La política no es un juego para ingenuos. No puede serlo un juego cuyos parámetros se definen alrededor de la búsqueda del poder. No debe sorprendernos, entonces, la decisión tomada por el CNE. Yo creo que era de esperarse. Por eso causa estupor la sorpresa que algunos han mostrado ante lo que no era más que la ‘crónica de una muerte anunciada’. Basta con recordar que desde hace semanas los voceros del chavismo se han dedicado a posicionar la idea de que el RR no se realizaría este año. El CNE obedientemente se pliega a las exigencias del poder.

Nunca creí que el problema del RR estuviese sometido a limitaciones de carácter técnico. Ese es un falso dilema. En efecto, se ha demostrado en varias oportunidades que el CNE tiene capacidad operativa para organizar procesos electorales con relativa presteza. Cada vez es más claro que se trata de un problema exclusivamente político. Así pues, el asunto está referido no solo a la posibilidad de obtener los números que hacen falta para alcanzar, en condiciones francamente adversas, el 20% requerido, sino, sobre todo, a la capacidad política para organizar a la gente, movilizarla en el reclamo de sus derechos y construir las condiciones para la realización de la convocatoria correspondiente.

El problema es que, en situaciones complejas como las que vivimos, la política requiere de la construcción de una narrativa a partir de la cual pueda construirse una visión particular acerca del futuro. Hacer política es hacer discurso. Es el discurso el que moviliza, el que justifica la acción. Un ejercicio político sin fundamentación se vacía de contenido, pierde significación, se hace insostenible, pierde efectividad.

Imaginemos que Martin Luther King, hubiese finalizado la Marcha de Washington en favor de los derechos civiles de la población afroamericana de su tiempo leyendo un manifiesto, diciéndole a la gente que se fuera a tocar sus cacerolas para que el Gobierno de Kennedy se diera cuenta de que estaban arrechos. Creo que si así lo hubiese hecho, el Dr King no hubiese adquirido la estatura histórica que lo caracteriza. Encontró otra alternativa. Decidió dar un discurso extraordinario, un discurso que movió las bases de la estructura política estadounidense y abrió un espacio para la transformación política de ese país.

Es así que el Dr. King manifestó el contenido de su sueño por una sociedad mejor, lo compartió con la humanidad y movilizó políticamente a los agentes que eran necesarios para el cambio de su país. A los venezolanos parece bastarnos con el voluntarismo. Nos encantan los ‘vuelvan caras’ heroicos, mucho más que la reflexión cuidadosa. Quizás por eso despreciamos de la manera como lo hacemos a la academia. Hay un desprecio terrible por la inteligencia y sus manifestaciones.

A los líderes políticos hay que pedirles resultados. Les corresponde asumir su responsabilidad ante la adversidad o dar paso a alguien más. En los países serios los políticos que no dan resultados concretos se les solicita pasar el testigo. A nadie en su sano juicio puede ocurrírsele que la Gran Bretaña se viese obligada a mantener a Chamberlain en el poder cuando se hizo evidente que no podía enfrentarse a Hitler. Por el contrario, se le solicitó que pasara el testigo a alguien más. Parece evidente que la imposibilidad del RR este año habla de un liderazgo político que no se encuentra a la altura de los tiempos, que no ha logrado interpretar las necesidades del momento histórico, que no tiene el musculo suficiente para enfrentar los retos del presente y del futuro próximos.

La política es una construcción discursiva, pero no cualquier construcción. Se trata de una que interpreta el momento histórico, que se construye con los demás. Así, Juan Pablo II nos convocaba a no tener miedo, Reagan llamó a derribar el muro, Mao convocó a una larga marcha, Betancourt convocó a educar al soberano. Se trata de la interpretación del momento particular en el cual se construye lo político, se convoca. Creo que nos falta mucho de eso en tanto que tenemos ingenuidad de sobra.

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