Sostenía una botella de agua con bicarbonato en una mano y con la otra se quitaba el pañuelo que le cubría la cara de los gases. “¿Cuál es el arma que tengo?, ¿qué daño podemos hacerles? Déjennos pasar, ¡rebélense!”, clamaba una manifestante a los efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) que parecían inertes detrás de los escudos.
“¡Ustedes también pasan hambre!”, gritaban las personas sobre las paredes tácticas de metal que les impedía pasar desde Montalbán hasta El Valle, al oeste de Caracas, y bloqueaba la marcha que apenas tenía 15 minutos de iniciada este sábado 3 de junio.
Una comisión de diputados de la Asamblea Nacional intentaba mediar con los militares que respondían con bombas lacrimógenas. “¡Cobardes!”, gritó el parlamentario José Manuel Olivares. “¡Maldito el soldado que vuelve sus armas contra el pueblo! Comandante Betancourt, te dejas joder por el cobarde mayor”, espetó Richard Blanco.
Los gases lacrimógenos afectaron a los propios uniformados, quienes se cubrían la cara con pañuelos improvisados en el piquete que colocaron a solo un kilómetro del punto de partida de la movilización.
“A todos ustedes les pasan lo mismo, tienen sueldos de hambre mientras sus superiores están como unos reyes y les lanzan lacrimógenas a los que pueden ser su familia”, reclamó el diputado Miguel Pizarro. Pero la lluvia de bombas no cesaba.
Algunos encapuchados respondieron con piedras y botellas. Una molotov estalló cerca de uno de los vehículos de la GNB desde donde dispararon agua a alta presión, perdigones y más bombas.
Mientras el enfrentamiento transcurría, los cascos verdes esperaban atentos para atender a los heridos por la represión.
Un grupo logró traspasar la barrera de la GNB antes de que reprimieran con más fuerza y llegó a la autopista Francisco Fajardo, pero también fue reprimido. El hermano del diputado Juan Andrés Mejía recibió una ráfaga de perdigones que le hirió en brazos, piernas y torso, según denunció el parlamentario. En el mismo sitio también fue alcanzado por perdigones el diputado Rafael Guzmán.
La emboscada de la GNB nos atacó sin mediar, resultando agredido por un perdigón. Gracias a Dios estoy bien. La dictadura no nos doblegará pic.twitter.com/Fk6wL8mSeK
— Rafael Guzmán (@RafaelDGuzmanR) 3 de junio de 2017
Las heridas fueron causadas por el uso de escopetas de perdigones, a pesar de que el ministro de Comunicación e Información, Ernesto Villegas, aseguró que el presidente Nicolás Maduro había dado instrucciones a los cuerpos de seguridad de no utilizar este tipo de armas de fuego en la contención de las protestas. “Si algún funcionario en algún lugar llega a desobedecer esas órdenes, se enfrenta a la aplicación de la justicia”, dijo el también presidente de VTV.
La iniciativa Dale Letra al Cambio estuvo presente en la marcha contra el hambre, cantando consignas como: «Nuestras cacerolas se vaciaron, porque en Miraflores la olla rasparon” y «basta de locura, no queremos gente comiendo de la basura«.
La breve marcha terminó abruptamente cuando funcionarios en motos salieron de atrás de los vehículos tácticos disparando bombas lacrimógenas y persiguiendo a los manifestantes, cuando algunos pocos se resistían a irse.
Carlos Álvarez tocaba con fuerza su cacerola en las inmediaciones del centro comercial La Villa este 3 de junio. Aseguró que le cuesta alimentar a su familia. «Somos tres (personas) en la casa, tenemos cinco entradas de dinero y no nos alcanza para nada. En estos días gasté en 10 empanadas 12 mil bolívares, sin bebida. Imagínate cuanto cuesta un almuerzo«, expresó.
La familia de Yadira Díaz está compuesta por siete integrantes y la bolsa que reciben del Comité Local de Abastecimiento y Producción (Clap) es insuficiente para que se alimenten. «En el 23 de Enero, los colectivos no nos dejan manifestar, por eso vine para acá. Mi familia es numerosa y la bolsa del Clap no nos alcanza, un almuerzo cuesta entre 6 mil y 7 mil bolívares hoy en día. La harina pan y la leche para los niños es lo que más escasea en mi casa», afirmó.
«Para comer hacemos milagros, a nosotros nos llega la bolsa del Clap cada 36 días y somos cuatro personas. Yo soy de la tercera edad y me cuesta hacer cola para llevar comida a mi casa. Estoy aquí por mis nietos que no tiene leche para comer», manifestó Carmen Vizcaya.
Marlene García lamentó que para asegurar una dieta balanceada por lo menos durante una semana, tenga que disponer de Bs. 100 mil. «En mi casa somos dos y nos cuesta mucho estirar el dinero para la comida».
