El papa Francisco nombró este sábado (28.11.2020) a 13 cardenales, nueve de los cuales podrán participar en un futuro cónclave donde se elija al sucesor del primer pontífice argentino.
De los nuevos purpurados seis son italianos, uno es mexicano, uno maltés, uno español, uno estadounidense, uno filipino, uno ruandés y uno de Brunéi. En la celebración solo participó un centenar de fieles, mientras que dos de los 13 cardenales, los dos asiáticos, asistieron de forma virtual al acto.
En la lista destacan el arzobispo de Santiago de Chile, el español radicado en ese país Celestino Aós, y el obispo emérito de San Cristóbal de las Casas (México), el mexicano Felipe Arizmedi Esquivel, quien supera los 80 años y no podrá participar en el cónclave. Francisco invitó en su homilía a los nuevos purpurados “a estar siempre vigilantes para permanecer” en el camino de Dios porque, añadió, “con los pies, con el cuerpo podemos estar con Él, pero nuestro corazón puede estar lejos y llevarnos fuera del camino”.
“Pensemos a tantas clases de corrupción en la vida sacerdotal”, observó en un momento en el que un escándalo financiero salpicó al cardenal Angelo Becciu, lo que provocó que Francisco lo destituyese de su cargo y lo privase de sus derechos cardenalicios.
“Así, por ejemplo, el rojo púrpura del hábito cardenalicio, que es el color de la sangre, se puede convertir, por el espíritu mundano, en el de una distinción eminente”, dijo Francisco. “Y tú no serás el pastor cercano si sólo escuchas la palabra eminencia (como se les llama a los cardenales). Cuando oigan sólo esto estarán fuera del camino”.
Algunos expertos estiman que los nombramientos forman parte del legado de Jorge Mario Bergoglio, de 83 años, quien escogió a cardenales que comparten su visión a favor de los pobres. La ceremonia estuvo marcada por la pandemia de coronavirus, por lo que los once nuevos cardenales presentes, con sus trajes litúrgicos rojos, se mantuvieron sentados a distancia para evitar la propagación del virus. Sin embargo, no todos ellos usaron mascarilla.
Francisco amplía por séptima vez el colegio cardenalicio, prácticamente una vez por año, para dejar su huella y trazar el surco de la iglesia que sueña, más cercana a los pobres y a los olvidados. Por ello dejó fuera a las grandes sedes episcopales, como Turín, Milán o Venecia y prefirió premiar a religiosos que han dedicado su vida a la atención de los pobres, de los migrantes, que residen en las “periferias” del mundo.
Entre las personalidades más emblemáticas de esta nueva serie de designaciones figura el primer cardenal afroamericano de la historia, el arzobispo de Washington, Wilton Gregory, originario del South Side de Chicago, conocido por sus posiciones progresistas a favor de los homosexuales.
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