“Llevo meses viendo cómo el virus nos arrebata miles de vidas. Quiero ayudar en un momento histórico”, expresa la odontóloga brasilera Denise Abranches. A mediados de junio, ella se convirtió en la primera persona de América Latina que participó como voluntaria en estudios experimentales de una vacuna contra la COVID-19.
Un reportaje de Salud con Lupa, con la colaboración de Alice de Souza y datos de la Agencia EFE, cuenta las experiencias de Abranches y de otros voluntarios de América Latina, que estarán bajo monitoreo al menos durante un año para evaluar los resultados de los ensayos clínicos emprendidos.
“A Denise Abranches, de 47 años, se le inoculó en el hombro izquierdo la fórmula desarrollada por la Universidad de Oxford y AstraZeneca Plc, que empezó en junio la Fase III de pruebas en miles de personas sanas en Reino Unido, Brasil y Sudáfrica para evaluar su eficacia. Su enrolamiento como voluntaria de este ensayo clínico empezó con una serie de exámenes: una prueba serológica para detectar si había contraído el virus, una de descarte de embarazo y una evaluación médica general”, indica el trabajo periodístico.
La odontóloga brasilera ha estado en la primera línea de combate contra la COVID-19, específicamente la unidad de cuidados intensivos del Hospital de Sao Paulo. Recibió su segunda dosis el 22 de agosto y no ha experimentado malestar alguno.
“Como en cualquier ensayo clínico, ellos son informados de la lista de posibles efectos secundarios, desde los más suaves hasta los más severos (como el síndrome de Guillain-Barré, que puede causar parálisis y ser fatal). A todos se les explica que los riesgos graves son de escasa probabilidad, pero los conocen”, se explica en el reportaje.
En Brasil, aproximadamente 5.000 personas han participado como voluntarios en ensayos clínicos de vacunas contra la COVID-19; la mayoría corresponde a personal sanitario directamente vinculado a la contención de la pandemia.
“El 20 de julio, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) dio luz verde a la farmacéutica china Sinovac para el inicio de las pruebas en personas sanas en el país. Además, aprobó que se realicen ensayos clínicos con el antígeno de la farmacéutica alemana Biontech junto con el grupo estadounidense Pfizer y del laboratorio alemán CureVac. A esas vacunas experimentales se sumarán la polémica Sputnik V, de Rusia, y otras dos desarrolladas por China, pero todavía están en proceso las autorizaciones en la agencia reguladora brasileña”, agrega el reportaje de Salud con lupa.
En Argentina, el periodista de 33 años de edad Ezequiel Boetti también se convirtió en voluntario para evaluar la eficacia de la vacuna de de Pfizer y Biontech.
“Soy joven y estoy sano, me parece un acto de egoísmo no ayudar”, dice Boetti, quien reconoce que también su curiosidad de periodista lo llevó a inscribirse y consiguió ser aceptado en el ensayo clínico.
Lea el reportaje completo en el siguiente enlace
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“Llevo meses viendo cómo el virus nos arrebata miles de vidas. Quiero ayudar en un momento histórico”, expresa la odontóloga brasilera Denise Abranches. A mediados de junio, ella se convirtió en la primera persona de América Latina que participó como voluntaria en estudios experimentales de una vacuna contra la COVID-19.
Un reportaje de Salud con Lupa, con la colaboración de Alice de Souza y datos de la Agencia EFE, cuenta las experiencias de Abranches y de otros voluntarios de América Latina, que estarán bajo monitoreo al menos durante un año para evaluar los resultados de los ensayos clínicos emprendidos.
“A Denise Abranches, de 47 años, se le inoculó en el hombro izquierdo la fórmula desarrollada por la Universidad de Oxford y AstraZeneca Plc, que empezó en junio la Fase III de pruebas en miles de personas sanas en Reino Unido, Brasil y Sudáfrica para evaluar su eficacia. Su enrolamiento como voluntaria de este ensayo clínico empezó con una serie de exámenes: una prueba serológica para detectar si había contraído el virus, una de descarte de embarazo y una evaluación médica general”, indica el trabajo periodístico.
La odontóloga brasilera ha estado en la primera línea de combate contra la COVID-19, específicamente la unidad de cuidados intensivos del Hospital de Sao Paulo. Recibió su segunda dosis el 22 de agosto y no ha experimentado malestar alguno.
“Como en cualquier ensayo clínico, ellos son informados de la lista de posibles efectos secundarios, desde los más suaves hasta los más severos (como el síndrome de Guillain-Barré, que puede causar parálisis y ser fatal). A todos se les explica que los riesgos graves son de escasa probabilidad, pero los conocen”, se explica en el reportaje.
En Brasil, aproximadamente 5.000 personas han participado como voluntarios en ensayos clínicos de vacunas contra la COVID-19; la mayoría corresponde a personal sanitario directamente vinculado a la contención de la pandemia.
“El 20 de julio, la Agencia Nacional de Vigilancia Sanitaria (Anvisa) dio luz verde a la farmacéutica china Sinovac para el inicio de las pruebas en personas sanas en el país. Además, aprobó que se realicen ensayos clínicos con el antígeno de la farmacéutica alemana Biontech junto con el grupo estadounidense Pfizer y del laboratorio alemán CureVac. A esas vacunas experimentales se sumarán la polémica Sputnik V, de Rusia, y otras dos desarrolladas por China, pero todavía están en proceso las autorizaciones en la agencia reguladora brasileña”, agrega el reportaje de Salud con lupa.
En Argentina, el periodista de 33 años de edad Ezequiel Boetti también se convirtió en voluntario para evaluar la eficacia de la vacuna de de Pfizer y Biontech.
“Soy joven y estoy sano, me parece un acto de egoísmo no ayudar”, dice Boetti, quien reconoce que también su curiosidad de periodista lo llevó a inscribirse y consiguió ser aceptado en el ensayo clínico.
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