La terna de particularidades que intitula esta disertación, deja al desnudo el propio infierno en su más característica condición de barbarie. La mezcla de mezquindad, resentimiento y egoísmo, evidencia una situación social o política sin la dignidad necesaria para sobreponerse al desbarajuste total causado por la anomia imperante. Además, la situación en la que prolifera la inmoralidad reinante deja ver el estado caótico en el cual se conjugan anarquía, indolencia y desvergüenza en un mismo espacio y tiempo.
La combinación de estos tres estados de tan patética mediocridad y vulgaridad, revela el grado primitivo de quienes actúan sin el menor recato frente a la búsqueda de valores y razones que justifican la integridad, el desarrollo y la excelsitud de la vida.
Generalmente, realidades así forman parte de ciertas prácticas políticas y sociales que se dan bajo la influencia de ideologías viciadas por la mezquindad, el resentimiento y el egoísmo que adolecen aquellos operadores, dirigentes y activistas políticos para quienes el ejercicio de la política resulta la vía expedita para saciar la avidez en desvivirse por detentar el poder. Y lo hacen a costa de lo que sea. Sin medida de las consecuencias con las cuales podrían toparse.
Así el ejercicio de la política se convierte en el modo más expedito de encubrir defectos y debilidades para entonces permitirse engañar y falsear realidades en provecho propio. Por eso, Napoleón Bonaparte refería: «nada va bien en un sistema político cuya praxis deja ver como las palabras contradicen los hechos».
Es la imagen que proyecta quien busca en la política la manera más inmediata de ascender en la escala social y económica sin mayores esfuerzos. Escasamente, el de actuar pomposa y desvergonzadamente. Y para ello, se vale de la oratoria escandalosa y paradójica.
Es el caso que caracteriza realidades tan enmarañadas y desplegadas, en medio de una anomia total. Como tristemente está demostrando Venezuela. Al igual que cualquier país de perfil político que evidencie subordinación a premisas anárquicas, postulados ambiguos o criterios apegados a ideologías políticas recalcitrantes.
Cabe aludir los signos de descomposición que están marcando a Venezuela toda vez que el gobierno nacional se rige según intereses mezquinos y egoístas que sólo responden a circunstancias dominadas por negocios de la más cuestionada y oscura inclinación mercantilista.
Las facciones políticas que han logrado ocupar posiciones en un encumbrado nivel de poder, han desviado el camino que simboliza la praxis política. Para suponer tan atrevida hipótesis, basta observar el comportamiento de Venezuela actualmente. Particularmente, el que refiere la dinámica política toda vez que revela encarnizadas y sucesivas luchas que se suscitan a lo interno de la institucionalidad del aparato gubernamental por asignaciones de poder.
O por cuotas de poder que hablan del manejo (por cuenta propia) de intereses comprometidos con la economía nacional, regional o local. Incluso, con ámbitos relacionados con la compra-venta de insumos o productos destinados a la alimentación y salud de la población. Peor aún, mediante ventas basadas en competencias pírricas (subasta, remate o liquidación) que maximicen las ganancias o utilidades (predeterminadas) de la operación mercantil realizada.
El desbarajuste es de tan exagerada magnitud, que el estado de desorganización del país causa indisciplina de las organizaciones públicas y aislamiento del individuo. Como resultado de la incongruencia de las normas sociales, políticas y económicas, que podría inferirse que Venezuela se extravió de toda cartografía o mapa que la sitúe en un espacio geopolítico delimitado. Aunque en términos del problema aludido, dicho espacio estaría delimitado por coordenadas del desarrollo en todo los sentidos y manifestaciones que mejor se atreven a responder a la situación.
El régimen político venezolano confunde poder con responsabilidad. Lo hizo al extremo que la toma de decisiones, ahora se basa en los intereses que plantean el anclaje de su voracidad política a gran profundidad. De hecho, toda reunión que intente tratar la funcionalidad de las estructuras de gobierno en el plano del horizonte político transitorio, es visto como una manifestación de amenazas que podrían afectar el manejo utilitario del poder. Y el temor que esto despierta en el régimen, ha traído nefastas consecuencias a la población pues tiende a generar problemas que hacen cada vez más insoportable la vida del venezolano.
Para el régimen político toda decisión asumida pasa por el tamiz de «cuánto hay para eso», pero que se traduzca en beneficios para el funcionario. Es la vulgar razón que mueve a los funcionarios para hacer o impedir el cumplimiento de lo ordenado.
Cada día es un nuevo conflicto que le resta oportunidad al país para superar los escollos que a diario atraviesa en el fragor de las crisis que se sobrellevan en perjuicio de cuántas posibilidades de desarrollo puedan establecerse.
Sobre todo porque el fondo de cada movilización incitada desde el poder político, está imbuido de los efectos que irradia un comportamiento político extremadamente contradictorio. Es tal grado de perversión, que los problemas generados por su causa tienen al país al borde de mayor hecatombe que pueda registrar la historia política y económica nacional. Pues se vive bajo el arrecio de un régimen empoderado de subvenciones económicas pautadas no sólo por el ritmo de las cuentas y negocios de quienes usurpan el poder. También, por el nivel superlativo de mezquindad, resentimiento y egoísmo.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Incertidumbre e Inteligencia Artificial
El modelo machista tiene entre sus particularidades el alentar a los hombres a regar su semilla sin ocuparse mucho de hacerse cargo de los frutos.
Los «hombres de barro» carecen de capacidades cognitivas para confrontar las exigencias sociaes, económicas y políticas.
