa. Luego aprovecho para lavar el carro y que por lo menos se vea limpio», comenta entre risas el señor Omar. «Bueno, ya que nos cerraron La Guaira, tenemos este lugar para darnos un bañito», completa otra persona.

Mientras Omar lava el carro, otras personas ponen a secar la ropa al sol

Pero sin duda, son los más jóvenes quienes disfrutan más de este lugar enclavado en el Ávila. Maikol, Yesuá, Daniel, Jessica y Yolner son algunos de los chamos que acuden a «playa los túneles» para nadar, jugar y hasta hacer competencias de clavados.

Yesuá se lanza en plan bomba al agua. Los demás niños le siguen el paso

Los más grandes se atreven a hacer clavados desde mayor distancia

Daniel hace un salto mortal ante la mirada de sus amigos

En la entrada de la galería derecha del túnel Baralt hay una especie de columpio improvisado. Es una viga vertical que se conecta con otra viga horizontal en el techo del túnel. Abajo le instalaron un palo de madera para que las personas pudieran guindarse con facilidad y balancearse de un lado a otro.

El columpio es otra de las «atracciones» de «Playa los túneles»

El agua de «playa los túneles» cambia de color conforme las  personas se mueven en ella. Cuando está quieta, el agua tiene un tono verdoso claro; cuando se empieza a agitar, cambia a verde oscuro con algo de gris y cuando ya el agua está sumamente agitada se pone gris oscura, casi negra.

Cuando el agua está quieta puede verse de un tono verdoso y hasta transparente

Agitada, el agua se pone muy oscura

«¡Alborotaron la sika!», grita Jessica. «Cierren bien los ojos, no hundan tanto la cabeza», dice Daniel. Pero, ¿qué es la sika de la que habla Jessica? Sika es una marca de impermeabilizantes que se usa para construcciones. Los impermeabilizantes o hidrófugos son compuestos químicos empleados en el revestimiento de objetos y estructuras que deben permanecer secas. Hay impermeabilizantes de origen natural como el aceite de ricino y hay de origen sintético, como el petróleo.

Aunque los niños saben que puede haber algo dañino en el agua, siguen jugando en ella como si fuera una playa

Entonces, el piso de «Playa los túneles», que varía de profundidad entre un metro y medio y un metro, tiene tierra, cemento e impermeabilizante. Esto los saben quienes acuden al lugar con frecuencia, pero no pareciera tener importancia para ellos que estos productos no son aptos para el consumo humano. La señora Maritza llegó al túnel por primera vez para lavar la ropa y cargar agua. Poco antes de retirarse soltó una pregunta al aire que fue respondida por uno de los muchachos que acude a diario a la zona del túnel:

—¿Esta agua se puede tomar?

—Bueno, yo me la tomo después de hervirla

—Me da miedo por eso que dicen que el agua tiene sika

—Ah, sí. Luego de hervirla, la dejas un rato y en el fondo de la olla queda el polvillo blanco

Por esta razón Miguel Ángel insistía en la importancia de cerrar bien los ojos y la boca cuando te sumerges en «playa los túneles», porque él y casi todos los niños que se bañan ahí, saben que hay algo a lo que le dicen «sika» y saben que puede ser dañino para la salud.