Oscar Navarrete lleva prácticamente un año hospitalizado en un centro de salud de la Gran Caracas; sus 19 años de edad los celebró entre pacientes, doctores, enfermeras, camillas y ambulancias. “Mi hijo está mucho mejor, había quedado en vida vegetal y ya está dando pasos. Claro, hay que ayudarlo a caminar porque aún está muy inseguro y su cuerpo sigue rígido”, cuenta Carmen Ruíz, mamá de Oscar.
Carmen está convencida de que “tiene que valer la pena el sacrificio de esos muchachos que dieron su vida en las protestas y también quienes resultaron heridos y que hoy siguen luchando. Yo tengo fe, tengo esperanza de que saldremos de esta tormenta”.
“A Oscar le falta mucho, pero doy gracias a Dios todos los días por su recuperación. Hace meses no sostenía el cuello, ya lo hace. Aunque le falta recuperar 16 kilos para alcanzar su peso normal, se ha ido reponiendo. Actualmente pesa 43. También ha crecido unos centímetros, ya mide 1 metro 70. Con la ayuda de los especialistas, ya habla más claramente”, detalla.
Oscar fue herido en el sector Altamira, Caracas, el 18 de mayo de 2017, cuando participaba en las protestas antigubernamentales que se llevaron a cabo en Venezuela entre abril y la primera quincena de agosto de dicho año.
El joven recibió un impacto de bomba lacrimógena en el costado izquierdo que lo llevó a perder sus signos vitales en dos oportunidades y a permanecer en estado de coma varios meses.
El joven cursaba quinto año de bachillerato en el liceo Manuel Fombona, en Guarenas, estado Miranda.
Aunque está recuperándose paulatinamente, la evolución del muchacho choca con el progresivo deterioro de la economía venezolana, lo que golpea a la familia.
El jueves 22 de marzo, Carmen contó a Efecto Cocuyo que durante esa semana se le durmió una parte del rostro. “Le dije a la doctora lo que me estaba pasando; me chequearon y me dijeron que eran los niveles de estrés. Se me inflamó el hombro izquierdo y parte del cuello. Los doctores del hospital me mandaron rehabilitación y ahora estoy en eso. Gracias a Dios que las rehabilitaciones no las pago”.
Un breve inventario de los gastos frecuentes explica el estado de estrés que sufre la mamá de Oscar. “Actualmente él está necesitando tres ampollas de toxina botulínica de 200 unidades Allerganen, pero se consiguen en 600 dólares. Tiene que comer estrictamente siete veces al día. La leche me cuesta 1 millón 100 mil bolívares y la formula alimenticia me sale en 2 millones de bolívares la lata. Eso se le acaba rápido, en dos semanas hay que volverle a comprar”.
El costo de cada consulta con especialistas oscila entre 500 mil y 800 mil bolívares y por, su estado de salud, el joven requiere de dos enfermeras: una durante el día y otra durante la noche. “Está recibiendo terapia de lenguaje, terapia cognitiva, terapia de actividades de la vida diaria; necesita recibir hidroterapia; usa vendas neuromusculares que se las tienen que cambiar cada cuatro días y cuestan 5 millones de bolívares. Tenemos que comprar hielo diariamente, y eso es un gasto fijo de 150 mil bolívares”.
Para poder comprar las ampollas, Carmen y su familia han organizado una rifa cuyo sorteo se llevará a cabo a finales de marzo. Confiesa, con un poco de pena, que le ha tocado pedir dinero a personas particulares, a artistas, a través de las redes sociales.
“Hemos salido de cosas personales. Tuvimos que vender la camioneta de pasajeros de mi esposo, que era una fuente de ingresos para la familia. Decidimos venderla y eso nos ha ayudado con los gastos”, cuenta después de una respiración profunda.
Pero también tuvieron que ofrecer a la venta la nevera y la cocina, también plátanos, pedir infructuosamente ayuda a la Gobernación de Anzoátegui -donde vive la familia-, solicitar ayuda a los diputados de la Asamblea Nacional.
“Este año ha sido muy fuerte por la hiperinflación, que ya yo no sé ni cómo llamarla, porque para mí es la mega hiperinflación… Esto de verdad no tiene nombre. Cuando comenzamos el tratamiento con las ampollas, eran costosas, pero uno las podía comprar. Ahora, no”, explica y agrega: “Mis papás, que viven en Guarenas (Miranda), venían a Caracas a acompañarnos y a traernos comida. Ya no pueden venir porque todo está sumamente costoso y, además, no hay efectivo para pagar los pasajes”.
A Oscar deben llevarlo permanentemente a consultas con los especialistas. “Eso es otro gasto. El miércoles tuvimos que pagar 800 mil bolívares solo para poderlo trasladar desde el hospital hasta el lugar de la consulta. Ya no sabemos cómo llevarlo”.
