China tiene treinta años de crecimiento económico continuo con una tasa promedio interanual superior al seis por ciento. En la última década ha venido superando una por una el tamaño de las economías de países como Japón, Alemania, Inglaterra y Francia y se encamina a superar a los Estados Unidos mucho antes de lo previsto para convertirse en la primera economía del planeta.
Este proceso ha estado enfocado en profundas reformas económicas que han facilitado las inversiones extranjeras en su territorio ofreciendo enormes oportunidades para la alta producción a muy bajo costo. Sus más de mil cuatrocientos millones de habitantes son una tentación para las grandes corporaciones internacionales en tanto signifique producir con una mano de obra barata.
Aunque China por sus dimensiones territoriales y por el tamaño de su población sea miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, ha sabido hasta ahora concentrarse en los temas de economía global sin involucrarse en graves conflictos geopolíticos con su principal inversor y socio comercial, los Estados Unidos. Pero, poco a poco, va asumiendo un rol mundial más relacionado con su importancia geoestratégica actual.
China ha estado invirtiendo mucho dinero en América Latina. Países como Brasil, Argentina, Perú, México y Colombia han sido receptáculos de sus fondos; sin embargo, en éstos, la economía ha sido la protagonista silenciosa en aras de ganar espacios geopolíticos.
Pero con Venezuela y Cuba ocurre algo diferente. Algo que no habíamos visto del gigante asiático y que ya comienza a producir preocupaciones en las agencias de inteligencia globales. China comienza a mostrar sus dientes en contrapartida a los EEUU en un área que tradicionalmente ha estado bajo la influencia de Washington. Los negocios con estos dos países de la región están yendo más allá de lo económico y la influencia china ha hecho que se produzca una dinámica geopolítica diferente.
Tanto para Venezuela como Cuba, China es ahora su principal acreedor. La Habana con los chinos ha construido y fortalecido su relación estratégica a partir de los años noventa, a raíz del derrumbe soviético y el fin de su financiamiento al gobierno de la isla. China se convirtió en la tabla de salvación sobre la cual los cubanos pudieron surfear el llamado “periodo especial” para apuntalar la sostenibilidad del régimen.
Con Venezuela, es más cercana la relación en cuanto al tiempo (más bien desde comienzos de la primera década de este siglo) pero se ha vuelto mucho más intensa y dinámica en cuanto a objetivos tácticos de Beijing. Y con nuestro país está ocurriendo algo novedoso en la política mundial de estos tiempos y es la actuación geopolítica del gigante asiático ya no tan encubierta y discreta como había sido tradición de la diplomacia china.
Venezuela es un país sancionado por los EEUU. Su gobierno no es reconocido por un número importante de países de la región y fuera de ella. Actualmente padece una severa crisis económica que ha potenciado el fenómeno migratorio. Es sabido la falta de dinero fresco para asumir el pago de su deuda pública. No obstante, China acude en su auxilio con una nueva línea de crédito superior a los cinco mil millones de dólares y además, en términos públicos, asume una postura diplomática en defensa del gobierno venezolano en franca alineación con Rusia y el eje La Habana-Caracas.
Algo que está llamando poderosamente la atención de la inteligencia global, tanto así que, hasta el propio vicepresidente de los EEUU, Mike Pence, ha mencionado públicamente el acontecimiento. ¿Qué está buscando China en esta región del mundo? Es la pregunta que muchos se están empezando a hacer. Con Venezuela hay un juego global en donde solo somos una ficha. Cuba y China lo tienen más claro.
***
Las opiniones emitidas en esta sección son de la entera responsabilidad de sus autores.
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China tiene treinta años de crecimiento económico continuo con una tasa promedio interanual superior al seis por ciento. En la última década ha venido superando una por una el tamaño de las economías de países como Japón, Alemania, Inglaterra y Francia y se encamina a superar a los Estados Unidos mucho antes de lo previsto para convertirse en la primera economía del planeta.
Este proceso ha estado enfocado en profundas reformas económicas que han facilitado las inversiones extranjeras en su territorio ofreciendo enormes oportunidades para la alta producción a muy bajo costo. Sus más de mil cuatrocientos millones de habitantes son una tentación para las grandes corporaciones internacionales en tanto signifique producir con una mano de obra barata.
Aunque China por sus dimensiones territoriales y por el tamaño de su población sea miembro permanente del Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas, ha sabido hasta ahora concentrarse en los temas de economía global sin involucrarse en graves conflictos geopolíticos con su principal inversor y socio comercial, los Estados Unidos. Pero, poco a poco, va asumiendo un rol mundial más relacionado con su importancia geoestratégica actual.
China ha estado invirtiendo mucho dinero en América Latina. Países como Brasil, Argentina, Perú, México y Colombia han sido receptáculos de sus fondos; sin embargo, en éstos, la economía ha sido la protagonista silenciosa en aras de ganar espacios geopolíticos.
Pero con Venezuela y Cuba ocurre algo diferente. Algo que no habíamos visto del gigante asiático y que ya comienza a producir preocupaciones en las agencias de inteligencia globales. China comienza a mostrar sus dientes en contrapartida a los EEUU en un área que tradicionalmente ha estado bajo la influencia de Washington. Los negocios con estos dos países de la región están yendo más allá de lo económico y la influencia china ha hecho que se produzca una dinámica geopolítica diferente.
Tanto para Venezuela como Cuba, China es ahora su principal acreedor. La Habana con los chinos ha construido y fortalecido su relación estratégica a partir de los años noventa, a raíz del derrumbe soviético y el fin de su financiamiento al gobierno de la isla. China se convirtió en la tabla de salvación sobre la cual los cubanos pudieron surfear el llamado “periodo especial” para apuntalar la sostenibilidad del régimen.
Con Venezuela, es más cercana la relación en cuanto al tiempo (más bien desde comienzos de la primera década de este siglo) pero se ha vuelto mucho más intensa y dinámica en cuanto a objetivos tácticos de Beijing. Y con nuestro país está ocurriendo algo novedoso en la política mundial de estos tiempos y es la actuación geopolítica del gigante asiático ya no tan encubierta y discreta como había sido tradición de la diplomacia china.
Venezuela es un país sancionado por los EEUU. Su gobierno no es reconocido por un número importante de países de la región y fuera de ella. Actualmente padece una severa crisis económica que ha potenciado el fenómeno migratorio. Es sabido la falta de dinero fresco para asumir el pago de su deuda pública. No obstante, China acude en su auxilio con una nueva línea de crédito superior a los cinco mil millones de dólares y además, en términos públicos, asume una postura diplomática en defensa del gobierno venezolano en franca alineación con Rusia y el eje La Habana-Caracas.
Algo que está llamando poderosamente la atención de la inteligencia global, tanto así que, hasta el propio vicepresidente de los EEUU, Mike Pence, ha mencionado públicamente el acontecimiento. ¿Qué está buscando China en esta región del mundo? Es la pregunta que muchos se están empezando a hacer. Con Venezuela hay un juego global en donde solo somos una ficha. Cuba y China lo tienen más claro.
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Las opiniones emitidas en esta sección son de la entera responsabilidad de sus autores.