Una nueva edición del día de la madre sigue ubicando en esta categoría a miles de adolescentes. Las estadísticas del Fondo de Población de Naciones Unidas hablan por sí solas: Venezuela lleva años entre los países de Latinoamérica con mayor número de embarazos en adolescentes. Realidad que exigiría que la prevención se convierta en una política pública, prioritaria, con programas que propician la activa participación de las familias, centros educativos y comunidades; pero tenemos años con una deuda social que ha visto incrementarse la brecha social y sus consecuencias.
Un embarazo cambia la vida de los adolescentes. Se convierte en un factor de riesgo para la mujer que puede poner en peligro su salud física y emocional porque no está preparada ni es suficientemente madura para asumir tal responsabilidad. Los bebés pueden sufrir riesgos importantes, porque suelen nacer prematuros, con partos complicados que pueden comprometer su salud y vida.
En el caso de los embarazos no deseados son altas las posibilidades de que los bebés sean víctimas de violencia física o emocional, abandono.
Esta realidad ameritaría una política de formación afectiva hacia niñas y niños y los patrones de feminidad y masculinidad existentes.
Con la intención de conocer la visión que tienen los varones de las niñas o viceversa, en Cecodap hacemos un ejercicio en el cual se dibuja en tamaño real la silueta de un hombre y una mujer, en pliegos de papel separados. Los varones trabajan con la silueta de la mujer y las mujeres con la del hombre. Le sugerimos que anoten lo que caracteriza lo masculino y lo femenino. Al final se exponen los resultados. Generalmente las apreciaciones hechas por los grupos, de distintas realidades, muestran muchas coincidencias.
«Los hombres son: desordenados, solo piensan en sexo, insensibles, indolentes, competitivos, mentirosos, machistas, violentos, prácticos, cobardes para soportar el dolor, cerrados, egoístas, fuertes, infieles» acotan las chicas. Mientras que los chicos opinan que las mujeres son: «chismosas, controladoras, cuaimas, enrolladas, histéricas, sensibles, habladoras, entrépitas, curiosas, celosas».
Llama la atención que se suele resaltar siempre lo negativo, solo en algunos casos, cuando se resaltan aspectos positivos se refieren a la apariencia física. En el caso de los hombres, «corpulentos, atletas, buenos mozos». En el caso de las mujeres, «bonitas, sensuales, coquetas».
Con esta representación social de los géneros, surgen muchas interrogantes que requerirían un tratado especial para profundizar cómo estas apreciaciones se traducen en la convivencia familiar y escolar.
Sabemos que el género es una construcción social y que dependiendo de cada cultura las ópticas pueden tener algunas variaciones. Sin embargo, en la medida en que no se profundice y se siga generalizando la visión que se tiene del hombre y de la mujer, así como del comportamiento y no se encuentren puentes para establecer relaciones complementarias, la hostilidad, la agresividad, la frustración seguirán afectando las relaciones entre mujeres y hombres.
Si este abismo cultural persiste el hombre seguirá sin entender que también se embaraza, dejando toda la responsabilidad sobre la mujer o entendiendo que la huida es una respuesta validada socialmente cuando las circunstancias apremian.
Según la LOPNNA todos los adolescentes tienen derecho a ser informados y educados, de acuerdo a su desarrollo, en salud sexual y reproductiva para una conducta sexual y una maternidad o paternidad responsable, sana, voluntaria y sin riesgo.
La formación para el ejercicio responsable de la sexualidad debe comenzar desde los primeros años. En la adolescencia deben conocer cuáles son los métodos de anticoncepción. De tal forma que podamos, en el momento que se presente la oportunidad, conversar en la familia, en el centro educativo. Se tiene la percepción que al hablar sobre estos temas puede despertar el interés de nuestros hijos e inclusive estimular las relaciones sexuales y la promiscuidad. Sin embargo, la información es importante para que los adolescentes tomen las decisiones correctas cuando tengan que tratar temas relacionados con su sexualidad y sean capaces de implementar métodos para prevenir embarazos no deseados.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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Un embarazo cambia la vida de los adolescentes. Se convierte en un factor de riesgo para la mujer que puede poner en peligro su salud física y emocional porque no está preparada ni es suficientemente madura para asumir tal responsabilidad. Los bebés pueden sufrir riesgos importantes, porque suelen nacer prematuros, con partos complicados que pueden comprometer su salud y vida.
En el caso de los embarazos no deseados son altas las posibilidades de que los bebés sean víctimas de violencia física o emocional, abandono.
Esta realidad ameritaría una política de formación afectiva hacia niñas y niños y los patrones de feminidad y masculinidad existentes.
Con la intención de conocer la visión que tienen los varones de las niñas o viceversa, en Cecodap hacemos un ejercicio en el cual se dibuja en tamaño real la silueta de un hombre y una mujer, en pliegos de papel separados. Los varones trabajan con la silueta de la mujer y las mujeres con la del hombre. Le sugerimos que anoten lo que caracteriza lo masculino y lo femenino. Al final se exponen los resultados. Generalmente las apreciaciones hechas por los grupos, de distintas realidades, muestran muchas coincidencias.
«Los hombres son: desordenados, solo piensan en sexo, insensibles, indolentes, competitivos, mentirosos, machistas, violentos, prácticos, cobardes para soportar el dolor, cerrados, egoístas, fuertes, infieles» acotan las chicas. Mientras que los chicos opinan que las mujeres son: «chismosas, controladoras, cuaimas, enrolladas, histéricas, sensibles, habladoras, entrépitas, curiosas, celosas».
Llama la atención que se suele resaltar siempre lo negativo, solo en algunos casos, cuando se resaltan aspectos positivos se refieren a la apariencia física. En el caso de los hombres, «corpulentos, atletas, buenos mozos». En el caso de las mujeres, «bonitas, sensuales, coquetas».
Con esta representación social de los géneros, surgen muchas interrogantes que requerirían un tratado especial para profundizar cómo estas apreciaciones se traducen en la convivencia familiar y escolar.
Sabemos que el género es una construcción social y que dependiendo de cada cultura las ópticas pueden tener algunas variaciones. Sin embargo, en la medida en que no se profundice y se siga generalizando la visión que se tiene del hombre y de la mujer, así como del comportamiento y no se encuentren puentes para establecer relaciones complementarias, la hostilidad, la agresividad, la frustración seguirán afectando las relaciones entre mujeres y hombres.
Si este abismo cultural persiste el hombre seguirá sin entender que también se embaraza, dejando toda la responsabilidad sobre la mujer o entendiendo que la huida es una respuesta validada socialmente cuando las circunstancias apremian.
Según la LOPNNA todos los adolescentes tienen derecho a ser informados y educados, de acuerdo a su desarrollo, en salud sexual y reproductiva para una conducta sexual y una maternidad o paternidad responsable, sana, voluntaria y sin riesgo.
La formación para el ejercicio responsable de la sexualidad debe comenzar desde los primeros años. En la adolescencia deben conocer cuáles son los métodos de anticoncepción. De tal forma que podamos, en el momento que se presente la oportunidad, conversar en la familia, en el centro educativo. Se tiene la percepción que al hablar sobre estos temas puede despertar el interés de nuestros hijos e inclusive estimular las relaciones sexuales y la promiscuidad. Sin embargo, la información es importante para que los adolescentes tomen las decisiones correctas cuando tengan que tratar temas relacionados con su sexualidad y sean capaces de implementar métodos para prevenir embarazos no deseados.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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