“Él necesita salir del hospital, porque encerrado ahí se deprime, pero ¿cómo lo sacamos? Una carrerita para Guarenas nos cuesta 1 millón 200 mil bolívares, solo de ida. Ha sido muy duro todo lo que hemos vivido. En vez de llevarlo a Guarenas preferimos comprar medio cartón de huevos, un kilo de harina de maíz o un kilo de arroz”.
Carmen no se queda mirando solo su situación, lanza la mirada un poco más allá. “Yo no sé qué le pasa a la gente. Existe un descontento nacional, pero no pasa nada. Es muy duro todo: muerte de niños por desnutrición, muerte de pacientes con diabetes por falta de medicamentos, pacientes hipertensos que no pueden comprar sus pastillas, familias separadas porque sus hijos se van del país, personas que se desmayan en los hospitales porque no tienen ni una arepita para comer, profesionales de la medicina que renuncian porque el sueldo no les alcanza para vivir, gente que busca comida en la basura”.
¿Justicia? Carmen no tiene mucho que decir al respecto. “Los abogados del Foro Penal están llevando el caso de Oscar, pero hasta ahora no ha habido justicia. Las autoridades no nos dicen nada, no han hecho nada. ¿Los responsables? Los responsables son esos asesinos que no sé de dónde salieron. Esos supuestos funcionarios policiales son los responsables”.
La dificultad no es una novedad para la familia de Oscar Navarrete. “Venimos de Vargas, donde perdimos todo en la tragedia. Y salimos adelante. Y ahora, con el favor de Dios, vamos a volver a salir adelante”. En diciembre de 1999, cuando Oscar Navarrete apenas iba a cumplir un año de nacido, el deslave golpeó fuerte a su familia. Vivían en Caraballeda (Vargas) y el agua les quitó todo.
En la actualidad, a pesar de las dificultades que enfrenta a diario Carmen, Oscar y su familia, la mujer afirma estar contenta por la recuperación de su hijo y agradecida con todas las personas que han orado por él.
“Lo que más deseo, lo que espero es que mi hijo vuelva a ser el mismo de antes, que camine, que estudie. Y sé que él, con la ayuda de Dios, lo puede lograr porque está poniendo mucho empeño en su rehabilitación. Todo lo que los especialistas le dicen que haga lo hace, él tiene ganas de vivir. Y si en algún momento Oscar debe salir de este maravilloso país, para conseguir su recuperación, tendremos que salir”.
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Oscar Navarrete lleva prácticamente un año hospitalizado en un centro de salud de la Gran Caracas; sus 19 años de edad los celebró entre pacientes, doctores, enfermeras, camillas y ambulancias. “Mi hijo está mucho mejor, había quedado en vida vegetal y ya está dando pasos. Claro, hay que ayudarlo a caminar porque aún está muy inseguro y su cuerpo sigue rígido”, cuenta Carmen Ruíz, mamá de Oscar.
Carmen está convencida de que “tiene que valer la pena el sacrificio de esos muchachos que dieron su vida en las protestas y también quienes resultaron heridos y que hoy siguen luchando. Yo tengo fe, tengo esperanza de que saldremos de esta tormenta”.
“A Oscar le falta mucho, pero doy gracias a Dios todos los días por su recuperación. Hace meses no sostenía el cuello, ya lo hace. Aunque le falta recuperar 16 kilos para alcanzar su peso normal, se ha ido reponiendo. Actualmente pesa 43. También ha crecido unos centímetros, ya mide 1 metro 70. Con la ayuda de los especialistas, ya habla más claramente”, detalla.
Oscar fue herido en el sector Altamira, Caracas, el 18 de mayo de 2017, cuando participaba en las protestas antigubernamentales que se llevaron a cabo en Venezuela entre abril y la primera quincena de agosto de dicho año.
El joven recibió un impacto de bomba lacrimógena en el costado izquierdo que lo llevó a perder sus signos vitales en dos oportunidades y a permanecer en estado de coma varios meses.
El joven cursaba quinto año de bachillerato en el liceo Manuel Fombona, en Guarenas, estado Miranda.
Aunque está recuperándose paulatinamente, la evolución del muchacho choca con el progresivo deterioro de la economía venezolana, lo que golpea a la familia.
El jueves 22 de marzo, Carmen contó a Efecto Cocuyo que durante esa semana se le durmió una parte del rostro. “Le dije a la doctora lo que me estaba pasando; me chequearon y me dijeron que eran los niveles de estrés. Se me inflamó el hombro izquierdo y parte del cuello. Los doctores del hospital me mandaron rehabilitación y ahora estoy en eso. Gracias a Dios que las rehabilitaciones no las pago”.
