elecciones lectura desde la crisis

Aún cuando el término “crisis” refiere la hecatombe en el funcionamiento de un sistema, por igual indica un cambio que compromete importantes esfuerzos. Sobre todo, dado el grado de descomposición que ocurre en la estructura que el problema arrastra. Si bien toda crisis se halla caracterizada por la celeridad a la cual se produce. Así como por su consistencia como fenómeno social, cultural, económico o político. O por su injerencia o interferencia en medio de procesos asociados al meollo de la crisis en lo específico, en el ámbito político propiamente detenta otra caracterización.

Es cuando se habla de “crisis política”, la cual, en cuanto a sus efectos, adquiere una connotación que la distingue de otras crisis. Y es, precisamente, porque acarrea cambios primordiales. No sólo a nivel de la estructura gubernamental en donde, generalmente, se suscita. También, a nivel de reacciones de la ciudadanía y sus instituciones. Y es que en lo particular, la “crisis política” deviene en coyunturas. Muchas veces, equivocadamente interpretadas y desatinadamente definidas.

Es el problema que, en lo político concreto, se tiene a manera de apremiada excusa para justificar decisiones que lejos de mitigar la crisis, exasperan sus consecuencias. En medio de estas circunstancia, se intenta calcar una muestra de progreso para así desviar el foco de la crisis. Y prodigarse tiempo suficiente para dar con fórmulas de manipulación que puedan mantener alguna posible calma en la población. Y aunque nada de eso resulta en un cambio notorio de un sistema político bastante deteriorado, la crisis sigue haciendo de las suyas.

Sin embargo, luce pertinente extraer de realidades en crisis algunas lecturas que puedan dar cuenta de la descompensación que ocurre al interior del sistema político en cuestión. Particularmente, de motivaciones capaces de inducir valores y principios que coadyuven a una recomposición de aquellos elementos sensibles ante el arreglo necesario que podría ajustar el funcionamiento del sistema en crisis.

La realidad recién vivida en Venezuela a consecuencia de la viciada convocatoria a elecciones parlamentarias, es propia de revisar frente a lo que de sus entrañas puede extraerse. Más, tratándose que todo ha sucedido en lo profundo de una arraigada crisis política. Crisis ésta que cundió de serios problemas lo económico, social y lo cultural. Pero asimismo, afectó al aparato administrativo público y servicios dirigidos al bienestar de la población. Es así que, frente a dicha situación, valen tres lecturas a disertar acá. A los fines de comprender lo que en el fondo puede encerrarse.

  1. Desde el enfoque de una Venezuela movilizada por las libertades

Esta lectura permite apreciar un rechazo silente de quienes consideraron el hecho electoral, como un engaño al venezolano. Como un chantaje vulgar y sin disimulos. De ahí la heroica reacción de venezolanos convencidos de problemas que han malogrado la calidad de vida exaltada por la Constitución de la República. Más, cuando la misma exalta “encumbrados” preceptos que exhortan libertades, derechos humanos y garantías.

Por donde se analice esta elección vista por muchos como “atípica”, es expresión de un rechazo mayoritario por parte de un país cuyo derecho a la libertad de conciencia se hizo sentir. Pero igualmente, respecto del problema que ha sido la conculcación de derechos y libertades políticas, económicas y sociales del venezolano. Particularmente, dado los sentimientos de libertad política que ha concienciado al padecerse las transgresiones causadas por una desmedida represión. Sólo, por oponerse a un régimen que ha buscado de manera obstinada, desmontar la democracia en todas sus manifestaciones y sentidos.

