Desde el punto de vista cultural y geográfico América Latina y el Caribe puede considerar el conflicto de Ucrania-Rusia como algo lejano a su cotidianidad. Resulta difícil que veamos refugiados ucranianos cruzando el océano Atlántico para venir a la región. La posibilidad de una extensión de ese conflicto armado en Suramérica o el Caribe parece poco probable. Sin embargo, sí existen impactos importantes que afectarán a la economía de los países de la región y el bolsillo de sus ciudadanos.

A diferencia de otras partes del mundo, en América Latina habitan productores de petróleo como Venezuela y Brasil, pero también grandes importadores como Perú y Chile. Con las sanciones impuestas a Rusia por parte de Occidente, se espera un incremento en el precio del barril, algo que no estaba previsto (para bien o para mal) en la planificación fiscal de ningún país.

Rusia y Ucrania están entre los principales productores de trigo del mundo. Ahora con este conflicto, la demanda de todos los productos asociados a este alimento, no se harán esperar. Con este escenario, las previsiones para América Latina y el Caribe no son muy alentadoras. La inflación será protagonista en diversas economías de la región, ante el incremento de los precios de los productos asociados al trigo, así como el incremento del combustible para transportarlos. Ya para 2021, la región estaba enfrentando una presión inflacionaria por las medidas de respuesta al COVID-19. Esto puede empobrecer los hogares, especialmente aquellos con mayor vulnerabilidad.

La región puede sufrir consecuencias indirectas por las sanciones a Rusia, por ser un socio comercial importante de China, quien en la actualidad es el principal inversor de América Latina. Si China no puede acceder al petróleo, aluminio, platino y paladio ruso, esto puede interrumpir las cadenas de suministro, generando escasez de productos de consumo y las importaciones se encarecerán. Por ejemplo, con el aumento del petróleo, la exportación de productos chinos será más costosa, desequilibrando el balance comercial de varios países. De igual manera, con menor acceso al paladio, usado para la fabricación de los dispositivos electrónicos, se incrementará el precio de teléfonos inteligentes y computadores.

Países como Venezuela, México y Brasil pudieran beneficiarse de este conflicto por el aumento en los precios del petróleo, pero si no existe una respuesta con foco en responder a la posible escasez de ciertos alimentos, el dinero puede resultar insuficiente.

Este el momento de fortalecer las relaciones comerciales como región y brindar una respuesta rápida. Para lograr esto, la CEPAL propone la creación de tres pactos: uno productivo, otro social y otro fiscal. Resulta necesario desarrollar nuevos parques industriales, por ejemplo, para impulsar la fabricación de dispositivos electrónicos desde Latinoamérica y no depender de China. Se debe avanzar en la universalización de los sistemas de protección social, para que las personas con mayor vulnerabilidad cuenten con mecanismos básicos de soporte. Por último, si se impulsa una tributación progresiva, combatiendo la evasión (que llega al 6,1% del PIB de la región) y las exenciones tributarias, se puede aumentar la recaudación e invertir en áreas estratégicas para impulso de la productividad.

Las recomendaciones no podrá lograrlas ningún país por sí solo, se necesita de la cooperación regional y la voluntad política por parte de todos los gobiernos. Si no lo hacemos, la pobreza y la vulnerabilidad aumentará, y traerá un nuevo ciclo de descontento social y resurgimiento de populismos en varios países, algo letal para las democracias.

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