Después de 15 años se convocan elecciones en la Universidad Central de Venezuela. Ha pasado mucha agua debajo del puente, hemos vivido desgarradoras experiencias como comunidad universitaria. Una de las lecciones aprendidas, para mí, ha sido que el poder corrompe se vista de dictadura, totalitarismo o emplee el lenguaje y los argumentos de la democracia. […]
En un exceso de pragmatismo, Lula quiso soslayar la situación de Venezuela y perjudicó la iniciativa que buscaba promover la unión suramericana.
La terna de particularidades que intitula esta disertación, deja al desnudo el propio infierno en su más característica condición de barbarie. La mezcla de mezquindad, resentimiento y egoísmo, evidencia una situación social o política sin la dignidad necesaria para sobreponerse al desbarajuste total causado por la anomia imperante. Además, la situación en la que prolifera la inmoralidad reinante deja ver el estado caótico en el cual se conjugan anarquía, indolencia y desvergüenza en un mismo espacio y tiempo.
La combinación de estos tres estados de tan patética mediocridad y vulgaridad, revela el grado primitivo de quienes actúan sin el menor recato frente a la búsqueda de valores y razones que justifican la integridad, el desarrollo y la excelsitud de la vida.
Generalmente, realidades así forman parte de ciertas prácticas políticas y sociales que se dan bajo la influencia de ideologías viciadas por la mezquindad, el resentimiento y el egoísmo que adolecen aquellos operadores, dirigentes y activistas políticos para quienes el ejercicio de la política resulta la vía expedita para saciar la avidez en desvivirse por detentar el poder. Y lo hacen a costa de lo que sea. Sin medida de las consecuencias con las cuales podrían toparse.
Así el ejercicio de la política se convierte en el modo más expedito de encubrir defectos y debilidades para entonces permitirse engañar y falsear realidades en provecho propio. Por eso, Napoleón Bonaparte refería: «nada va bien en un sistema político cuya praxis deja ver como las palabras contradicen los hechos».
Es la imagen que proyecta quien busca en la política la manera más inmediata de ascender en la escala social y económica sin mayores esfuerzos. Escasamente, el de actuar pomposa y desvergonzadamente. Y para ello, se vale de la oratoria escandalosa y paradójica.
Es el caso que caracteriza realidades tan enmarañadas y desplegadas, en medio de una anomia total. Como tristemente está demostrando Venezuela. Al igual que cualquier país de perfil político que evidencie subordinación a premisas anárquicas, postulados ambiguos o criterios apegados a ideologías políticas recalcitrantes.
Cabe aludir los signos de descomposición que están marcando a Venezuela toda vez que el gobierno nacional se rige según intereses mezquinos y egoístas que sólo responden a circunstancias dominadas por negocios de la más cuestionada y oscura inclinación mercantilista.
Las facciones políticas que han logrado ocupar posiciones en un encumbrado nivel de poder, han desviado el camino que simboliza la praxis política. Para suponer tan atrevida hipótesis, basta observar el comportamiento de Venezuela actualmente. Particularmente, el que refiere la dinámica política toda vez que revela encarnizadas y sucesivas luchas que se suscitan a lo interno de la institucionalidad del aparato gubernamental por asignaciones de poder.
O por cuotas de poder que hablan del manejo (por cuenta propia) de intereses comprometidos con la economía nacional, regional o local. Incluso, con ámbitos relacionados con la compra-venta de insumos o productos destinados a la alimentación y salud de la población. Peor aún, mediante ventas basadas en competencias pírricas (subasta, remate o liquidación) que maximicen las ganancias o utilidades (predeterminadas) de la operación mercantil realizada.
El desbarajuste es de tan exagerada magnitud, que el estado de desorganización del país causa indisciplina de las organizaciones públicas y aislamiento del individuo. Como resultado de la incongruencia de las normas sociales, políticas y económicas, que podría inferirse que Venezuela se extravió de toda cartografía o mapa que la sitúe en un espacio geopolítico delimitado. Aunque en términos del problema aludido, dicho espacio estaría delimitado por coordenadas del desarrollo en todo los sentidos y manifestaciones que mejor se atreven a responder a la situación.
El régimen político venezolano confunde poder con responsabilidad. Lo hizo al extremo que la toma de decisiones, ahora se basa en los intereses que plantean el anclaje de su voracidad política a gran profundidad. De hecho, toda reunión que intente tratar la funcionalidad de las estructuras de gobierno en el plano del horizonte político transitorio, es visto como una manifestación de amenazas que podrían afectar el manejo utilitario del poder. Y el temor que esto despierta en el régimen, ha traído nefastas consecuencias a la población pues tiende a generar problemas que hacen cada vez más insoportable la vida del venezolano.
Para el régimen político toda decisión asumida pasa por el tamiz de «cuánto hay para eso», pero que se traduzca en beneficios para el funcionario. Es la vulgar razón que mueve a los funcionarios para hacer o impedir el cumplimiento de lo ordenado.
Cada día es un nuevo conflicto que le resta oportunidad al país para superar los escollos que a diario atraviesa en el fragor de las crisis que se sobrellevan en perjuicio de cuántas posibilidades de desarrollo puedan establecerse.
Sobre todo porque el fondo de cada movilización incitada desde el poder político, está imbuido de los efectos que irradia un comportamiento político extremadamente contradictorio. Es tal grado de perversión, que los problemas generados por su causa tienen al país al borde de mayor hecatombe que pueda registrar la historia política y económica nacional. Pues se vive bajo el arrecio de un régimen empoderado de subvenciones económicas pautadas no sólo por el ritmo de las cuentas y negocios de quienes usurpan el poder. También, por el nivel superlativo de mezquindad, resentimiento y egoísmo.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Incertidumbre e Inteligencia Artificial