Un breve inventario de los gastos frecuentes explica el estado de estrés que sufre la mamá de Oscar. “Actualmente él está necesitando tres ampollas de toxina botulínica de 200 unidades Allerganen, pero se consiguen en 600 dólares. Tiene que comer estrictamente siete veces al día. La leche me cuesta 1 millón 100 mil bolívares y la formula alimenticia me sale en 2 millones de bolívares la lata. Eso se le acaba rápido, en dos semanas hay que volverle a comprar”.
El costo de cada consulta con especialistas oscila entre 500 mil y 800 mil bolívares y por, su estado de salud, el joven requiere de dos enfermeras: una durante el día y otra durante la noche. “Está recibiendo terapia de lenguaje, terapia cognitiva, terapia de actividades de la vida diaria; necesita recibir hidroterapia; usa vendas neuromusculares que se las tienen que cambiar cada cuatro días y cuestan 5 millones de bolívares. Tenemos que comprar hielo diariamente, y eso es un gasto fijo de 150 mil bolívares”.
Para poder comprar las ampollas, Carmen y su familia han organizado una rifa cuyo sorteo se llevará a cabo a finales de marzo. Confiesa, con un poco de pena, que le ha tocado pedir dinero a personas particulares, a artistas, a través de las redes sociales.
“Hemos salido de cosas personales. Tuvimos que vender la camioneta de pasajeros de mi esposo, que era una fuente de ingresos para la familia. Decidimos venderla y eso nos ha ayudado con los gastos”, cuenta después de una respiración profunda.
Pero también tuvieron que ofrecer a la venta la nevera y la cocina, también plátanos, pedir infructuosamente ayuda a la Gobernación de Anzoátegui -donde vive la familia-, solicitar ayuda a los diputados de la Asamblea Nacional.
“Este año ha sido muy fuerte por la hiperinflación, que ya yo no sé ni cómo llamarla, porque para mí es la mega hiperinflación… Esto de verdad no tiene nombre. Cuando comenzamos el tratamiento con las ampollas, eran costosas, pero uno las podía comprar. Ahora, no”, explica y agrega: “Mis papás, que viven en Guarenas (Miranda), venían a Caracas a acompañarnos y a traernos comida. Ya no pueden venir porque todo está sumamente costoso y, además, no hay efectivo para pagar los pasajes”.
A Oscar deben llevarlo permanentemente a consultas con los especialistas. “Eso es otro gasto. El miércoles tuvimos que pagar 800 mil bolívares solo para poderlo trasladar desde el hospital hasta el lugar de la consulta. Ya no sabemos cómo llevarlo”.
“Él necesita salir del hospital, porque encerrado ahí se deprime, pero ¿cómo lo sacamos? Una carrerita para Guarenas nos cuesta 1 millón 200 mil bolívares, solo de ida. Ha sido muy duro todo lo que hemos vivido. En vez de llevarlo a Guarenas preferimos comprar medio cartón de huevos, un kilo de harina de maíz o un kilo de arroz”.
Carmen no se queda mirando solo su situación, lanza la mirada un poco más allá. “Yo no sé qué le pasa a la gente. Existe un descontento nacional, pero no pasa nada. Es muy duro todo: muerte de niños por desnutrición, muerte de pacientes con diabetes por falta de medicamentos, pacientes hipertensos que no pueden comprar sus pastillas, familias separadas porque sus hijos se van del país, personas que se desmayan en los hospitales porque no tienen ni una arepita para comer, profesionales de la medicina que renuncian porque el sueldo no les alcanza para vivir, gente que busca comida en la basura”.
¿Justicia? Carmen no tiene mucho que decir al respecto. “Los abogados del Foro Penal están llevando el caso de Oscar, pero hasta ahora no ha habido justicia. Las autoridades no nos dicen nada, no han hecho nada. ¿Los responsables? Los responsables son esos asesinos que no sé de dónde salieron. Esos supuestos funcionarios policiales son los responsables”.
La dificultad no es una novedad para la familia de Oscar Navarrete. “Venimos de Vargas, donde perdimos todo en la tragedia. Y salimos adelante. Y ahora, con el favor de Dios, vamos a volver a salir adelante”. En diciembre de 1999, cuando Oscar Navarrete apenas iba a cumplir un año de nacido, el deslave golpeó fuerte a su familia. Vivían en Caraballeda (Vargas) y el agua les quitó todo.
En la actualidad, a pesar de las dificultades que enfrenta a diario Carmen, Oscar y su familia, la mujer afirma estar contenta por la recuperación de su hijo y agradecida con todas las personas que han orado por él.
“Lo que más deseo, lo que espero es que mi hijo vuelva a ser el mismo de antes, que camine, que estudie. Y sé que él, con la ayuda de Dios, lo puede lograr porque está poniendo mucho empeño en su rehabilitación. Todo lo que los especialistas le dicen que haga lo hace, él tiene ganas de vivir. Y si en algún momento Oscar debe salir de este maravilloso país, para conseguir su recuperación, tendremos que salir”.