Por todas las circunstancias que conocemos, hoy el ciudadano le cuesta mucho alzar la vista para intentar ver un poquito más allá del tiempo presente, y si hoy alguien le dice que habrá un desenlace y estas son las últimas Navidades del presidente Maduro, muchos le contestarían: “Deja la burla”. Y los más optimistas expresarían un simple: Ay, ojalá”.

Estamos en presencia de una sociedad extenuada, donde el Estado no garantiza ni su existencia misma. El único cambio en el que cree el país, es el del precio de cualquier producto al final de la tarde. Y todas las proyecciones nos informan que el próximo año se acelerarán aún más los precios, de tal manera que, en un mediodía tendremos la inflación que Colombia o Chile tienen en un año.

Siguiendo con los reportes que nos acercan los organismos internacionales, nos encontramos que los cubanos y los haitianos perciben un mayor ingreso salarial que nosotros, dado que nuestro salario mínimo es muchísimo menos que un dólar diario. Y por si fuera poco, las cifras nos señalan que al terminar el próximo año lo único que exportaremos serán venezolanos.

Sin embargo, no todo es lamento fúnebre.  Hoy se notan muchos esfuerzos por agrupar a especialistas de distintas materias para proponer planes, proyectos y programas que nos saque del pantano cuando se materialice un cambio de administración. Entre tanta dispersión de fuerzas opositoras, al menos los equipos técnicos que los rodean sí existen muchos puntos comunes para reconducir al país, bajo ideas consensuadas y perspectivas de largo alcance. Y para este propósito a nadie se puede excluir, a todos debemos escuchar.

Indudablemente, firmamos el peor año económico que la historia contemporánea ha registrado. Y si permanecen todas las condiciones que se sufren hoy, no es difícil predecir que todas las señales apocalípticas nos acompañarán el próximo año.

Un desenlace inesperado

Pese a todo, la experiencia histórica nos dice que ningún país ha soportado una depresión económica y una hiperinflación por tanto tiempo, debido a que siempre los responsables cambian o los cambian. Es tan asfixiante e inhumana la vida diaria que termina rebelándose la población de cualquier manera. Nadie sabe cómo será el desenlace de este drama humanitario, pero sí habrá fin, y los culpables lo saben. Por esta razón, buscan la forma de ganar tiempo e intentar con algunos gestos transmitir un  poquito de seguridad y dominio, pero se les nota la inestabilidad e ingobernabilidad por todos los costados.

El país se les fue de las manos, ya no pueden ocultar sus desmanes y están registrados todos sus abusos. Solamente estamos a la espera de una oposición coordinada, cohesionada y tercamente unida para ver la luz de esta larga noche.

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