La cultura política venezolana ha caído en la más recóndita depresión, que ha resultado de la exfoliación que de las fortalezas y esperanzas del venezolano ha realizado la gestión dictatorial desde hace 22 años.
Venezuela no sólo se volvió un extraño país, sino que se anuncia el exterminio del sistema democrático. Atrás quedó la carta de navegación que posibilitó al país posicionarse entre las primeras naciones del mundo hispánico con mayor empuje en el desarrollo económico y social.
Ahora, Venezuela ha sido arrastrada `corriente abajo´, aunque tristemente, en colaboración con la resignación de su gente ya desesperanzada por el trabajo demagógico de un régimen despiadado. Y entre las causas que ha provocado tan patética realidad, es ineludible acusar al militarismo decrépito, pero autoritario. Por donde quiera analizarse el problema en curso, la injerencia militarista, basada en la incompetencia que detenta para entender lo que involucra un ejercicio probo de gobierno político, ha sido pieza clave de articulación para haber convertido al país en un mero recuerdo.
En lo que va de 2022, el régimen venezolano ha buscado exaltar la lealtad política mediante la aplicación de un modelo propagandístico basado en el engaño manipulado. Se trata de la conversión activa de los principios que han estructurado la comprensión del marketing virtual cuyo modelo está inspirado en el método SEO (Search Engine Optimization). Y que no es otra estrategia distinta de aquellas planteadas alrededor de la necesidad de ganar el mayor espacio visual en las redes sociales. Para ello, se apoya en el diseño de una autoridad subliminal virtual que, mediante formas descriptivas, capte ilusos y atraiga percepciones de manera expedita.
Sin embargo, debajo del manejo metodológico aparece la persuasión como recurso de seducción del pensamiento político en venezolanos vacíos de cultura política.
En consecuencia, podría inferirse lo siguiente. No hay personaje que presuma del poder político -que le prodiga el cargo de alcalde, gobernador, ministro o presidente de la república en el entramado que determina el actual poder público nacional y regional venezolano- que no se inspire en el delirio convulsivo y enfermizo que padeció el Ministro del Tercer Reich para la Ilustración Pública y Propaganda, Joseph Goebbels. El temido demagogo y agitador de masas populares pautó muchas de las ideas de las cuales se valen altos funcionarios del régimen político nacional para convencer a la población de sus dotes políticos. De esa forma, cabe decir que Venezuela se convirtió en la alucinación de politiqueros de oficio para hacer ver al mundo que el país se transformó en otro ¿mejorado? Algo parecido a la capitalización de un recurso político, en medio de un país de eunucos políticos.
La crisis moral les estalló en la cara a estos presumidos demagogos de oficio. Tan recargada presunción, adaptada al tamaño de la propaganda que exponen, refleja el anuncio de sus deficiencias.
Para eso, estos adláteres del régimen se han servido del ideario metódico que se valió Goebbels, para imponer el terror que sirvió a Hitler en la tercera década del siglo XX, y acomodar un mundo torcido a los pies del Nazismo.
Principios como el de la exageración y desfiguración, de la vulgarización, de la transposición, de la silenciación, de la transfusión, de la unanimidad, del método de contagio, de orquestación o de simplificación o del enemigo único, han sido adaptados a los patrones del Socialismo del Siglo XXI.
Todo ha permitido exaltar el ego entendido como la valoración excesiva del politiquero. Es lo que lleva a que el politiquero egocéntrico, quien demuestra tener un ego marcado, considera al mundo bajo una única concepción posible. O sea, una concepción egoísta o personalista. No hay duda que en Venezuela, esos personajes de marras la convirtieron en una ridícula y vulgar competencia de egos.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Hundidos en la anarquía bolivariana
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La cultura política venezolana ha caído en la más recóndita depresión, que ha resultado de la exfoliación que de las fortalezas y esperanzas del venezolano ha realizado la gestión dictatorial desde hace 22 años.
Venezuela no sólo se volvió un extraño país, sino que se anuncia el exterminio del sistema democrático. Atrás quedó la carta de navegación que posibilitó al país posicionarse entre las primeras naciones del mundo hispánico con mayor empuje en el desarrollo económico y social.
Ahora, Venezuela ha sido arrastrada `corriente abajo´, aunque tristemente, en colaboración con la resignación de su gente ya desesperanzada por el trabajo demagógico de un régimen despiadado. Y entre las causas que ha provocado tan patética realidad, es ineludible acusar al militarismo decrépito, pero autoritario. Por donde quiera analizarse el problema en curso, la injerencia militarista, basada en la incompetencia que detenta para entender lo que involucra un ejercicio probo de gobierno político, ha sido pieza clave de articulación para haber convertido al país en un mero recuerdo.
En lo que va de 2022, el régimen venezolano ha buscado exaltar la lealtad política mediante la aplicación de un modelo propagandístico basado en el engaño manipulado. Se trata de la conversión activa de los principios que han estructurado la comprensión del marketing virtual cuyo modelo está inspirado en el método SEO (Search Engine Optimization). Y que no es otra estrategia distinta de aquellas planteadas alrededor de la necesidad de ganar el mayor espacio visual en las redes sociales. Para ello, se apoya en el diseño de una autoridad subliminal virtual que, mediante formas descriptivas, capte ilusos y atraiga percepciones de manera expedita.
Sin embargo, debajo del manejo metodológico aparece la persuasión como recurso de seducción del pensamiento político en venezolanos vacíos de cultura política.
En consecuencia, podría inferirse lo siguiente. No hay personaje que presuma del poder político -que le prodiga el cargo de alcalde, gobernador, ministro o presidente de la república en el entramado que determina el actual poder público nacional y regional venezolano- que no se inspire en el delirio convulsivo y enfermizo que padeció el Ministro del Tercer Reich para la Ilustración Pública y Propaganda, Joseph Goebbels. El temido demagogo y agitador de masas populares pautó muchas de las ideas de las cuales se valen altos funcionarios del régimen político nacional para convencer a la población de sus dotes políticos. De esa forma, cabe decir que Venezuela se convirtió en la alucinación de politiqueros de oficio para hacer ver al mundo que el país se transformó en otro ¿mejorado? Algo parecido a la capitalización de un recurso político, en medio de un país de eunucos políticos.
La crisis moral les estalló en la cara a estos presumidos demagogos de oficio. Tan recargada presunción, adaptada al tamaño de la propaganda que exponen, refleja el anuncio de sus deficiencias.
Para eso, estos adláteres del régimen se han servido del ideario metódico que se valió Goebbels, para imponer el terror que sirvió a Hitler en la tercera década del siglo XX, y acomodar un mundo torcido a los pies del Nazismo.
Principios como el de la exageración y desfiguración, de la vulgarización, de la transposición, de la silenciación, de la transfusión, de la unanimidad, del método de contagio, de orquestación o de simplificación o del enemigo único, han sido adaptados a los patrones del Socialismo del Siglo XXI.
Todo ha permitido exaltar el ego entendido como la valoración excesiva del politiquero. Es lo que lleva a que el politiquero egocéntrico, quien demuestra tener un ego marcado, considera al mundo bajo una única concepción posible. O sea, una concepción egoísta o personalista. No hay duda que en Venezuela, esos personajes de marras la convirtieron en una ridícula y vulgar competencia de egos.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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