Pacientes diabéticos luchan por sobrevivir en medio de la crisis

SALUD · 16 MAYO, 2020 18:51

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Mariel Lozada | @marielozadab


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Sin gasolina y con una inflación de 80 % en abril, la vida cada vez es más complicada para los pacientes diabéticos. La insulina era cara y difícil de conseguir antes del confinamiento; ahora lo es mucho más.

Es el caso de Norma, diabética desde hace 15 años. Ahora, dice, se siente tranquila porque tiene un par de semanas de insulina asegurada. Toma Metformina, 2 gramos al día. Le cuesta conseguirlo en farmacia, especialmente la presentación de 1 gr., que es la que necesita. Hace 15 días está tomando 850 mg en la mañana y 850 en la tarde.

La pastilla que no se está tomando es la de la tensión. Además de diabética, es hipertensa y el Losartán la ayuda a mantenerse controlada. Para contrarrestar el no tomarse las medicinas como debe, dice, se cuida mucho en la alimentación y se arma de mucha paciencia. De lo contrario, sus valores pueden alterarse.

Por ser persona de riesgo, desde el inicio de la cuarentena sus hijos le pidieron quedarse en casa y ella y su esposo cumplieron: solo había salido dos veces desde el 13 de marzo y siempre para cosas puntuales y cercanas. Sin embargo, este fin de semana le toca salir a hacer mercado y buscar sus medicinas. Antes sus hijos se lo llevaban y lo dejaban en su puerta. Ella sufría por no poder abrazarlos, pero al menos los veía. Ahora ni eso: hace más de 15 días no han logrado conseguir gasolina y no han podido ir a verla.

Cuenta que en su edificio se ha formado cierto mercado de comida y medicinas, pero lo que ella necesita para su tratamiento no lo venden. Es a su hija a la que le toca dar vueltas e intentar conseguirlo al mejor precio posible, uno que usualmente ronda los 15$. La jubilación de Norma está cerca de los 2$ mensuales.

Saber cómo llevar la cuarentena le ha costado más sin observación médica. Su médico de cabecera, que le ha tratado la enfermedad desde sus inicios, hace unos 15 años, emigró del país. Antes de irse le dejo varias alternativas, pero son hasta más difíciles de conseguir que la propia Metformina. Con él conversó la adaptación a pastillas de 850 mg.

En el mercado negro compra sus medicinas el profesor Gustavo Manzo, insulinodependiente con diabetes tipo 1. Aunque no es precisamente barato, sí es más barato que comprarlo en las farmacias certificadas. En Valencia, donde vive, la diferencia podía ser de hasta 40 % menos. Pero todo cambió con el confinamiento y el cierre de fronteras: la gente no puedo pasar a Cúcuta y traer medicinas importadas.

También ha sufrido por el tema de la gasolina. Primero, es más difícil alimentarse bien, moverse y comprar lo que se necesita. Además, una organización amiga puede ayudarlo a conseguir otro lápiz, pero en Caracas. Sin gasolina no puede ir a buscarlo.

Desde Estados Unidos Miguel Guerrero, venezolano, creó una campaña en Twitter para visibilizar la situación de los pacientes diabéticos. Posteó un video explicando la situación: la emergencia humanitaria compleja, la cuarentena, la escasez de gasolina y los altos precios representan casi una sentencia de muerte para los insulinodependientes.

Un paciente con diabetes no tiene un organismo capaz de producir suficiente insulina, o usar con eficacia la que produce. Es decir, la glucosa de los alimentos que consume no puede pasar a las células del organismo ni convertirse así en energía. Cuando el nivel de azúcar en la sangre está muy alto (hiperglicemia) o muy bajo (hipoglucemia), los pacientes pueden entrar a un coma diabético, que, de no tratarse rápidamente, puede ser fatal.

Para mantenerse saludables los pacientes diabéticos no solo deben cuidar su alimentación, también medirse la glicemia constantemente y cumplir su tratamiento con pastillas e insulina.

La autoadministración de insulina se hace a través de un lápiz de insulina, que también se ha vuelto algo difícil de obtener. Mazo cuenta  que, antes de la cuarentena, el lápiz de insulina que usa costaba 10$. Ahora se consigue hasta en 20$, y los pacientes usualmente usan dos por mes. “Es una tragedia, porque además en Venezuela no funciona la seguridad social. Ocurre como todo en el país: en la teoría existe pero en la práctica no se cumple”.

Guerrero le suma otra dificultad, una que lo afectaba antes de decidir emigrar: los lápices para diabéticos deben guardarse refrigerados antes del primer uso, en una temperatura máxima de 8Cº. Los constantes apagones hacían de esto algo difícil. “Probablemente, de no haberme venido, ya habría muerto”, dice.

