OPINIÓN · 23 MARZO, 2020 04:48

¿Vacuna para el coronavirus?

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Paulino Betancourt Figueroa | @p_betanco

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“El problema es asegurarse de que la vacuna llegue a todos los que la necesitan.”

 

El COVID-19 ha puesto en jaque a las sociedades, los sistemas sanitarios, las economías y el tejido empresarial en todo el globo. Las estrategias de contención más efectivas y draconianas solo han frenado la propagación de la enfermedad respiratoria. Partiendo de este escenario, son muchos los países que se han sumado a la búsqueda de una vacuna contra este coronavirus o de tratamientos que permitan reducir su mortalidad, frenando el ritmo al que se producen los nuevos contagios.

A pesar de que no se ha conseguido desarrollar una vacuna que resulte eficaz contra los coronavirus, los esfuerzos alrededor del mundo no cesan. La industria farmacéutica ha mostrado en los últimos días su compromiso para disponer de una vacuna en un plazo de entre 12 y 18 meses.

La carrera, una vacuna contra el coronavirus

Cerca de 35 compañías e instituciones académicas están compitiendo para crearla y al menos cuatro empresas ya tienen posibles vacunas que han estado probando en animales. La empresa de biotecnología Moderna entrará pronto en ensayos con humanos.

Recordemos que los coronavirus han causado otras dos epidemias recientes: el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) en China entre 2002-2004 y el síndrome respiratorio de Medio Oriente (MERS). En ambos casos, se comenzó a trabajar en vacunas que nos dieron el conocimiento para contener los brotes.

Otra compañía, Novavax, ahora ha reutilizado esas vacunas para SARS-CoV-2 y dice que tiene varias propuestas listas para participar en ensayos con humanos. Mientras tanto, Moderna se basó en trabajos anteriores sobre el virus MERS realizados en el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los EE.UU.

Esta velocidad sin precedentes se debe en gran parte a la inversión que se ha hecho en algunos países para comprender cómo desarrollar vacunas con otros coronavirus y a los esfuerzos chinos por secuenciar el material genético del virus que causa el COVID-19. China compartió esa secuencia a principios de enero, permitiendo a los grupos de investigación de todo el mundo “cultivar” el virus y estudiar cómo invade a las células humanas.

El SARS-CoV-2 comparte entre el 80% y el 90% de su material genético con el virus que causó el SARS, de ahí su nombre. Ambos consisten en una tira de ácido ribonucleico (ARN) dentro de una cápsula de proteína esférica que está cubierta de picos. Los picos se adhieren a los receptores en la superficie de las células que recubren el pulmón humano, lo que permite que el virus ingrese a la célula. Una vez dentro, secuestra la maquinaria reproductiva de la célula para producir más copias de sí misma, antes de salir de la célula nuevamente y matarla en el proceso.

La evolución del virus

La inmunización se ha logrado utilizando formas debilitadas del virus, una parte o la totalidad del mismo, debido a que es la metodología más exitosa. Sin embargo, estos métodos tienen inconvenientes. El virus puede continuar evolucionando en el huésped, recapturando algo de su virulencia, requiriendo así dosis más altas o repetidas del virus inactivado para lograr el grado de protección necesario.

Algunos de los proyectos de vacunas para el COVID-19 están utilizando estos enfoques probados, pero otros están empleando tecnología más nueva. La estrategia más reciente usada por Novavax es una vacuna “recombinante”. Esto significa extraer el código genético del pico en la superficie del SARS-CoV-2, que es la parte del virus con mayor probabilidad de provocar una respuesta del sistema inmune (al atacar la célula) y pegarlo en el genoma de una bacteria. Como solo se está implantando un fragmento del patógeno, se evita causar la enfermedad que se está tratando de curar. Otros enfoques, aún más nuevos, proponen crear vacunas a partir de la construcción genética. Este es el caso de Moderna y CureVac, que están elaborando vacunas para el coronavirus a partir de ARN mensajero.

