Hay un modo de hacer política que, al final del camino, solo trae como resultado la profundización de los males que se pretendían corregir. Es un camino que generalmente utilizan las fuerzas políticas extremas para golpear con saña, maximizar el descontento y, además, no ofrecer una agenda constructiva para desplazar a la casta gobernante de turno en el menor tiempo posible. Esta política es conocida como la «política de la confrontación» (su antónimo es la «política de la discrepancia»).
En muchas oportunidades, esta política es exitosa para alcanzar el poder, pero —a poco andar— quienes la promueven se dan cuenta de que es contraproducente a la hora de llevar adelante su programa de gobierno. ¿Y por qué ocurre esto?
En primer lugar, gobernar en democracia significa llegar a diferentes acuerdos con quienes piensan distinto, por lo tanto, si hasta hace poco incitaste el caos como herramienta directa para acceder al poder, lógicamente aquellos que les negaste la sal y el agua (o no reconociste jamás como pares) tendrán cero incentivos para firmar pactos democráticos e impulsar las reformas que aspiras.
En segundo lugar, si te dedicaste a promover incendios por todos los puntos cardinales, naturalmente que tu administración de gobierno solo caminará entre las cenizas.
En tercer lugar, en el «toma y dame» solo lograrás agravar la espiral destructiva, especialmente en aquello relacionado al deterioro institucional y, por cierto, a reproducir los viejos vicios o perversiones que apuntabas a erradicar.
Por último, si en algún momento te comportaste bajo la influencia de una declaración mutua de guerra, de la lógica del ojo por ojo o «hágase justicia, aunque perezca el mundo», probablemente florecerá el espíritu de revancha en tus adversarios (aunque tú le llamaste enemigos por tanto tiempo) al cabo de unos pocos meses instalado en el poder.
En fin, si nunca entendiste que la voluntad en política tiene márgenes claros (por algo le llaman el arte de lo posible), cuando asumas el poder acabarás dándote cuenta —a la brevedad— que no tendrás colaboración para materializar la agenda de gobierno; que todos jugarán a la confrontación más dura; y que estás sufriendo una situación igual o peor a la que alimentaste recientemente.
¿Resultado de este modo de hacer política? Obtención del poder solo para alimentar el ego personal, inválido poder de cambio que lleve bienestar a la población y la anulación de la política para cumplir con su propósito: «hacer lo que se puede dentro de lo que se debe/quiere».
Por estos días muchos la practican. Juzgue usted.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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En segundo lugar, si te dedicaste a promover incendios por todos los puntos cardinales, naturalmente que tu administración de gobierno solo caminará entre las cenizas.
En tercer lugar, en el «toma y dame» solo lograrás agravar la espiral destructiva, especialmente en aquello relacionado al deterioro institucional y, por cierto, a reproducir los viejos vicios o perversiones que apuntabas a erradicar.
Por último, si en algún momento te comportaste bajo la influencia de una declaración mutua de guerra, de la lógica del ojo por ojo o «hágase justicia, aunque perezca el mundo», probablemente florecerá el espíritu de revancha en tus adversarios (aunque tú le llamaste enemigos por tanto tiempo) al cabo de unos pocos meses instalado en el poder.
En fin, si nunca entendiste que la voluntad en política tiene márgenes claros (por algo le llaman el arte de lo posible), cuando asumas el poder acabarás dándote cuenta —a la brevedad— que no tendrás colaboración para materializar la agenda de gobierno; que todos jugarán a la confrontación más dura; y que estás sufriendo una situación igual o peor a la que alimentaste recientemente.
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