Los tiempos cambian. Las civilizaciones actuales han venido ajustando los parámetros de convivencia y relacionamiento entre sí y con el poder a pasos agigantados. La principal responsable de ello es la tecnología actual. Sin duda, sus avances significativos durante las últimas cuatro décadas, especialmente en el campo de las redes sociales, han formateado absolutamente nuestra forma de comunicarnos en el marco de las sociedades y con quienes optan o manejan las dinámicas de procesamiento de diferencias por el poder.
A partir de esta fenomenología, ha surgido entonces una nueva forma de hacer comunicación política. Los líderes que no se adapten a ella tendrán serias dificultades para hacerse entender por los electores y en consecuencia, difícilmente podrán generar apoyos movilizadores sólidos en sus aspiraciones políticas. Las nuevas tecnologías permiten una fluidez e inmediatez impresionantes que demandan nuevas aptitudes para la comunicación. Los signos de estos nuevos tiempos ya se están sintiendo con mucha fuerza en la gran mayoría de procesos electorales alrededor del mundo. Éstos nos han venido mostrando resultados sorprendentes, con victorias de candidatos que han aparecido de la nada y en pocas semanas o meses, se posicionan de una manera abrupta que rompen con el ejercicio tradicional de la política.
Esta nueva forma de comunicar las ideas para obtener apoyos políticos pasa por una caracterización que está tomando forma de método. La irreverencia; el lenguaje directo sin adornos; la eliminación de poses artificiales para dar paso a una mayor naturalidad y frescura en el mensaje; la fuerza discursiva a partir de la sinceridad y emocionalidad; el lenguaje llano y procaz en ciertos momentos; la transmisión de la personalidad a través de la imagen y el video en redes sociales con la sabia diferenciación de públicos; entre muchos otros elementos, están configurando esta forma de legitimación del liderazgo con los electores influidos por estas tendencias digitales.
La comunicación política ha sido clave en la relación entre gobernantes y gobernados tanto en las disputas electorales como en las propias gestiones en los entes públicos. Con la diversificación de los avances tecnológicos y la democratización en la circulación de la información se abren diversas formas de relacionamiento que impulsarán cambios en el ejercicio del liderazgo. Este proceso de adaptación está en plena fase de ejecución y comporta múltiples variables. ¿Cómo reaccionará el liderazgo frente a ello? Ya vemos claros ejemplos en América Latina y el Caribe, en Europa, en Asia y en otros continentes. A medida que los grandes avances en las comunicaciones actuales se dispersen y se posicionen alrededor del mundo, iremos viendo más nuevos fenómenos electorales con mayor perfil de “influencers” que de líderes tradicionales.
Estos signos actuales van a trastocar el orden político global. No sabemos a ciencia cierta cuál será el rumbo, pero obviamente tendrán impactos enormes en el futuro cercano. La democracia, las instituciones, la convivencia, la organización social, los temas cruciales para la humanidad, se moverán sobre la base de la comunicación política. Comprender este fenómeno cuanto antes nos permitirá estar mejor preparados para ello; especialmente en un mundo donde la desinformación es cada vez más protagonista de nuestra cotidianidad y tiene consecuencias nefastas en las agendas públicas globales, nacionales y locales.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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A partir de esta fenomenología, ha surgido entonces una nueva forma de hacer comunicación política. Los líderes que no se adapten a ella tendrán serias dificultades para hacerse entender por los electores y en consecuencia, difícilmente podrán generar apoyos movilizadores sólidos en sus aspiraciones políticas. Las nuevas tecnologías permiten una fluidez e inmediatez impresionantes que demandan nuevas aptitudes para la comunicación. Los signos de estos nuevos tiempos ya se están sintiendo con mucha fuerza en la gran mayoría de procesos electorales alrededor del mundo. Éstos nos han venido mostrando resultados sorprendentes, con victorias de candidatos que han aparecido de la nada y en pocas semanas o meses, se posicionan de una manera abrupta que rompen con el ejercicio tradicional de la política.
Esta nueva forma de comunicar las ideas para obtener apoyos políticos pasa por una caracterización que está tomando forma de método. La irreverencia; el lenguaje directo sin adornos; la eliminación de poses artificiales para dar paso a una mayor naturalidad y frescura en el mensaje; la fuerza discursiva a partir de la sinceridad y emocionalidad; el lenguaje llano y procaz en ciertos momentos; la transmisión de la personalidad a través de la imagen y el video en redes sociales con la sabia diferenciación de públicos; entre muchos otros elementos, están configurando esta forma de legitimación del liderazgo con los electores influidos por estas tendencias digitales.
La comunicación política ha sido clave en la relación entre gobernantes y gobernados tanto en las disputas electorales como en las propias gestiones en los entes públicos. Con la diversificación de los avances tecnológicos y la democratización en la circulación de la información se abren diversas formas de relacionamiento que impulsarán cambios en el ejercicio del liderazgo. Este proceso de adaptación está en plena fase de ejecución y comporta múltiples variables. ¿Cómo reaccionará el liderazgo frente a ello? Ya vemos claros ejemplos en América Latina y el Caribe, en Europa, en Asia y en otros continentes. A medida que los grandes avances en las comunicaciones actuales se dispersen y se posicionen alrededor del mundo, iremos viendo más nuevos fenómenos electorales con mayor perfil de “influencers” que de líderes tradicionales.
Estos signos actuales van a trastocar el orden político global. No sabemos a ciencia cierta cuál será el rumbo, pero obviamente tendrán impactos enormes en el futuro cercano. La democracia, las instituciones, la convivencia, la organización social, los temas cruciales para la humanidad, se moverán sobre la base de la comunicación política. Comprender este fenómeno cuanto antes nos permitirá estar mejor preparados para ello; especialmente en un mundo donde la desinformación es cada vez más protagonista de nuestra cotidianidad y tiene consecuencias nefastas en las agendas públicas globales, nacionales y locales.
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