Los investigadores deberán antes determinar los prototipos más seguros y comprobar su capacidad para provocar una respuesta satisfactoria del sistema inmunológico. Pasando por los ensayos clínicos, un paso esencial para la aprobación regulatoria. El tiempo establecido para poder anunciar los primeros resultados de estos ensayos es de seis semanas.

La vacuna anual contra la gripe, por ejemplo, es el producto de una línea de montaje bien perfeccionada. Por el contrario, el SARS-CoV-2 es un patógeno novedoso en humanos. Además, ninguna vacuna hecha de material genético, ARN o ADN, ha sido aprobada hasta la fecha. Por lo tanto, deben tratarse como vacunas nuevas y, si bien hay un impulso para hacer las cosas lo más rápido posible, es realmente importante no tomar atajos o “caminos verdes”. 

Después de la vacuna, la competencia

Hay otro problema potencial. Tan pronto como se apruebe una vacuna, será necesaria en grandes cantidades y muchas de las organizaciones no tendrán la capacidad de producción necesaria. El desarrollo de vacunas es un asunto arriesgado porque muy pocas llegan a la aplicación clínica. Tal como lo dice Jonathan Quick, en su libro The End of Epidemics: “La biología del virus y la tecnología de las vacunas podrían ser los factores limitantes, pero es mucho más probable que la política y la economía sean la barrera para la inmunización”. El problema es asegurarse de que la vacuna llegue a todos los que la necesitan.

En el escenario de una pandemia, la vacunación debe priorizar a los trabajadores de la salud y la asistencia social, junto a los de mayor riesgo médico, con el objetivo de mantener las tasas de enfermedad y mortalidad tan bajas como sea posible. Pero en una pandemia, los países también tienen que competir entre sí.

Debido a que las pandemias tienden a afectar más a los países que tienen los sistemas de salud más frágiles, existe un desequilibrio entre la necesidad y el poder adquisitivo. Durante la pandemia de gripe H1N1 del 2009, por ejemplo, los suministros de vacunas fueron agotados por los que podían pagarlos, dejando a los más pobres en la precariedad. 

La pandemia probablemente habrá alcanzado su punto máximo y disminuido antes de que haya una vacuna disponible. Una vacuna aún podría salvar muchas vidas, especialmente si el virus circula constantemente (como la gripe) y haya más brotes. Pero hasta entonces, nuestra mejor esperanza es contener la enfermedad lo más posible, quedémonos en casa y lavémonos las manos.

 

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

 

Del mismo autor: COVID-19: conspiración viral

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A pesar de que no se ha conseguido desarrollar una vacuna que resulte eficaz contra los coronavirus, los esfuerzos alrededor del mundo no cesan. La industria farmacéutica ha mostrado en los últimos días su compromiso para disponer de una vacuna en un plazo de entre 12 y 18 meses.

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Cerca de 35 compañías e instituciones académicas están compitiendo para crearla y al menos cuatro empresas ya tienen posibles vacunas que han estado probando en animales. La empresa de biotecnología Moderna entrará pronto en ensayos con humanos.

Recordemos que los coronavirus han causado otras dos epidemias recientes: el síndrome respiratorio agudo severo (SRAS) en China entre 2002-2004 y el síndrome respiratorio de Medio Oriente (MERS). En ambos casos, se comenzó a trabajar en vacunas que nos dieron el conocimiento para contener los brotes.

Otra compañía, Novavax, ahora ha reutilizado esas vacunas para SARS-CoV-2 y dice que tiene varias propuestas listas para participar en ensayos con humanos. Mientras tanto, Moderna se basó en trabajos anteriores sobre el virus MERS realizados en el Instituto Nacional de Alergias y Enfermedades Infecciosas de los EE.UU.

Esta velocidad sin precedentes se debe en gran parte a la inversión que se ha hecho en algunos países para comprender cómo desarrollar vacunas con otros coronavirus y a los esfuerzos chinos por secuenciar el material genético del virus que causa el COVID-19. China compartió esa secuencia a principios de enero, permitiendo a los grupos de investigación de todo el mundo “cultivar” el virus y estudiar cómo invade a las células humanas.

