Cuando se hace referencia a economías enloquecidas, basta un paseo por la Bolivia de la década de los 80 para exponer un claro ejemplo de ello. El país altiplánico vivió un período desastroso entre 1982-1987. Sin embargo, este contexto gris fue gestándose en años anteriores, debido a tres razones: a) la inestabilidad política protagonizada por insurrecciones militares (desde 1978 a 1982 desfilaron 10 presidentes por el Palacio Quemado); b) el desplome del precio del estaño que conllevó la disminución de los ingresos fiscales; c) un aumento salvaje de deuda externa de corto plazo que terminó en una suspensión de pagos al poco tiempo.
En los albores de 1982, asume el mandato de la presidencia boliviana Hernán Siles Zuazo (1982-1985), el cual agrietó aún más la economía con un gasto fiscal desaforado y una política cambiaria llena de controles.
Durante estos años, se intentaron revertir las deformaciones económicas, representadas en la elevada inflación y la cotización mercado paralelo de divisas, con medidas paliativas como el recurrente aumento salarial, devaluaciones frecuentes y pequeños ajustes de precios de unos cuantos productos. Pero no enfrentaban el enorme déficit fiscal y omitían la distorsión de tener un tipo de cambio desalineado. Por citar unas cifras: en el año 1982 el dólar oficial estaba fijado en 200 bolivianos y en el paralelo se cotizaba a 283. No obstante, en 1985 estaba impuesto oficialmente en un valor de 75.000 bolivianos y en el mercado negro ya se transaba con un número sideral cercano al 1.050.000. Por estos y otros motivos, la aceleración de los precios continuaba desenfrenada. Finalmente, los dos últimos años -1984 y 1985- de mando de Siles Zuazo, concluyen con una inflación de 2.177% y 8.171%, respectivamente.
Al profundizarse el caos social y el desconcierto en todos los ámbitos, Siles Zuazo convoca a elecciones anticipadas. En esos comicios es elegido presidente Víctor Paz Estenssoro (1985-1989). En el primer mes de gobierno, se redireccionó la política económica por medio de rigurosas medidas, entre las cuales destaca la unificación cambiaria y las reducciones del déficit fiscal que implicaron dolorosos congelamientos de salarios y cese de inversiones públicas.
Básicamente, fue un tratamiento de shock que consistía en buscar oxígeno financiero, por lo cual nacieron nuevos impuestos y se formalizó la liberación de los mercados de bienes y servicios, financieros y laborales. Todo esto fue soportado con políticas monetarias y fiscales disciplinadas. Asimismo, se destacan las resoluciones orientadas hacia la apertura comercial exterior con aranceles uniformes y la disminución de la participación estatal en todas las actividades económicas.
Los correctivos fueron severos, porque no hubo un incremento salarial en el momento (aunque posteriormente se creó un sistema de indexación de remuneraciones anclados al tipo de cambio) ni ninguna compensación para atenuar todos los ajustes económicos que sufrieron los bolivianos (las pocas atenciones de política social fueron posibles gracias a donativos del extranjero). Sin embargo, sirvieron para superar la hiperinflación en menos de un año. A partir de 1986, la economía pasó de tormentosas tasas inflacionarias de 3 dígitos mensuales a cifras de 2 dígitos anuales.
En estos tiempos que corren, Bolivia navega con un crecimiento económico envidiable de 4% -en promedio- en los últimos 10 años, conjuntamente con una inflación moderada de 6% en dicho período. Y gracias a la estabilidad de esta época, ha podido recibir inversión extranjera como nunca antes de su historia reciente, la cual se ha aprovechado para dinamizar sectores económicos no tradicionales que han contribuido en la reducción del desempleo. Por si fuera poco, últimamente el país ha recibido elogios internacionales por sus avances en la disminución de la pobreza y la modernización de su gestión pública.
Foto: Archivo Efecto Cocuyo
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Las opiniones expresadas en esta sección son de la exclusiva responsabilidad de sus autores.
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En los albores de 1982, asume el mandato de la presidencia boliviana Hernán Siles Zuazo (1982-1985), el cual agrietó aún más la economía con un gasto fiscal desaforado y una política cambiaria llena de controles.
Durante estos años, se intentaron revertir las deformaciones económicas, representadas en la elevada inflación y la cotización mercado paralelo de divisas, con medidas paliativas como el recurrente aumento salarial, devaluaciones frecuentes y pequeños ajustes de precios de unos cuantos productos. Pero no enfrentaban el enorme déficit fiscal y omitían la distorsión de tener un tipo de cambio desalineado. Por citar unas cifras: en el año 1982 el dólar oficial estaba fijado en 200 bolivianos y en el paralelo se cotizaba a 283. No obstante, en 1985 estaba impuesto oficialmente en un valor de 75.000 bolivianos y en el mercado negro ya se transaba con un número sideral cercano al 1.050.000. Por estos y otros motivos, la aceleración de los precios continuaba desenfrenada. Finalmente, los dos últimos años -1984 y 1985- de mando de Siles Zuazo, concluyen con una inflación de 2.177% y 8.171%, respectivamente.
Al profundizarse el caos social y el desconcierto en todos los ámbitos, Siles Zuazo convoca a elecciones anticipadas. En esos comicios es elegido presidente Víctor Paz Estenssoro (1985-1989). En el primer mes de gobierno, se redireccionó la política económica por medio de rigurosas medidas, entre las cuales destaca la unificación cambiaria y las reducciones del déficit fiscal que implicaron dolorosos congelamientos de salarios y cese de inversiones públicas.
Básicamente, fue un tratamiento de shock que consistía en buscar oxígeno financiero, por lo cual nacieron nuevos impuestos y se formalizó la liberación de los mercados de bienes y servicios, financieros y laborales. Todo esto fue soportado con políticas monetarias y fiscales disciplinadas. Asimismo, se destacan las resoluciones orientadas hacia la apertura comercial exterior con aranceles uniformes y la disminución de la participación estatal en todas las actividades económicas.
Los correctivos fueron severos, porque no hubo un incremento salarial en el momento (aunque posteriormente se creó un sistema de indexación de remuneraciones anclados al tipo de cambio) ni ninguna compensación para atenuar todos los ajustes económicos que sufrieron los bolivianos (las pocas atenciones de política social fueron posibles gracias a donativos del extranjero). Sin embargo, sirvieron para superar la hiperinflación en menos de un año. A partir de 1986, la economía pasó de tormentosas tasas inflacionarias de 3 dígitos mensuales a cifras de 2 dígitos anuales.
En estos tiempos que corren, Bolivia navega con un crecimiento económico envidiable de 4% -en promedio- en los últimos 10 años, conjuntamente con una inflación moderada de 6% en dicho período. Y gracias a la estabilidad de esta época, ha podido recibir inversión extranjera como nunca antes de su historia reciente, la cual se ha aprovechado para dinamizar sectores económicos no tradicionales que han contribuido en la reducción del desempleo. Por si fuera poco, últimamente el país ha recibido elogios internacionales por sus avances en la disminución de la pobreza y la modernización de su gestión pública.
Foto: Archivo Efecto Cocuyo
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