En medio de una gruesa polvareda

Ejercer gobierno, compromete no sólo capacidad, también motivación. Pero de manera fundamental, implica conciencia y buena voluntad. Virtudes que escasean cuando se trata de una dictadura.

O peor aún, cuando el gobierno está dirigido por un dictador tirano, es decir, un gobernante carente de toda virtud que exalte la mejor disposición de servicio político a la orden del clamor social, de las disfunciones de la economía y de las agobiantes contingencias que carcomen la esencia de una república, de una nación y de un Estado.

La contracción que induce el subdesarrollo

Tristemente es el problema que acontece en distintos países distribuidos por el mundo entero. Aunque, con mayor incidencia en realidades acusadas por el subdesarrollo, muy a pesar de ser un término superado como categoría política y social.

Sin embargo, en contextos enrarecidos por tan complicadas crisis, esos países insisten en alzar sus banderas de obtusas ideologías. Sus debilitados símbolos de patria acontecida, su desgastada idiosincrasia y su falsa historia política y rancio modelo cultural pretendido.

Es el caso de países latinoamericanos, particularmente, sin que otros, del continente africano o del asiático, puedan escapar de tan erosionadas realidades, en especial Venezuela, toda vez que su caso es auténtica representación de una insólita contracción.

Asimismo, de una contrariada administración de gobierno, ajustada según las indicaciones de una onda militarista dominante, cuyas actuaciones buscan emular doctrinas políticas medievales. Actuaciones estas que no entendieron las consecuencias de insuficiencias que las interpretaciones y críticas de entonces le dieron. 

Fue así como esa horda de pésimos gobernantes y politiqueros de oficio, terminó remedando desatinadamente la teoría político-económica del socialismo. Doctrina ideológica formulada para contrarrestar los efectos del liberalismo salvaje que había logrado imponerse en medio de presuntuosas realidades. Pero esos hipócritas personajes, lo hicieron pregonando a los cuatro vientos, -engañosamente- actuar a favor de las libertades y los derechos del ser humano. ¡Meras patrañas!

Implicaciones de jugar sucio

Hoy, se vive un país agobiado por problemas de toda índole. A consecuencia de las mañas de dirigentes políticos de toda calaña y posición, para quienes el ejercicio de la política sólo vale para embucharse de recursos expoliados mediante abuso del poder ejercido.

Tanto es así, que Venezuela cayó en un profundo pozo contaminado de cuantas suciedades, aires de mala muerte y costumbres de rico a la fuerza que pudieron juntarse para entonces derruir la estructura republicana, arruinar la hacienda pública, extorsionar y chantajear a quienes se atrevieron a criticar al régimen político por el deplorable gobierno que logró estructurar a punta de fraudes. 

Hoy, Venezuela se retuerce entre los recuerdos de realidades que fueron referencias de debida funcionalidad en aspectos relacionados con la economía, la administración pública, la seguridad social, los niveles de empleo alcanzados y las remuneraciones del consecuente trabajador. En fin, nada que pueda asociarse al despilfarro, la corrupción y al sectarismo que caracteriza al discurrir actual.

Agresiones que matan

Con el cuento creado por el régimen para simular los efectos de vivir bajo un modelo político que incite “justicia y paz”, intenta aplicar nuevos métodos de represión. De ahí, surge la sarcástica, conspiradora y malévola idea del “Plan Furia Bolivariana” el cual pretende motivar la defensa de huestes corruptas enclavadas en el alto gobierno.

De ahí, la entrampada medida de inhabilitación a quien, legítimamente, ha sido abanderada por el voto de una población mayoritaria que “hasta el final”, apuesta a recuperar la democracia secuestrada. Es así como surgen nuevas excusas para arremeter contra la ciudadanía de convicciones libres lo cual maquinan con el empleo de novedosas técnicas de tortura.

Por otra parte, están los crímenes de lesa humanidad que son realidades imposibles de esconder. No obstante, la justicia internacional buscará los intersticios o necesarias rendijas apropiadas por donde introducirse para actuar con el empeño que clama la ecuanimidad, aunque el gobierno pueda servirse de la actuación desmedida e ilegal de los llamados “colectivos del terror”, como parte de los recursos represivos del régimen para infundir maldad, miedo, muerte y desgracia.

Estas prácticas, hartamente conocidas por gobiernos foráneos y organizaciones defensoras de derechos humanos, comenzaron a activar respuestas convertidas en medidas cuya aplicación, sin duda, ha debilitado duramente al régimen. Razón además para hacer que pierda el equilibrio que, por forzosa combinación, lo ha mantenido afianzado. Aunque a raya, a decir de las difíciles coyunturas. 

Por eso, cabe afirmar que, ante tanta tropelía cometida desde el poder, el régimen se halla sitiado o cercado pues ahora se encuentra atrapado en medio de una gruesa polvareda.

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