Ciudad de Panamá (AFP) – Fue poco más de una hora y a puerta cerradas. Los presidentes Barack Obama y Raúl Castro hablaron en la Cumbre de las Américas en Panamá para escribir un nuevo capítulo en la historia: el último de la Guerra Fría en América Latina. Sentados en torno a una mesita de un salón anexo al Centro de Convenciones Atlapa, posaron primero bajo los reflectores. Una batería de fotógrafos y camarógrafos se arremolinaba a prudente distancia para captar cada instante. Ambos de traje oscuro y camisa blanca, los presidentes se mostraron sonrientes y relajados, guardando las formalidades del caso. Como buen cubano, Raúl Castro gesticulando al hablar. Una ráfaga de cámaras captó el momento en que se pusieron de pie y estrecharon sus manos, dejando la imagen para la posteridad. Fue el sello de su decisión anunciada el pasado 17 de diciembre de caminar hacia la reconciliación. A sus espaldas, sobre un fondo blanco, el logo que simbolizó la VII Cumbre de las Américas: dos pájaros unidos (en representación del continente americano) por una rama de olivo. Flanqueados por un puñado de altos funcionarios empezaron en privado a conversar: una plática “respetuosa”, “honesta”, “cordial” y “constructiva”, fueron los calificativos oficiales para describirla. “Fue una conversación franca y fructífera”, manifestó Obama a periodistas luego de reunirse con el mandatario cubano, poco antes de partir hacia Washington. Reconociendo que persisten diferencias sobre todo en lo relacionado con derechos humanos, el mandatario estadounidense lo calificó como un diálogo “muy directo”. “Logramos hablar honestamente sobre nuestras diferencias y nuestras preocupaciones, de manera que pienso que tenemos la posibilidad de avanzar en la relación entre nuestros dos países en una dirección diferente y mejor”, agregó. Sabedor de las enormes expectativas que genera este encuentro sin precedentes, Raúl Castro aconsejó paciencia. “Ha sido una historia complicada la de nuestros países, pero estamos dispuestos a avanzar” y a discutir de “todo”, incluso de derechos humanos, matizó. Su canciller Bruno Rodríguez dio a la prensa su evaluación de la reunión: “El intercambio se desarrolló en un ambiente respetuoso y constructivo. Fue una reunión constructiva”, subrayó. Tres décadas los separan. Raúl Castro, de 83 años, no dejó pasar ese detalle. Ni siquiera había nacido Obama cuando empezó la enconada enemistad entre Cuba y Estados Unidos, con la llegada al poder de Fidel Castro en 1959. Una mano ajada por los años apretó fuerte la mano de Obama, poco antes de entrar a la histórica reunión. Sin el carisma de su hermano, el histórico líder comunista Fidel Castro, Raúl Castro, hombre de pocas palabras, discursos leídos y enemigo de la improvisación, se permitió hasta bromear en esta Cumbre. Por primera vez, el gobierno comunista de la isla ocupa una silla en estos foros hemisféricos, que comenzaron en 1994 en Miami a instancias de Washington. Si bien Obama y Castro se habían saludado durante el funeral de Nelson Mandela en 2013, este fue el primer diálogo, en más de cinco décadas, entre un presidente cubano y uno estadounidense.]]>

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