Hoy 3 de junio de 2019 recibí una noticia dolorosa. Una mujer muy cercana a mi corazón ya no se encuentra con nosotros. Sin embargo, a pesar del dolor por su pérdida terrenal, su partida activa en mí todos los recuerdos y el aprendizaje que tengo atesorados de una mujer excepcional de mente privilegiada y un alma generosa. Evangelina García Prince, venezolana, amiga, maestra y mentora, un referente académico y militante del feminismo, una mujer brillante y elocuente, una experta en todo el sentido de la palabra. Podría escribir páginas y páginas de su trayectoria, de sus talleres, de sus conferencias, de su rol en la política de Venezuela, de las profundas reflexiones de sus innumerables obras y escritos, sin embargo, para en este momento de decirle hasta luego, lo que mi corazón me pide es recordarla a ella en su humanidad y nuestras experiencias juntas.
En mi propio camino de empoderamiento, ella se convirtió en una figura siempre presente. Escucharla, cuestionarla, invitarla fue parte de mi proceso de quererla. Su mente siempre brillante, sus palabras como manos ágiles que develan misterios obvios, sus jamaqueadas de empoderamiento como quien te despierta de un letargo, son imágenes que están en mi mente siempre que pienso en ella.
Muchas veces cuando teníamos algún evento, la buscaba o llevaba a su casa. Esas conversaciones de camino siempre eran reveladoras y para mí una forma, desde lo cotidiano, de seguir aprendiendo de ella y conocer más a la persona y no a la experta. Siempre admiré su fuerza de carácter y de cuerpo. Un verdadero ejemplo de fortaleza física que ella atribuía siempre a su propio proceso de empoderamiento y poder personal. Echaba broma diciendo que, a su edad, la mayoría de las mujeres estarían tejiendo y en su mecedora. Ella, imparable en su pasión de enseñar, viajaba constantemente a conferencias nacionales e internacionales. Siempre de punta en blanco y elegante. Recuerdo su coquetería y su escala de valores sobre lo material. Me comentó muchas veces su amor por las joyas y las perlas, más que por otros objetos materiales. Alguna vez me dijo que recordaba con emoción especial comprarse su primer collar de perlas más que tener su primer carro.
Recuerdo de Evan visitarla en su casa. Ver su espacio especial, con muchos libros y fotos de sus actividades en la política. Su pequeño laboratorio, su espacio íntimo de trabajo, con un computador al que acudía siempre para buscar referentes de lo que acababa de explicarme en algún trabajo, conferencia o presentación que había hecho en algún evento nacional o internacional. Siempre pensé y le dije, que ojalá pudiera poner todo lo que estaba en esa computadora en difusión en una biblioteca digital. Es mi deseo poder hacerlo.
En estos últimos años ella soñaba con seguir enseñando, tener un espacio desde su casa y seguir difundiendo su trabajo de toda la vida a mujeres, para empoderarlas. Nunca paró de enseñar, nunca paró de tener proyectos.
Si algo recuerdo de sus talleres de empoderamiento es el ejercicio de cómo presentarse y hablar de uno en primera persona. Algo más difícil de lo que parece. Ella lo convertía en un verdadero ejercicio de mirar hacia dentro con solo usar la frase: «Yo soy una mujer…» y luego decir quién eres. Para hablar de la ruta del empoderamiento Evangelina hacia siempre el énfasis en la necesidad de establecer en tu vida el equilibrio entre el ser, hacer y tener. Ella nos preguntaba: «¿Cómo juegas en la vida?» y decía que hay tres formas de jugar. Una, simplemente jugar, otra no jugar y la otra era jugar a ganar. Ella siempre nos invitaba a jugar a ganar. Añadía «quien juega a ganar tiene claro sus objetivos» y para ello siempre recalcaba «identifícalos, verbalízalos, visualízalos y decídelos».
Evan, como le gustaba que le dijeran, nos dio mucho a muchas, y su pensamiento y acción quedará grabado en mentes y corazones de las generaciones que tuvimos el privilegio de conocerla y de muchas que se acercarán a su obra para también conocerla. Fue el poder de su palabra su mensaje más poderoso. Así siempre te recordaré con la frase que grabaste en todo aquel que fue parte de tus capacitaciones: «Tu palabra es tu poder».
Te despido con un recuerdo que atesoro de uno de nuestros encuentros en tu casa en este podcast que te hice hace algunos años en mi programa «Encuentro con». Así te recuerdo querida amiga y maestra, con tu poder hecho palabra que me transformo a mí y a muchas. Hasta luego.
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