El SARS-CoV-2 comparte entre el 80% y el 90% de su material genético con el virus que causó el SARS, de ahí su nombre. Ambos consisten en una tira de ácido ribonucleico (ARN) dentro de una cápsula de proteína esférica que está cubierta de picos. Los picos se adhieren a los receptores en la superficie de las células que recubren el pulmón humano, lo que permite que el virus ingrese a la célula. Una vez dentro, secuestra la maquinaria reproductiva de la célula para producir más copias de sí misma, antes de salir de la célula nuevamente y matarla en el proceso.

La evolución del virus

La inmunización se ha logrado utilizando formas debilitadas del virus, una parte o la totalidad del mismo, debido a que es la metodología más exitosa. Sin embargo, estos métodos tienen inconvenientes. El virus puede continuar evolucionando en el huésped, recapturando algo de su virulencia, requiriendo así dosis más altas o repetidas del virus inactivado para lograr el grado de protección necesario.

Algunos de los proyectos de vacunas para el COVID-19 están utilizando estos enfoques probados, pero otros están empleando tecnología más nueva. La estrategia más reciente usada por Novavax es una vacuna “recombinante”. Esto significa extraer el código genético del pico en la superficie del SARS-CoV-2, que es la parte del virus con mayor probabilidad de provocar una respuesta del sistema inmune (al atacar la célula) y pegarlo en el genoma de una bacteria. Como solo se está implantando un fragmento del patógeno, se evita causar la enfermedad que se está tratando de curar. Otros enfoques, aún más nuevos, proponen crear vacunas a partir de la construcción genética. Este es el caso de Moderna y CureVac, que están elaborando vacunas para el coronavirus a partir de ARN mensajero.

Los investigadores deberán antes determinar los prototipos más seguros y comprobar su capacidad para provocar una respuesta satisfactoria del sistema inmunológico. Pasando por los ensayos clínicos, un paso esencial para la aprobación regulatoria. El tiempo establecido para poder anunciar los primeros resultados de estos ensayos es de seis semanas.

La vacuna anual contra la gripe, por ejemplo, es el producto de una línea de montaje bien perfeccionada. Por el contrario, el SARS-CoV-2 es un patógeno novedoso en humanos. Además, ninguna vacuna hecha de material genético, ARN o ADN, ha sido aprobada hasta la fecha. Por lo tanto, deben tratarse como vacunas nuevas y, si bien hay un impulso para hacer las cosas lo más rápido posible, es realmente importante no tomar atajos o “caminos verdes”. 

Después de la vacuna, la competencia

Hay otro problema potencial. Tan pronto como se apruebe una vacuna, será necesaria en grandes cantidades y muchas de las organizaciones no tendrán la capacidad de producción necesaria. El desarrollo de vacunas es un asunto arriesgado porque muy pocas llegan a la aplicación clínica. Tal como lo dice Jonathan Quick, en su libro The End of Epidemics: “La biología del virus y la tecnología de las vacunas podrían ser los factores limitantes, pero es mucho más probable que la política y la economía sean la barrera para la inmunización”. El problema es asegurarse de que la vacuna llegue a todos los que la necesitan.

En el escenario de una pandemia, la vacunación debe priorizar a los trabajadores de la salud y la asistencia social, junto a los de mayor riesgo médico, con el objetivo de mantener las tasas de enfermedad y mortalidad tan bajas como sea posible. Pero en una pandemia, los países también tienen que competir entre sí.

Debido a que las pandemias tienden a afectar más a los países que tienen los sistemas de salud más frágiles, existe un desequilibrio entre la necesidad y el poder adquisitivo. Durante la pandemia de gripe H1N1 del 2009, por ejemplo, los suministros de vacunas fueron agotados por los que podían pagarlos, dejando a los más pobres en la precariedad. 

La pandemia probablemente habrá alcanzado su punto máximo y disminuido antes de que haya una vacuna disponible. Una vacuna aún podría salvar muchas vidas, especialmente si el virus circula constantemente (como la gripe) y haya más brotes. Pero hasta entonces, nuestra mejor esperanza es contener la enfermedad lo más posible, quedémonos en casa y lavémonos las manos.

 

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

 

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