Ver más de
Antonio José Monagas
Hay realidades que parecieran no tener explicación. Son realidades turbias. Son realidades que se prestan al juego de la política. Pero de la política cuyo ejercicio es simplemente disimulo. Disimulo para justificar la apariencia que mejor convenga al momento. Así como a los intereses de quienes se aprovechan de las circunstancias situadas en el contexto de la praxis política. E incluso, como producto de tan acusado ejercicio.
Cuando la verdad se esconde detrás de las apariencias es porque las coyunturas se hacen cómplices de los hechos que trastocan y subvierten las realidades. Sobre todo, cuando dichas coyunturas son forjadas para que luzcan alineadas con las necesidades que mueven a quienes detentan el poder a instancia de alguna torcida ideología.
Es el problema que sucede en el fondo de situaciones que buscan ocupar la palestra propia de las actuales realidades. Aunque no cabe la menor duda de que estas realidades están atestadas de incógnitas que sobrepasan la capacidad de investigación y solución de instancias preocupadas por sanear el ejercicio de la política.
Sin embargo, su praxis sigue viéndose contravenida pues continúa tergiversándose. Tras cualquier acción de un operador político o dirigente, pueden hallarse dudas que no alcanzaron a dilucidarse. Por lo contrario, se sembraron más intriga que antes. Sus incidencias, siguen fluctuando entre desaciertos. Unos graves. Otros, desfallecidos.
En medio de tanta ambivalencia maliciosamente inducida, procura erigirse el terreno en el que esos politiqueros de marras hacen de cada ambigüedad o causa estanca la oportunidad para saciar sus más recónditas apetencias.
Por eso se tienen sistemas políticos en los que todo resulta en crasos fiascos. Retorcidos resultados. Todo, derivado de realidades enturbiadas a consecuencia del superlativo grado de podredumbre encauzado por las brechas entre el discurso y los hechos. Y es ahí, donde se incita la motivación a que el ejercicio de la política se convierta en razón para encubrir razones. Para solapar explicaciones o disimular condiciones.
Es ese el ámbito que mejor sirve a quienes presumen de “políticos” para zamurear (samurear) o acechar escenarios en los cuales se sospeche la existencia de acopios que puedan usurparse en provecho propio. O del grupo político-partidista. Del grupo de aduladores, secuaces o intermediarios. Sin que el aludido “zamureo” los obligue a declarar lo sustraído. Por lo que el delito perpetrado es calificado como un hecho de corrupción en términos de cualesquiera de sus manifestaciones, ubicaciones y dimensiones.
Es lo que caracteriza situaciones políticas. Más en el caso de realidades donde la concepción de “República” se ha extraviado. Y los fundamentos jurídicos de la institucionalidad cuyos postulados y criterios cimientan la Carta Magna, les ha sucedido lo mismo.
Es así como el “zamureo” se convierte en el signo de la actividad política. Bien desde el proselitismo disfrazado de gestión política. O de la gestión política disfrazada de gobierno. Desde donde se mire el ejercicio de la política, persiste el “zamureo”. Quizás, como consecuencia de la deshonestidad. O de la viveza (perspicacia) de quienes han hecho de la política un oficio de vida. Además, sin haber pasado por una escuela de gobierno. Sólo por el afán de situarse en las alturas del poder. O por figurar socialmente. O por sentirse por encima del sitial que, de forma acelerada, le habría permitido otra actividad o quehacer.
Es pues inaceptable que, en medio de realidades políticas desmembradas y asediadas por la crisis de salud que insumió al planeta, dirigentes políticos de cualquier bando, sigan zamureando todo lo que las tentaciones -en franco roce con fraguadas seducciones- inspiran desde el manido populismo.
Peor aún, desde un populismo (estatismo, centralismo, presidencialismo, partidismo) en desvergonzada asociación con la demagogia, la revancha y el resentimiento. Lugar éste, de fácil ocupación por prácticas de terrorismo de Estado y de negociaciones ilícitas. Y que a su vez, provocan el desmoronamiento de lo que cabe bajo el concepto de “soberanía”. O del “Estado democrático y social de Derecho y de Justicia”.
De manera que a todas estas resulta absurdo consentir que hordas de individuos investidos de “políticos”, se dediquen a enturbiar más aún las realidades de una nación. Apropiándose indebidamente de lo zamureado o velado. Actuando por el impulso que infunde el poder en su más negativa acepción. De ahí que vale cuestionar públicamente el hecho de seguir castigando a una nación a alcanzar el descalabro político, económico y social. Todo como resultado de lo que implica el “zamureo” de la política.
***
Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Primero yo, segundo yo, tercero…
El suicidio de adolescentes se ha convertido en un problema de salud pública, según alerta la Organización Panamericana de la Salud en su último informe en 2021. Profesionales de la salud mental han dado cuenta del aumento de suicidios, casos que lo han intentado fallidamente o la ideación suicida durante o después del confinamiento y […]
El rechazo, odio o prejuicio hacia las mujeres producto de la creencia de que la mujer es el sexo débil e inferior con respecto al sexo masculino, no es cosa del pasado. A veces creemos que tal manera de entender el ser mujer, era parte de los dogmas prevalecientes durante la Grecia antigua o la […]
El aforismo popular dice: de músico, poeta y loco, todos tenemos un poco. Sin embargo, es propio reconocer que dicho adagio no cae en contemplaciones alejadas de la verdad. Poco se actúa apegado a la racionalidad que el pensamiento ordena. En el ejercicio de la política se han registrado casos como si se trátase de […]
Algo extraño está sucediendo a bordo de una de las naves espaciales más icónicas del siglo XX: Voyager 1. Lanzada en 1977, salió del sistema solar hace 12 años y entró en el espacio interestelar. A pesar de su avanzada edad y de haber recorrido una distancia de 23 mil millones de kilómetros de la […]