Escenario de múltiples episodios de tensión en el largo contencioso entre La Habana y Washington, el imponente edificio de la Sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba recuperará mañana el rango de embajada, máximo símbolo de los nuevos tiempos de reconciliación de dos antiguos enemigos.

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Al contrario que Cuba, que celebrará el lunes en Washington una ceremonia formal de apertura de su embajada, EEUU no ha organizado para el 20 de julio ningún acto oficial en tan emblemática jornada: no se izará la bandera ni se instalará la nueva placa oficial hasta la visita del secretario de Estado, John Kerry, cuya fecha no se ha precisado.

Levantado sobre la emblemática avenida del Malecón habanero, mirando al vecino del norte, el edificio fue construido en 1953 para albergar la embajada estadounidense, en aquel momento la del mayor aliado de la isla, gobernada por Fulgencio Batista.

La bandera de EEUU fue retirada en enero de 1961, cuando su entonces presidente, Dwight D. Eisenhower, rompió relaciones diplomáticas con Cuba en respuesta a las expropiaciones del Gobierno revolucionario de Fidel Castro.

No fue hasta septiembre de 1977, tras la llegada a la Casa Blanca de Jimmy Carter, el único expresidente estadounidense que ha visita la Cuba revolucionaria, que se abrió en la Sección de Intereses de EEUU en la isla, al amparo de la misión diplomática suiza.

Como jefe de la oficina se designó a Lyle Franklin Lane, relevado dos años después por Wayne Smith, diplomático que desde hace años se muestra a favor del restablecimiento de relaciones ahora en marcha.

Inicialmente la sección estadounidense, que desarrollaba fundamentalmente servicios consulares, contó con un total de diez funcionarios del Departamento de Estado, más un destacamento de marines para velar por su seguridad, aunque en la actualidad su personal ronda las 360 personas, entre estadounidenses y cubanos.

Más de una vez la instalación ha sido escenario de desencuentros, como el éxodo marítimo por el puerto cubano de Mariel que en 1980, con Carter aún en la presidencia, llevó en oleada a unos 25.000 cubanos a las costas de la Florida.

Pasados casi veinte años, en 1999, el caso del balserito cubano Elián González provocó un agrio contencioso entre La Habana y Washington, y en medio del enfrentamiento por su repatriación a la isla, el presidente cubano ordenó levantar una tribuna permanente en la explanada que queda justo enfrente a la Sección norteamericana.

A partir de ese momento, la denominada “Tribuna Antimperialista José Martí” fue el escenario de la batalla verbal y de una serie de manifestaciones para reclamar la devolución del niño cubano a su padre y tras su regreso en junio de 2000.

Seis años después, la Sección de Intereses comenzó a emitir noticias, artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos y mensajes políticos desde unos gigantescos paneles instalados en lo alto de la fachada de su sede y el episodio reavivó las acusaciones cubanas de que se promovían actividades subversivas contra la isla.

La respuesta del Gobierno cubano fue la creación de 138 gigantescos mástiles en los que se izaron banderas negras con una estrella blanca en el centro en homenaje a las víctimas cubanas del terrorismo, una por cada año de lucha contra el “imperio”, desde 1868, según la explicación oficial.

Y aunque la Sección de Intereses estadounidense apagó la pantalla electrónica en 2009, el llamado “Monte de las banderas” ha permanecido en el lugar -aunque hace tiempo que no se izan banderas negras- junto a un gran “Patria o Muerte. Venceremos”.

Desde este edificio rectangular acristalado de seis plantas y de estilo modernista, enclavado cerca del centro del barrio residencial El Vedado, se divisan otras zonas de la capital cubana, incluido el antiguo castillo de “El Morro”, símbolo de la ciudad.

El diseño y construcción fue obra de los arquitectos de EEUU Max Abramovitz (1908-2004) y Wallace Harrison (1895-1981), a semejanza del Lincoln Center y la sede de la ONU en Nueva York.

En La Habana, la envergadura del edificio solo la supera la imponente construcción de la sede diplomática de Rusia, aunque no lo hace en cantidad de custodios, vigilancia policial y la multitud de personas que acuden a sus dependencias a diario.

Según datos de la oficina norteamericana, durante el año fiscal 2014, 37.149 cubanos recibieron visados para realizar visitas temporales a EEUU y a otros 20.552 se le otorgó la de inmigrante.

La afluencia de público ha estimulado incluso la iniciativa privada en sus alrededores, con pequeños negocios que ofrecen desde alojamiento a los que vienen de otras provincias hasta gastronomía y asesoramiento para cumplimentar la documentación requerida.

Por Raquel Martori  (EFE)

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