El dilema de las políticas públicas

Como toda disyuntiva, las políticas públicas (en el contexto de países periféricos) son objeto de la incomprensión tanto como de la desidia característica de tan cuestionadas realidades, aunque el ordenamiento jurídico busca sortear el provecho de las políticas públicas.

Ello, a fin de afianzar el desempeño funcional que se espera de todo organismo comprometido con el desarrollo político, económico, cultural y social de naciones afectadas por el desorden administrativo que sacude la figura de Estado. Aunque en la actualidad, sigue manifestándose el desconcierto que trastoca las realidades gubernamentales. Y, por tanto, nacionales.

Sin embargo, ante las realidades contrariadas por las cuales atraviesan países como representa el caso Venezuela, por ejemplo, y en razón del dilema que confrontan las políticas públicas en términos de lo que exigen los momentos a los cuales corresponde su formulación, implantación y evaluación, es imperioso hacer algunas consideraciones.

En principio, vale expresar que esta disertación apuntará a exponer una opinión sobre el problema que data la desfavorable funcionalidad del sector público en la perspectiva de políticas públicas poco efectivas dado ciertas insuficiencias a ser analizadas seguidamente. 

Se busca asomar una breve reflexión del problema de pesadez característico de algunas dependencias gubernamentales, ocasionado al verse exentas de la capacidad apropiada para formular políticas públicas y para operar las mismas. O sea, políticas que garanticen el manejo eficaz y eficiente de las funciones propias que pautan los objetivos inherentes a sus correspondientes misiones, tal como lo describe el trazado jurídico-legal de las competencias y responsabilidades respectivas. Por eso adquiere sentido hablar del dilema que sufren las políticas públicas.

Una precisión conceptual

De entrada, es pertinente hacer alguna aclaración que conduzca a precisar que son las políticas públicas. Más, porque generalmente sus propósitos derivan del ejercicio político asumido desde la elocuencia aprovechada como narrativa, de la cual hace uso el gobernante mediante la oralidad. Así tiende a arrogarse la capacidad para definir el cómo, el cuándo, el para qué, el por qué y el con quién, habrá de procurar la realización y cumplimiento de medidas adoptadas en virtud del programa político expuesto como guión o esquema de una presunta organización de la gestión política prometida electoralmente. 

Cuando lejos de estas presunciones, siempre apoyadas en el ejercicio del poder, las políticas públicas son otra cosa, son cursos de acción elaborados a instancia de los problemas analizados.

Por ejemplo, según el profesor universitario, el mexicano Miguel Ángel Porrúa, en su libro “La hechura de las políticas públicas” (Aguilar Villanueva, L.F. Editor, México 1996) las políticas públicas son “el diseño de una acción colectiva intencional el cual adquiere forma mediante la toma de decisiones en el curso de la gestión pública”.

De acuerdo a Lahera, Eugenio, analista de políticas públicas y asesor de la CEPAL, las mismas “(…) corresponden a cursos de acción y flujos de información relacionados con un objetivo público definido de forma democrática con la participación de actores políticos compenetrados con los problemas en cuestión” (Del libro “Introducción a las Políticas Públicas”. Fondo de Cultura Económica, Santiago de Chile, 2002)

Problemas de gestión pública

En cuanto a lo que las realidades públicas permiten inferir, la situación es abruptamente diferente respecto de lo que plantea una política pública. Estas realidades, padecen de un rezago que sitúa su funcionalidad amañada a añosas circunstancias y a procedimientos vetustos.

Sobre todo, al momento de reconocer su subordinación a procesos de elaboración y toma de decisiones públicas no sólo cimentados sobre operativos carentes de una visión sistemática de la acción estatal y gubernamental, sino también, suplidos por criterios politizados y supeditados al inmediatismo que incitan la improvisación empleada como “comodín” de la gestión pública.

Acá surge la interrogante relacionada con conflictos propios de realidades mañosas: ¿Por qué no hay políticas públicas elaboradas debidamente? Lo que se conoce a ese respecto, son meras intenciones de ordenar algunas acciones. Además, supuestas políticas dado que poco o nada son cumplidas o atendidas pues la improvisación se impone como recurso operativo. Por tanto, desplaza las medidas mentadas como “políticas”. Pues así, resulta fácil al gobernante seducir al gobernado hablándole de “políticas públicas”. 

Acoger y entender la esencia de una política pública, indistintamente del área de desarrollo humano, político, social o económico que busque favorecer, reclama una importante dosis de observancia, acatamiento y atención. Más, cuando es el resultado de un exigente proceso que implica diseño, formulación, implantación y seguimiento de políticas cuyas decisiones demandan un cuidado especial que compromete su aplicación, gerencia y evaluación.  

Lecturas del alcance

A pesar de la complejidad en que la política pública establece su cometido, su intencionalidad tiende a sucumbir por el carácter paradójico que caracteriza sus propuestas. De ahí que hablar del dilema de las políticas públicas, tiene el sentido que su interpretación refiere dada las imprecisiones contenidas por causa de problemas que adelante serán señalados, lo cual, particularmente, ocurre en contextos donde los problemas del subdesarrollo se impregnan de reticencia y lastran la esencia de las políticas.

Sobre todo, al comprender que la formulación de una política no ha de seguir un método predeterminado ya que su estructuración debe regirse por el por el principio de problematizar la realidad cuestionando su disposición y ordenación, pues así se posibilita construir un mundo mejor. Pero en ello se oculta el carácter paradójico que circunda a las políticas públicas.

Entonces, formular políticas públicas, pareciera tener que hacerse desde el ejercicio de la política. Así podría posibilitarse que su comprensión sea abordada desde la esencia de procesos y realidades políticas por cuanto ahí lucen comprometidos actores con intereses variados y necesidades diferenciadas. Y por propio que pareciera, en su realización se hallan problemas que mayormente dificultan su arraigo. Especialmente, en el terreno de realidades ahogadas en reveses, contrariedades y emergencias, como en efecto están. 

Esta observación, remite al debate que ha venido ganando adeptos compenetrados con el estudio de la historia política y social contemporánea latinoamericana. Tanto, que el periodista e historiador Carlos Alberto Montaner, habla de interrogantes que ponen de bulto cuestiones cuyas respuestas inquietan sobre la cultura política del latinoamericano. Preguntas, por ejemplo, que giran alrededor de ¿por qué América Latina es la zona más inestable y pobre de la civilización occidental?

(Continuará)

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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