De manera que esta primera inferencia, habla de un país que reveló su empeño de seguir anhelando las libertades que la Constitución establece en aras de respetar la dignidad del venezolano. Tanto, como ante el consagrado propósito de reivindicar “la promoción de la prosperidad y bienestar del pueblo” (Del tercer artículo constitucional)

  1. Desde el enfoque de una Venezuela motivada por la abstención electoral

La ciudadanía venezolana, indistintamente de su condición político-partidista, dejó de asistir a las urnas electorales en un porcentaje nunca antes visto. Según la información del Consejo Nacional Electoral, con base en el 82, 35% de las actas reportadas, participó el 31.6 % del padrón electoral. La abstención remontó el 69% de un padrón electoral que se sitúa en 20.710.421 venezolanos registrados. No obstante, a decir del balance final realizado por serias consultoras independientes, la ausencia se situó en  un 80,87% . Este porcentaje representó una abstención en votos, montante a 16.748.517 personas. La participación en votos, apenas alcanzó a 3.961.904. Esto dejó ver una gruesa merma que el partido de gobierno viene sufriendo desde entrada la segunda década del presente siglo. Así que, ciertamente, el país político no se hizo eco del amenazante llamado oficialista a votar.

La enorme abstención vista, da cuenta que la ciudadanía sabe castigar a gobiernos indolentes restándole la adhesión necesaria. Y que, aunque pudiera entenderse como un “juicio de valor”, también pudiera verse como una respuesta de “justicia ciudadana”. Sin embargo la reacción vista en la abstención, podría modelar bases prácticas capaces de internalizar criterios políticos que encaucen mecanismos de sensibilización en torno al manejo de situaciones caracterizadas por la incidencia de fórmulas políticas que hagan tambalear al régimen dominante.

  1. Desde el enfoque de una Venezuela activada por el “triunfalismo” gubernamental

Aunque detrás de los problemas acumulados por causa de la crisis que ha llevado al país a los últimos lugares de desarrollo político, económico y social, respecto del resto de países vecinos o no tanto, las cifras de los comicios parlamentarios del 6-D revelan un pírrico “triunfo electoral” al partido de gobierno y su coalición. Al margen de resultados declarados por un conteo no totalmente transparente ni ajustado a un ecuánime derecho, la situación determinó que el régimen alcanzó el mayor número de escaños parlamentarios. Lo cual era predecible, dado el contexto político-electoral fraguado por el régimen.

Y aun cuando dicha situación derivará en serios conflictos políticos, todos indicadores de comicios que infringieron postulados constitucionales, no cabe la menor duda que tales resultados serán utilizados como criterio de coacción del régimen. Sin atender que tales números y decisiones no podrán validar la legitimidad de origen ni tampoco de desempeño del “fabricado” parlamento. El régimen actuará con el sectarismo y violencia que la arbitrariedad de un Poder Judicial sesgado le permite. Todo ello, en aras del libre albedrío acostumbrado. En todo caso, esta tercera lectura del proceso eleccionario parlamentario, evidencia la efervescencia del régimen causada por un presumido triunfalismo. Que no es nada representativo de una realidad equitativa como es exaltada por una propaganda gubernamental bastante ilusa e irreal. Propia de un discurso populista y demagógico

En conclusión, estas elecciones revelan importantes situaciones. De entrada cabe señalar que significó una demostración de resistencia y valentía toda vez que la ciudadanía consciente se aferró a validar sentimientos de justicia, verdad y dignidad. Aunque también, una reducida proporción dejó ver el grado de sumisión, conformismo y miedo ante las amenazas de voceros del régimen. Esto revela -crudamente- la brecha política que se da entre el dictado constitucional de un “Estado democrático y social de Derecho y de Justicia” tal como lo concibe el segundo artículo de la Carta Magna, y la desmesurada avidez e desesperada incontinencia y obstinación del régimen por seguir enquistado en el poder. Sin medida de las consecuencias que arrastra tan antidemocrática intención.

Por demás, estos comicios fueron “un tiro al piso” toda vez que no son reconocidas por un significativo número de gobiernos. Casi 60 países han declarado que los mismos no se dieron bajo condiciones justas. Esto hace inferir que la presión contra el régimen socialista, continuará. Y ello plantea nuevos retos que por igual pondrá a pruebas capacidades y potencialidades en un contexto de agudos problemas de toda naturaleza.

El presente análisis ha buscado transcribir lo que puede deducirse debajo de una situación forjada de manera licenciosa. Capciosa. Son pues tres lecturas de una realidad en crisis.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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