Ahora que nos ha tocado la puerta la crueldad de la hiperinflación, podemos decir que en nuestro país, en cuanto a la economía se refiere, ya lo hemos sufrido todo. A lo largo de nuestra historia, hemos disfrutado de bonanza y estabilidad económica; períodos ásperos -aunque soportables-, y ahora una debacle sin comparación, pues, jamás habíamos tenido 4 años consecutivos de contracción económica y niveles inflacionarios escandalosos. Definitivamente, Venezuela ha experimentado todas las etapas que encierran los ciclos económicos y nadie nos vendrá a “echar cuentos”. Estamos en el peor de los mundos: Hiperinflación con profunda caída del PIB.
Cuando se investigan los casos hiperinflacionarios en la historia reciente, se identifica como el causante de estas distorsiones económicas el enlace de varios puntos comunes:
a) gasto expansivo no moderado
b) impresión de dinero inorgánico
c) conflictos sociopolíticos
d) controles cambiarios
e) inversiones públicas corrompidas
f) controles de precios de los bienes y servicios
g) pérdida de la autonomía del Banco Central
h) elevados niveles de deuda
j) desmantelamiento de las reservas internacionales.
En estas economías, es natural que una compra usual en un supermercado se hable de millones y que además las personas estén desesperadas por desprenderse de la moneda local, como si quemara. Igualmente, se manifiesta cada vez más rápido el número de veces que decretan aumentos salariales, y repetidamente se planifica la emisión de billetes de altas denominaciones. En nuestro caso, pudimos ver cómo en menos de un año pasamos de retirar forzosamente el billete de mayor denominación, que era de 100 bolívares a imprimir uno de 100.000. Y esto, con todas las de la ley, está muy lejos de ser un éxito económico.
Asimismo, salvando las particularidades de cada economía, según la gravedad de sus trastornos, se tienen unos remedios estándar para superar estas circunstancias:
a) Unificación cambiaria
b) Cooperación internacional
c) Liberación de los precios de los bienes y servicios
d) Acuerdos políticos, económicos y sociales consensuados
e) Ventas de empresas estatales inviables;
f) Recortes del gasto estatal
g) Cambios en la política comercial
h) Aumentos de tarifas públicas
i) Medidas atractivas para la inversión extranjera y nacional
j) Reconstrucción de la institucionalidad.
Las lecciones que debemos rescatar es que ningún país se sobrepuso a esta condición calamitosa sin un plan de estabilización macroeconómica, ni mucho menos negándose a recibir ayuda internacional o tomando medidas aisladas reiteradamente. Y quien quiera oponerse al uso de las herramientas que brinda la racionalidad económica, simplemente está lanzando un discurso para el graderío que sólo servirá para profundizar la desgracia pues es falso que podremos cumplir en solitario unos compromisos de deuda, hasta el 2027, de 8 mil millones de dólares en promedio, sin agravar la escasez de medicamentos y alimentos.
Pero entre tantas nubes grises hay dos buenas noticias que nos señala la experiencia de otras naciones: Esta enfermedad tiene cura y estas situaciones son tan sofocantes que los gobiernos son obligados por la fuerza de las eventualidades a tomar medidas drásticas y la espiral hiperinflacionaria dura en promedio 2 años.
Tenemos que ser buenos pacientes y tomarnos los medicamentos, porque no nos prestarán ni una guayaba para reactivar la industria nacional si seguimos imprimiendo dinero con una ebriedad alucinante que sólo acuña nuevos problemas. Y ni en sueños podremos romper la inercia inflacionaria si persistimos en omitir la lógica económica y rechazar la concertación con todos los actores de la vida nacional.
Cuando el Ministro de Economía peruano, Juan Carlos Hurtado, comunicó los detalles del plan económico conocido como el “Fujishock” en 1990, que sirvió para ganarle a la hiperinflación, él terminó su alocución con la siguiente expresión: “Que Dios nos ayude”. Es propicia la ocasión para desear lo mismo.
Foto: Archivo Cocuyo
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Que Dios nos ayude… Dios proveerá… No hay mal que dure cien años… Dios aprieta pero no ahorca… Nada es para siempre… Todo pasa…
¡Cuántos refranes que ponen su firma a situaciones apremiantes!
Ahora bien, si bien la Providencia nos ayudará a salir de esta situación, en algún momento habrá que tomar esa medicina amarga que a nadie le gusta pero que es necesaria para curar un mal determinado. Sin embargo, para que ese momento llegue lo primero que debería hacer el gobierno venezolano es reconocer que debe cambiar su política económica. Eso, a todas luces, pasa por dar también un giro en su modelo político-social, algo que supongo le resulta difícil de aceptar.
No se pueden esperar resultados diferentes aplicando las mismas fórmulas. Pero también la coherencia, la lógica y la sensatez privan cualquier acción que en este sentido se lleve a cabo. A veces los problemas más complejos tienen la soluciones más simples…
Gracias por tu muy buena exposición Oscar. Saludos cordiales.
Mil gracias a ti por tus comentarios que son complementos valiosos, Ángel. Saludos de vuelta.