El número de fallecidos sólo en Turquía por los devastadores terremotos del lunes asciende ya a 20.937, mientras que los heridos superan los 102.000, según el último recuento oficial.
Pese a que los rescatistas siguen trabajando, en las últimas 24 horas sólo se han hallado con vida a 67 personas, según explicó el vicepresidente turco Fuat Oktay.
En algunas zonas los trabajos de salvamento ya se han suspendido y las excavadoras han comenzado a quitar los cascotes para buscar cadáveres.
En la zona afectada en suelo turco vivían más de 13 millones de personas en 10 provincias y se teme que miles de víctimas se encuentren bajo los escombros.
Masallah Çiçek, una mujer de 55 años, fue rescatada con vida la madrugada del sábado de entre las ruinas de su apartamento en Diyarbakir, cuando se cumplían 122 horas del terremoto que sacudió el lunes diez provincias del sureste del país.
Las televisiones turcas también retransmitieron en directo otro rescate a primera hora de la mañana, cuando una mujer de 70 años fue liberada con vida de entre los escombros de un edificio derrumbado en Kahramanmaras, 121 horas después del terremoto.
Entre los supervivientes la situación es muy complicada: un millón de personas se han quedado sin hogar -según datos oficiales- en una amplia zona del sureste de Turquía que abarca diez provincias y que es mayor que la superficie de un país como Portugal.
A la falta de vivienda se unen las dificultades con los servicios más básicos de agua, electricidad y calefacción. Muchos hospitales han resultado dañados y los que siguen funcionando están al límite por el alto número de heridos. También existen problemas con internet y con la comunicación telefónica.
Algunos médicos han alertado ya del riesgo de epidemias si las condiciones de salubridad no mejoran y si la población no tiene acceso a agua, a productos de higiene y a atención médica básica para hacer frente a ciertas enfermedades infecciosas.
A la pérdida del hogar y de casi todas las pertenencias se unen unas duras condiciones invernales que complican la situación humanitaria.
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El número de fallecidos sólo en Turquía por los devastadores terremotos del lunes asciende ya a 20.937, mientras que los heridos superan los 102.000, según el último recuento oficial.
Pese a que los rescatistas siguen trabajando, en las últimas 24 horas sólo se han hallado con vida a 67 personas, según explicó el vicepresidente turco Fuat Oktay.
En algunas zonas los trabajos de salvamento ya se han suspendido y las excavadoras han comenzado a quitar los cascotes para buscar cadáveres.
En la zona afectada en suelo turco vivían más de 13 millones de personas en 10 provincias y se teme que miles de víctimas se encuentren bajo los escombros.
Masallah Çiçek, una mujer de 55 años, fue rescatada con vida la madrugada del sábado de entre las ruinas de su apartamento en Diyarbakir, cuando se cumplían 122 horas del terremoto que sacudió el lunes diez provincias del sureste del país.
Las televisiones turcas también retransmitieron en directo otro rescate a primera hora de la mañana, cuando una mujer de 70 años fue liberada con vida de entre los escombros de un edificio derrumbado en Kahramanmaras, 121 horas después del terremoto.
Entre los supervivientes la situación es muy complicada: un millón de personas se han quedado sin hogar -según datos oficiales- en una amplia zona del sureste de Turquía que abarca diez provincias y que es mayor que la superficie de un país como Portugal.
A la falta de vivienda se unen las dificultades con los servicios más básicos de agua, electricidad y calefacción. Muchos hospitales han resultado dañados y los que siguen funcionando están al límite por el alto número de heridos. También existen problemas con internet y con la comunicación telefónica.
Algunos médicos han alertado ya del riesgo de epidemias si las condiciones de salubridad no mejoran y si la población no tiene acceso a agua, a productos de higiene y a atención médica básica para hacer frente a ciertas enfermedades infecciosas.
A la pérdida del hogar y de casi todas las pertenencias se unen unas duras condiciones invernales que complican la situación humanitaria.