No es feminismo
Colectivos feministas protestan por el día de la mujer. Foto: Mairet Chourio.

Observo con preocupación cómo el feminismo se ha tergiversado atribuyéndosele banderas y consignas ajenas que terminan confundiendo a la población general no familiarizada con estos temas, con el consecuente incremento de rechazo al movimiento.

Se trata de un intento de suplantación de identidades que desdibuja su foco de lucha, que no es otro que el análisis y abordaje de las relaciones de poder entre los dos sexos. Ni todo es feminismo, ni todos los temas de las desigualdades sociales son parte de la agenda feminista.

Intereses creados desde el patriarcado, fiel a su agenda divisionista, suman al saco de las desigualdades que sufrimos las mujeres las banderas del antirracismo, el ecologismo, el anticapitalismo y otras luchas más, bajo la equivocada aplicación del concepto de la interseccionalidad.

El feminismo no es el movimiento de todas las causas, aun cuando para entender la opresión contra las mujeres haya múltiples factores a considerar. Pero el objetivo primario, es en esencia, la lucha por y para las mujeres, con base en su sexo y contra el género. Su foco principal debe ser procurar más espacios de participación y libertad para las mujeres a través de la eliminación de las raíces patriarcales que dan fuerza a la exclusión y la discriminación.

Ni derecha ni izquierda

Lo primero, es decir que el feminismo no se identifica con ninguna posición del espectro ideológico, aunque sea en sí misma una propuesta política. Ya hemos demostrado que machistas los hay en todas partes y los escasos puestos para las mujeres se ven en todas las tendencias, así que es universal.

No es verdad que para ser feminista hay que ser de izquierdas, por más que en las agendas de gobiernos de corte socialistas haya más apertura a ver estos temas que en los de derecha. Creo que el feminismo debe tener vocación de centro y alinear a todas en torno a una problemática común que nos atraviesa por ser mujeres.

En palabras de la filósofa española Amelia Valcárcel: “La agenda feminista no se juega en los extremos, sino en el centro, para poder conseguir consensos. Es internacional, humanista… Cuando el humanismo está de capa caída, el feminismo no puede estar bien… Sin feminismo, no hay democracia”.

Mi cuerpo, mi decisión, pero bien aplicado

No es feminismo tampoco el oponerse al aborto por razones religiosas o culturales, porque es a las mujeres a las que les toca la decisión de lo que hacen con su cuerpo y su salud física o mental (sin que medie transacción mercantil).

Instituciones como la Iglesia o el Estado nada deberían tener que decir en torno a un acto que debería estar garantizado y protegido para que no mueran las pobres abortando. Las ricas pagan y tienen su aborto seguro. Es un tema de salud pública e igualdad social de clase y debe estar descriminalizado y legalizado, independientemente de la posición filosófica de cada quien. Prohibirlo es perpetuar el control sobre las mujeres.

Por otro lado, cualquier postura que defienda la práctica de vientres de alquiler o de óvulos como prueba de altruismo y sororidad, o la prostitución como trabajo, o la pornografía como práctica de empoderamiento, no es feminismo. Básicamente porque en su raíz, son formas de explotación sexual que someten a las mujeres, sobre todo a las más pobres, al convertir esos ingresos en fuente de sobrevivencia.

Pero es sometimiento del cuerpo de las mujeres al placer masculino manipulado muy hábilmente por el patriarcado. Ahí no hay decisión libre.

Tampoco es por aquí

No es feminismo pensar en matriarcados posibles, o en eliminar a los hombres, o creer que si es una mujer la que está al frente de una tarea el resultado siempre va a ser mejor. El trabajo feminista busca la igualdad de condiciones, equidad en las formas en que nos miden y recompensan, mismo acceso a oportunidades en la vida. Es la búsqueda de la simetría en las relaciones de poder. No es venganza, es equidad.

Tampoco es feminismo negar la realidad biológica porque, aunque el sexo no nos define, existe, y sobre esas diferencias se han diseñado los instrumentos legales que nos protegen hoy. El sexo no se asigna o se elige. Se evidencia, se comprueba al nacer. Es inmutable, está en cada célula.

No es feminismo defender el género como variable de identidad. El género no puede reconocerse como identidad porque es la manifestación evidente de la opresión y la herramienta para reproducir los valores patriarcales que marcan la vida de las mujeres por el hecho de nacer mujeres.

Confundir sexo con género no es feminismo. Las feministas queremos abolir el concepto de género, no multiplicarlo. Es necesario estar alertas a las implicaciones que tendría entender el género como un asunto identitario y no como lo que es: una categoría de análisis para mostrar la desigualdad.

Cuando lo decimos, la andanada de insultos buscando callarnos y replegarnos es grande, lo cual no es congruente con el discurso de defensa a los derechos humanos de quienes atacan, en nombre de la inclusión. Por ello no es lógico ser agredidas por defender nuestra existencia como mujeres sin que se nos defina en función de un otro. Esto es central a las reivindicaciones por las cuales luchamos.

No confundir más

No es feminismo el abuso del lenguaje inclusivo, el uso de la @, o la e, como alternativas para nombrarnos. Una forma de borrarnos a las mujeres del discurso sociopolítico es el uso de sinónimos que no nos nombran. Decir “persona que menstrúa”, “que tiene vagina”, “mujer cis” son formas modernas de misoginia.  Podemos hacer uso del idioma con sus variantes para sentirnos integradas sin recurrir a formas no reconocidas que generan rechazo.

Tampoco creo que hay “feminismos”. Me gusta ver una sola fuerza con diferentes maneras de luchar y aristas que abordar. Lo otro, el uso de plurales como sinónimo de diversidad, es atomización, división y dilución, estrategias que le han servido hasta hoy al patriarcado. No queremos ser incluidas, no pedimos un pedazo, queremos la mitad, porque somos la mitad de la población, no una minoría ni un colectivo. Las feministas no vamos por la agenda de la inclusión, sino la de la igualdad.

Con ánimo transformador

Lo que lo hace más difícil de combatir es que todo esto se disfraza de modernismo y a las que reclamamos el desvío de propósitos que tales acciones representan para el real avance de las mujeres, nos llaman “clásicas”, “anticuadas”, “académicas”, “feministas viejas”. Pues eso menos aún es feminismo, porque es caer en edadismo contra las mujeres desconociendo que detrás de todo movimiento de calle hay un respaldo teórico que le da cuerpo. Apreciar la academia y las teorías feministas que nos han dado luz y abierto caminos, fortalecen el movimiento.

En los espacios de ceguera anida la confusión y la manipulación malsana de una cultura que se niega a ser trastocada. Decir las cosas por su nombre y evitar usurpaciones es la tarea que nos toca frente a una sociedad desinformada y a veces, confundida.

***

Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

De la misma autora: ¿Solidaria yo?

</div>