No hay crímenes feos, ni bonitos pero hay crímenes horrendos como cuando la víctima tiene poca edad. Mientras menos edad tenga, mayor espanto produce el crimen. Se trata de matar a un o una inocente. También es horrendo, independientemente de la edad de la víctima, cuando el asesinato sigue a una violación sexual y más, cuando el violador/asesino es familiar de la víctima.

Los crímenes sexuales en donde víctima y victimario tienen nexos familiares nos dice que algo mal ocurre en la institución familiar y que la sociedad ha fallado en suministrar recursos educativos para impedir esas conductas y esos crímenes. Familia y sociedad pasan a ser corresponsables de esos crímenes.

Tres impactantes crímenes

Una niña de 5 años fue violada sexualmente y asesinada. El acusado del crimen es su hermanastro de 15 años. Dos niños pero no en juego de niños. La autopsia ha revelado que la niña había sido abusada sexualmente con anterioridad. No se sabe si por el mismo niño asesino.

Un abuelo fue detenido por haber violado, reiteradamente, a 6 nietas, entre 3 y 16 años. Ninguna muerta pero todas lesionadas de por vida. No se sabe si la madre de estas niñas también, en su momento, fue objeto sexual de su padre. El incesto es una conducta que no surge de un día para otro, ni se desarrolla con la edad. El abuelo ha podido sentirse con derecho de macho, de pater familia.

Una madre, para vengarse de su marido, asesina a su hija de 6 años, antes de que el padre se la lleve con derecho otorgado por un tribunal. Violencia vicaria llaman a ese acto. No es sexual pero es violencia de género.

Crímenes sexuales o de género entre miembros de la misma familia ocurren en cualquier sitio de cualquier país. El incesto, la violencia sexual y la de género, particularmente hacia mujeres, son problemas universales.

Reacciones sociales ante un crimen

Ante cualquier crimen, la reacción inmediata es saber quién lo ejecutó. Labor fundamentalmente policial. Una segunda búsqueda es a quién culpar. Labor fundamentalmente social. Culpable es no solo quien comete el crimen o delito, también lo es, en algún grado, quien o quienes por incitación, colaboración u omisión permiten que se cometa.

En los crímenes de estas niñas -todas son niñas- hay, al menos, una persona acusada de haber ejecutado el delito. El hermanastro, el abuelo y la madre. Pero es necesario ir más allá. Toquemos algunas aristas de cada uno de estos crímenes.

El hermanastro asesino viola a la niña y la mata. Usualmente, cuando la víctima conoce al victimario, éste la calla para siempre para que no lo identifique. Le toca a la policía averiguar por qué, si es que el adolescente había abusado de ella con anterioridad, la mató en esta ocasión. Hay posibilidad de que el violador anterior fuese otro. El adolescente asesino sabía que había hecho algo muy malo: tener sexo y, además, con su hermana, una niña muy pequeña. Eso es pecado, está prohibido, está penado por la ley. Lo que es claro es que la mató por haber abusado sexualmente de ella. Si hubiera sido otro juego sin contenido sexual, no tendría por qué matarla. Lo sexual considerado como delito.

El abuelo violó a sus 6 nietas -lo hasta ahora sabido- porque se consideraba en derecho. “Con mis hijas no te metas, me meto yo, quien tiene derecho”. Ese precario pensamiento machista es más frecuente de lo que pensamos. Padres y abuelos se auto atribuyen o asumen el derecho que la sociedad patriarcal les otorga sobre sus hijas y lo extienden hasta donde les da la gana. Quizás no todos piensen en poseerlas sexualmente pero sí que ellas son parte de su posesión y claro, a algunos se les va la mano, como a este abuelo y a algunos padres o padrastros.

La mamá odia al padre de su hija, sabe que su comportamiento como madre no ha sido el adecuado, un juez o jueza admite el reclamo del padre pero ella, antes de cederle la guardia y custodia, decide matarla. La creencia de la propiedad privada sobre los hijos o hijas vuelve a aparecer.

En todos estos crímenes de mujeres-niñas, aparece como lugar común la figura de la madre. En uno, en el de la madre asesina de manera protagónica, en los otros dos, el del hermanastro y el abuelo, por su omisión. ¿Dónde estaban esas madres que no captaron lo que a esa niña, lo que a esas seis niñas les estaba ocurriendo?, se preguntan en las redes. Inclusive, las noticias dicen que las madres de las víctimas han sido interrogadas e inclusive, detenidas. Nadie plantea la responsabilidad de los padres, de los hombres, en estos casos.

Lo que dicen los crímenes sexuales

Vivimos en una cultura hipersexualizada. Eso no fuese problema si junto al fácil acceso al porno por internet, la letra de canciones machistas que impone la industria musical, la preponderancia de imágenes erotizadas, con visión machista, en publicidad; recibiéramos, por esos mismos medios, educación sexual integral.

La flexibilización de normas sexuales en la sociedad contemporánea junto a la perpetuación de pensamientos sexuales arcaicos están entre los factores que hacen de lo sexual algo peligroso. Le tenemos miedo al sexo, lo ocultamos y así es fácil hacerlo delito, cometer crímenes por su causa.

Las sociedades requieren con urgencia de educación sexual. En la medida que la impartamos, niños, niñas, jóvenes y adultos reduciremos los riesgos de ser víctimas de delitos sexuales y también de no actuar en lo sexual como delincuentes.

Por el bien de la humanidad, por la salvación de nuestros niños, niñas y adolescentes, es necesario impartir una educación sexual científica, no solo biologicista sino con consideraciones culturales, visión de género, de derechos sexuales. No moral. Sobre todo, deslastrada del pensamiento machista que predomina también en la ciencias.

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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.

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Leoncio Barrios, psicólogo y analista social. Escribidor de crónicas, memorias, mini ensayos, historias de sufrimiento e infantiles. Cinéfilo y bailarín aficionado. Reside en Caracas.