Con la manga izquierda de la camisa remangada y bastón en mano, Juan Rojas salió caminando de la zona del estacionamiento del Hotel Alba Caracas la tarde de este lunes 31 de mayo, luego vacunarse contra el COVID-19.
Para lograrlo, el hombre de 78 años de edad salió a las 5:00 a.m. de su casa en San Casimiro, en el estado Aragua, a más de 90 kilómetros del centro de Caracas donde queda ubicado el hotel.
Un viaje que en vehículo particular dura una hora y media a él le tomó siete horas porque usó transporte público, que durante las semanas de cuarentena radical es aún más escaso.
El trayecto implicó que desde el pueblo de San Casimiro tuvo que agarrar lo que llaman “un carrito por puesto” que lo trasladara hasta el sector conocido como El Loro, donde queda una alcabala de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) y no se permite el paso de vehículos, por lo que forzosamente la gente debe cruzar a pie un trayecto. Luego volver a tomar un autobús para llegar a la parada donde se toman los buses que lo llevan a Cúa, en el estado Miranda.
Una vez en Cúa tomó el Ferrocarril que lo trasladó a La Rinconada y ahí un tercer autobús que lo llevara al centro de Caracas. Alrededor de las 3:00 p. m. se acercó al hotel en Caracas, antiguo Hilton y ubicado en el corazón cultural de la capital venezolana, rodeado de los principales museos del país, el Ateneo y el Teatro Teresa Carreño.
Ahí pasó una hora para que lo vacunaran.
“No me dolió nada. Es que yo tengo la parte izquierda del cuerpo paralizada porque a mí me dio una apoplejía”, dijo a Efecto Cocuyo.
Él no tuvo que mostrar carnet de la patria ni había recibido ningún mensaje de texto con la instrucción de que se acercara al lugar: “Me dijeron que estaban vacunando aquí y me vine”.

Tercer día de vacunación
Pasadas las 4:00 p. m., en la avenida México había varios carros estacionados de lado y lado y un par en una de las calles paralelas.
Una fila de personas menores de 60 años de edad se extendía en la acera desde la entrada del hotel hasta frente a uno de los accesos de la estación Bellas Artes del Metro de Caracas. Más temprano, la cola llegaba hasta la avenida Bolívar.
La mayoría se encontraban sentados en banquitos plásticos y sillas de playa, en el borde de la estatua del expresidente mexicano Lázaro Cárdenas del Río.
Algunos llevaron paraguas y sombrillas para protegerse del sol, además de agua, refrescos y algo de comer para amortiguar la espera. Algunos fueron en grupo y conversaban entre sí o revisaban sus celulares.
Otros estaban de pie y caminaban cerca de la fila o se acercaban a la entrada a la espera de alguna información certera sobre si podrían o no vacunarse, porque hasta las 4:30 p. m. de este lunes solo se habían vacunado adultos mayores de 60 años de edad y trabajadores del sector salud.

El primero en la fila era señor Mauricio, de 52 años de edad, que estaba con su esposa y dos hijos. A las 5:00 p. m. cumplió 24 horas en la cola. Aseguró que se quedaría “hasta que aquí no haya gente” y se quejó ante la falta de información clara sobre el proceso.
“Aquí salió un guardia más temprano y nos dijo: esta cola que está aquí no existe”, expresó.
Dos amigas, de 39 y 33 años de edad, se resguardaban bajo una sombrilla un poco más atrás del señor Mauricio. Llegaron a las 3:00 a. m. desde El Paraíso, al oeste de la ciudad. “Hace falta mucha más organización. Que digan claramente qué número de personas van a vacunar por día”, dijo una de ellas.
Explicaron que ellas decidieron acudir Alba Caracas porque unos vecinos de El Paraíso habían logrado vacunarse ahí el domingo 30 de mayo en horas de la tarde.
“Primero nos dijeron que si nos iban a vacunar pero que la prioridad eran los mayores de 60 años. Luego los militares nos dijeron que no nos iban a vacunar y después la PNB (Policía Nacional Bolivariana) nos dijo que nos quedáramos pero que no hiciéramos mucho ruido”, declaró la más joven.

A medida que avanzaba la tarde bajó el sol y el cielo comenzó a nublarse, entonces la mayoría cerró sus paraguas. La brisa tumbaba de los árboles unas pequeñas flores amarillas. Un grupo de personas aguardaba cerca de la reja esperando a personas que habían venido a acompañar.
Por la reja, luego de vacunarse, también salió la médica jubilada Carmen Yanes de 69 años de edad. Ella, que vive la parroquia Altagracia, explicó que había estado ahí el domingo, pero como se tardaron en comenzar decidió irse.
“Llegué como a las 2:00 p. m. esperé una hora y media afuera y luego adentro como una hora”, dijo y explicó que hizo la fila del personal de salud. No fue convocada por mensaje de texto ni le pidieron el carnet de la patria.
Uno de los últimos en la fila este lunes era Diego Becerra de 36 años, que vive en Sebucán. Contó que el día anterior había ido a dos ambulatorios en Santa Cecilia y el municipio Chacao donde les dijeron que estaban vacunando, pero estaban cerrados.
Dijo que llegó al Alba como mediodía junto con su familia. Su mamá hizo la fila de las personas de la tercera edad y logró vacunarse. Su novia y su cuñada, miembros del personal sanitario, también lo lograron.
“Solo falto yo. Me voy a quedar un rato más”, expresó.