SALUD · 16 MAYO, 2020

Pacientes diabéticos luchan por sobrevivir en medio de la crisis

Texto por Mariel Lozada | @marielozadab

Sin gasolina y con una inflación de 80 % en abril, la vida cada vez es más complicada para los pacientes diabéticos. La insulina era cara y difícil de conseguir antes del confinamiento; ahora lo es mucho más.

Es el caso de Norma, diabética desde hace 15 años. Ahora, dice, se siente tranquila porque tiene un par de semanas de insulina asegurada. Toma Metformina, 2 gramos al día. Le cuesta conseguirlo en farmacia, especialmente la presentación de 1 gr., que es la que necesita. Hace 15 días está tomando 850 mg en la mañana y 850 en la tarde.

La pastilla que no se está tomando es la de la tensión. Además de diabética, es hipertensa y el Losartán la ayuda a mantenerse controlada. Para contrarrestar el no tomarse las medicinas como debe, dice, se cuida mucho en la alimentación y se arma de mucha paciencia. De lo contrario, sus valores pueden alterarse.

Por ser persona de riesgo, desde el inicio de la cuarentena sus hijos le pidieron quedarse en casa y ella y su esposo cumplieron: solo había salido dos veces desde el 13 de marzo y siempre para cosas puntuales y cercanas. Sin embargo, este fin de semana le toca salir a hacer mercado y buscar sus medicinas. Antes sus hijos se lo llevaban y lo dejaban en su puerta. Ella sufría por no poder abrazarlos, pero al menos los veía. Ahora ni eso: hace más de 15 días no han logrado conseguir gasolina y no han podido ir a verla.

Cuenta que en su edificio se ha formado cierto mercado de comida y medicinas, pero lo que ella necesita para su tratamiento no lo venden. Es a su hija a la que le toca dar vueltas e intentar conseguirlo al mejor precio posible, uno que usualmente ronda los 15$. La jubilación de Norma está cerca de los 2$ mensuales.

Saber cómo llevar la cuarentena le ha costado más sin observación médica. Su médico de cabecera, que le ha tratado la enfermedad desde sus inicios, hace unos 15 años, emigró del país. Antes de irse le dejo varias alternativas, pero son hasta más difíciles de conseguir que la propia Metformina. Con él conversó la adaptación a pastillas de 850 mg.

En el mercado negro compra sus medicinas el profesor Gustavo Manzo, insulinodependiente con diabetes tipo 1. Aunque no es precisamente barato, sí es más barato que comprarlo en las farmacias certificadas. En Valencia, donde vive, la diferencia podía ser de hasta 40 % menos. Pero todo cambió con el confinamiento y el cierre de fronteras: la gente no puedo pasar a Cúcuta y traer medicinas importadas.

También ha sufrido por el tema de la gasolina. Primero, es más difícil alimentarse bien, moverse y comprar lo que se necesita. Además, una organización amiga puede ayudarlo a conseguir otro lápiz, pero en Caracas. Sin gasolina no puede ir a buscarlo.

Desde Estados Unidos Miguel Guerrero, venezolano, creó una campaña en Twitter para visibilizar la situación de los pacientes diabéticos. Posteó un video explicando la situación: la emergencia humanitaria compleja, la cuarentena, la escasez de gasolina y los altos precios representan casi una sentencia de muerte para los insulinodependientes.

Un paciente con diabetes no tiene un organismo capaz de producir suficiente insulina, o usar con eficacia la que produce. Es decir, la glucosa de los alimentos que consume no puede pasar a las células del organismo ni convertirse así en energía. Cuando el nivel de azúcar en la sangre está muy alto (hiperglicemia) o muy bajo (hipoglucemia), los pacientes pueden entrar a un coma diabético, que, de no tratarse rápidamente, puede ser fatal.

Para mantenerse saludables los pacientes diabéticos no solo deben cuidar su alimentación, también medirse la glicemia constantemente y cumplir su tratamiento con pastillas e insulina.

La autoadministración de insulina se hace a través de un lápiz de insulina, que también se ha vuelto algo difícil de obtener. Mazo cuenta  que, antes de la cuarentena, el lápiz de insulina que usa costaba 10$. Ahora se consigue hasta en 20$, y los pacientes usualmente usan dos por mes. “Es una tragedia, porque además en Venezuela no funciona la seguridad social. Ocurre como todo en el país: en la teoría existe pero en la práctica no se cumple”.

Guerrero le suma otra dificultad, una que lo afectaba antes de decidir emigrar: los lápices para diabéticos deben guardarse refrigerados antes del primer uso, en una temperatura máxima de 8Cº. Los constantes apagones hacían de esto algo difícil. “Probablemente, de no haberme venido, ya habría muerto”, dice.