Fotos: Iván Reyes e Ibis León
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Sostenía una botella de agua con bicarbonato en una mano y con la otra se quitaba el pañuelo que le cubría la cara de los gases. “¿Cuál es el arma que tengo?, ¿qué daño podemos hacerles? Déjennos pasar, ¡rebélense!”, clamaba una manifestante a los efectivos de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) que parecían inertes detrás de los escudos.
“¡Ustedes también pasan hambre!”, gritaban las personas sobre las paredes tácticas de metal que les impedía pasar desde Montalbán hasta El Valle, al oeste de Caracas, y bloqueaba la marcha que apenas tenía 15 minutos de iniciada este sábado 3 de junio.
Una comisión de diputados de la Asamblea Nacional intentaba mediar con los militares que respondían con bombas lacrimógenas. “¡Cobardes!”, gritó el parlamentario José Manuel Olivares. “¡Maldito el soldado que vuelve sus armas contra el pueblo! Comandante Betancourt, te dejas joder por el cobarde mayor”, espetó Richard Blanco.
Los gases lacrimógenos afectaron a los propios uniformados, quienes se cubrían la cara con pañuelos improvisados en el piquete que colocaron a solo un kilómetro del punto de partida de la movilización.
“A todos ustedes les pasan lo mismo, tienen sueldos de hambre mientras sus superiores están como unos reyes y les lanzan lacrimógenas a los que pueden ser su familia”, reclamó el diputado Miguel Pizarro. Pero la lluvia de bombas no cesaba.
Algunos encapuchados respondieron con piedras y botellas. Una molotov estalló cerca de uno de los vehículos de la GNB desde donde dispararon agua a alta presión, perdigones y más bombas.
Mientras el enfrentamiento transcurría, los cascos verdes esperaban atentos para atender a los heridos por la represión.
Un grupo logró traspasar la barrera de la GNB antes de que reprimieran con más fuerza y llegó a la autopista Francisco Fajardo, pero también fue reprimido. El hermano del diputado Juan Andrés Mejía recibió una ráfaga de perdigones que le hirió en brazos, piernas y torso, según denunció el parlamentario. En el mismo sitio también fue alcanzado por perdigones el diputado Rafael Guzmán.
La emboscada de la GNB nos atacó sin mediar, resultando agredido por un perdigón. Gracias a Dios estoy bien. La dictadura no nos doblegará pic.twitter.com/Fk6wL8mSeK
— Rafael Guzmán (@RafaelDGuzmanR) 3 de junio de 2017
Las heridas fueron causadas por el uso de escopetas de perdigones, a pesar de que el ministro de Comunicación e Información, Ernesto Villegas, aseguró que el presidente Nicolás Maduro había dado instrucciones a los cuerpos de seguridad de no utilizar este tipo de armas de fuego en la contención de las protestas. “Si algún funcionario en algún lugar llega a desobedecer esas órdenes, se enfrenta a la aplicación de la justicia”, dijo el también presidente de VTV.
La iniciativa Dale Letra al Cambio estuvo presente en la marcha contra el hambre, cantando consignas como: «Nuestras cacerolas se vaciaron, porque en Miraflores la olla rasparon” y «basta de locura, no queremos gente comiendo de la basura«.
La breve marcha terminó abruptamente cuando funcionarios en motos salieron de atrás de los vehículos tácticos disparando bombas lacrimógenas y persiguiendo a los manifestantes, cuando algunos pocos se resistían a irse.
Carlos Álvarez tocaba con fuerza su cacerola en las inmediaciones del centro comercial La Villa este 3 de junio. Aseguró que le cuesta alimentar a su familia. «Somos tres (personas) en la casa, tenemos cinco entradas de dinero y no nos alcanza para nada. En estos días gasté en 10 empanadas 12 mil bolívares, sin bebida. Imagínate cuanto cuesta un almuerzo«, expresó.
La familia de Yadira Díaz está compuesta por siete integrantes y la bolsa que reciben del Comité Local de Abastecimiento y Producción (Clap) es insuficiente para que se alimenten. «En el 23 de Enero, los colectivos no nos dejan manifestar, por eso vine para acá. Mi familia es numerosa y la bolsa del Clap no nos alcanza, un almuerzo cuesta entre 6 mil y 7 mil bolívares hoy en día. La harina pan y la leche para los niños es lo que más escasea en mi casa», afirmó.
«Para comer hacemos milagros, a nosotros nos llega la bolsa del Clap cada 36 días y somos cuatro personas. Yo soy de la tercera edad y me cuesta hacer cola para llevar comida a mi casa. Estoy aquí por mis nietos que no tiene leche para comer», manifestó Carmen Vizcaya.
Marlene García lamentó que para asegurar una dieta balanceada por lo menos durante una semana, tenga que disponer de Bs. 100 mil. «En mi casa somos dos y nos cuesta mucho estirar el dinero para la comida».
Fotos: Iván Reyes e Ibis León