¿Y yo, qué venía a buscar?

Este artículo fue publicado originalmente el 5 de marzo de 2021

A todos nos ha pasado. En alguna oportunidad hemos corrido por las escaleras, subiendo para buscar las llaves del carro que dejamos en casa y luego, al abrir la puerta, olvidamos por completo para qué fue que entramos.

También nos ha ocurrido que abrimos la puerta de la nevera y nos damos cuenta de que no podemos recordar para qué lo hicimos. Es casi como si la mente se quedara en blanco cuando cambiamos de situación.

Aunque estas omisiones pueden ser incómodas, también son muy comunes. Se conoce como el “efecto puerta” y revela algunas características importantes de cómo están organizados nuestros pensamientos. Comprender esto podría ayudarnos a apreciar esos momentos temporales de olvido, como algo más que una simpleza.

Jerarquía de acción

La forma en que nuestra atención se mueve en la jerarquía de acción es lo que nos permite llevar a cabo comportamientos complejos, uniendo un plan coherente en múltiples momentos, en diversos lugares o requiriendo varias acciones.

Estas características de nuestros pensamientos quizás se ilustran mejor con la historia de la persona que conoce a tres albañiles en su hora de almuerzo y les pregunta: ¿Qué vas a hacer hoy? “Estoy poniendo ladrillo tras ladrillo, uno encima de otro”, dice el primero.

“Estoy construyendo un muro”, responde simplemente el segundo. Pero el tercer albañil se llena de orgullo cuando se le pregunta y responde: “¡Estoy construyendo una catedral!”. El tercer albañil puede tener la visión más inspiradora de su jornada, pero ciertamente nadie puede construir una catedral sin decir cómo colocar con éxito un ladrillo encima de otro como lo dijo el primer albañil. Esta historia se emplea para visualizar una situación desde diferentes perspectivas o niveles.

El efecto puerta se produce cuando nuestra atención se mueve entre niveles de manera simultánea y depende de los recuerdos, afectando incluso lo que estábamos a punto de hacer, vinculándose con el entorno en el que nos encontramos.

Imaginemos nuevamente que vamos escaleras arriba a buscar nuestras llaves y olvidamos que buscábamos tan pronto como entramos en la habitación. Psicológicamente, lo que ha sucedido es que el objetivo inicial (“¡buscar las llaves!”) se ha olvidado porque se ha dado otra instrucción en paralelo (“¡ve a la habitación!”).

Probablemente el objetivo en sí es parte de un pensamiento más amplio (“¡apúrate que vas a llegar tarde!”), que forma parte de pensamientos a una escala cada vez más amplia (“voy a perder el empleo”). Cada escala requiere atención en algún momento.

Cambio de contexto

En algún lugar al navegar por esta compleja jerarquía, se nos olvidó la importancia del objetivo inicial: las llaves, y como un artista de circo que hace malabares con pelotas, su atención se centró en todas ellas mientras estaban en el aire, pasando su mirada de una pelota a otra, equivalente a ir caminando hacia el dormitorio, mientras nos preguntamos quién dejó tirada la ropa en las escaleras otra vez, qué voy a hacer cuando llegue al trabajo o una de las millones de cosas que se pueden pensar. Y entonces, se caen las pelotas.

El efecto puerta se produce porque cambiamos el entorno físico y mental, nos movemos a una habitación diferente y pensamos en cosas distintas. Esa idea, que probablemente fue sólo una pelota entre las muchas que estamos tratando de mantener en el aire, se olvida cuando cambia el contexto. ¿Por qué tenemos un sistema de memoria configurado para olvidar cosas tan pronto como terminamos algo y pasamos a otra?

En un estudio publicado en BMC Psychology, los científicos dicen que el efecto puerta (también conocido como efecto de actualización de la ubicación) ocurre cuando nuestros cerebros están ocupados. Es más, puede que no sea tan pronunciado o sencillo como han sugerido estudios previos.

A través de una serie de experimentos de realidad virtual, se le pidió a un total de 74 voluntarios que se movieran a través de salas 3D generadas por computadora, tratando de recordar ciertos objetos de las salas anteriores, como un cono azul o una cruz amarilla, a medida que avanzaban. Para hacerlo más difícil se les pidió que hicieran tareas de conteo hacia atrás mientras se movían. El olvido ocurrió, indicando que la sobrecarga en la memoria de los participantes los hizo más susceptibles al efecto puerta.

¿Cómo mitigarlo?

Los investigadores sugieren que no son las puertas las que causan un “borrado” de la memoria, sino el pasar de un lugar a otro significativamente diferente, es el cambio abrupto de escena lo que prepara nuestras mentes para recibir algo nuevo. Un buen ejemplo es moverse en un gran Centro Comercial. Tomar el ascensor entre los niveles de tiendas no tiene ningún efecto en nuestra memoria, pero pasar del nivel de tiendas al estacionamiento puede hacer que olvidemos algo, como pagar el estacionamiento.

Saber esto, y comprender cómo un cambio importante en un entorno puede restablecer la memoria de trabajo hasta cierto punto, podría brindarnos formas de administrar o mitigar el efecto puerta en el futuro, dicen los investigadores. Sin embargo, si queremos evitar que se nos olvide para qué entramos en una habitación, lo mejor que puede hacer es mantener su tarea en el centro de la mente hasta que ya esté lista, estar enfocados en el aquí y ahora.

La capacidad del cerebro para segmentar y administrar la memoria puede ser realmente útil en muchas situaciones y nos ayuda a darle sentido al mundo, incluso si a veces podemos encontrarnos en una habitación sin tener idea de por qué.

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