Venganza en política

La venganza es mala consejera. Nos puede llevar a actuar en forma irracional, muchas veces llevados por el peor de los sentimientos, el odio. La venganza es una respuesta primitiva, en el que una comarca, tribu, país, familia o persona procede contra otra para salvar el honor lesionado y lo hace en forma desproporcionada pues no razona.  Actuar por venganza es proceder a ciegas. En política, la venganza expresa la antipolítica.

La historia está llena de conflictos humanos movidos por la venganza, en común tienen que todos los participantes, hasta los supuestos triunfadores, resultan perdedores al caminar sobre cadáveres y saltar, aunque sea para celebrar, sobre charcos de sangre del enemigo.

Lo irónico de la furia vengativa es que rara vez el enemigo es aniquilado, desaparece de la faz de la tierra y menos si se sustenta en ideologías o creencias. El enemigo puede resucitar cual ave Fénix y la lucha se convierte en una lucha sin fin.  La violencia suele generar una espiral que, como toda espiral, cuesta encontrarle fin.  De eso tenemos que cuidarnos al manejar conflictos de cualquier tipo.

La venganza como motivación política

En los países que enfrentan profundos conflictos internos o externos, cada uno de los contrincantes suele irse a los extremos como forma de garantizar la cohesión de los suyos. Al polarizarse se genera un raro daltonismo que sólo permite ver en blanco o en negro, no hay grises, no hay matices. No existen otros colores.  Falsean la realidad para ver lo que sólo quieren ver.

En política, moverse por sed de venganza, es negar al oponente o reconocerlo para aniquilarlo.  Es actuar con resentimiento, un sentimiento que se repite obstinadamente y lleva a actuar en forma hostil, con rabia, ser poco racional.  La antipolítica.

En criollo el resentimiento se denomina reconcomio. Es actuar con rencor. Las personas o grupos rencorosos se mueven tóxicamente, son hostiles, les brota la rabia fácilmente. Más que construir, destruyen todo lo que les representa al enemigo o lo que odian.  Es un sentimiento indeseable porque lleva a destruir aun lo que debería permanecer.  

En contiendas electorales y en conflictos bélicos es fácil mover los bajos instintos de las llamadas ¨masas¨. La energía de la venganza da fuerzas, pero, al mismo tiempo, enceguece y al enceguecer, el líder o lideresa del movimiento se convierte en lazarillo, pero no para conducir hacia la salida de las tinieblas sino a satisfacer sus apetencias, muchas veces de grandeza.

Los líderes o lideresas autocráticos, quienes profesan el autoritarismo como forma de gobernar y enfrentar los conflictos, se caracterizan por la soberbia y la soberbia, como la venganza, es mala consejera. Es sorda y ciega, ensordece y ciega a quienes le siguen. No soluciona conflictos, sino que aviva la llama. Y hay gente piromaníaca, que disfruta del fuego.

Política es diálogo, no venganza

Aunque a mucha gente le parezca absurdo, en política es necesario reconocer y respetar al oponente. Quizás el término respeto produzca ruido, ¿Cómo respetar a quien me ha faltado?   Respuesta: reconociendo que quien no esté contigo no es tu enemigo, es tu oponente. Verlo así tiene otro significado y genera un sentimiento diferente. Es lo que permite hacer política.

Cuando un bando político se enfrenta a otro, no en el campo de batalla sino en la mesa de diálogo, además del reconocimiento y el respeto, hay que tener un cierto grado de confianza. Si no, no tiene sentido dialogar, sería perder tiempo.  Pero el diálogo, aunque parezca estéril produce avances. La historia de nuestro tiempo nos ha demostrado que los conflictos, aún los bélicos, se resuelven en la mesa de diálogo, no en el campo de batalla, ni en las calles incendiadas.

Hay algo que sería deseable que la mayoría de nosotros admitiera: En cualquier plano, en el hogar, en la comunidad, en el país, en lo internacional, debemos ejercer política, ergo, dialogar, ergo, reconocer, ver a nuestro oponente, al adversario, como una persona o grupo con derechos.

La llamada sociedad civilizada es la opuesta a los grupos bárbaros que se movían por el sentimiento de venganza.  Movernos en política, en el plano electoral, con ansias de venganza es hundirnos más en el pantano.  Se requiere avanzar, no empantanarse.

Entre las metas de los procesos políticos democráticos está una sociedad armónica lo que implica que reine la justicia y la justicia, la terrenal y la divina, incluye tanto el castigo mandando al penal o al infierno, como el perdón. En los debidos procesos no cabe la venganza sino la justicia.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

Del mismo autor: Misoginia y política










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