La resignación y la indiferencia entre otras actitudes no menos equivocadas, han venido desquiciando sociedades enteras. Así ha sucedido en medio de problemas sociopolíticos que han venido reduciendo y constriñendo realidades. Peor aún, sin medir consecuencia alguna. América Latina y África son los terrenos que, como ejemplos, han sido groseramente indignantes a dicho respecto. Aunque cueste reconocerlo. No tanto por los resultados que han dejado ver. Como si, por el paradigma que países aledaños han seguido. Contradictoriamente, en desmedro del desarrollo político y económico de esas naciones.
Venezuela no es la excepción. Tristemente, ha quedado atrapada entre modelos políticos incapaces de converger dada su aberrante naturaleza económica. Además, cultural. Y es tan grave la situación por la que atraviesa, que luce bastante engorroso que pueda escapar de las dificultades que estructuran sus problemas. Al menos, ante lo que la inmediatez permita.
A decir por lo que los hechos dejan ver, las realidades venezolanas han transitado por procesos políticos y económicos de negociados arraigos. Incluso, ensayados bajo la complicidad del silencio. Se hallan sólidamente suscritos conforme a esquemas establecidos de institucionalidad, por los cuales se ha regido Venezuela. Para bien o para mal de su evolución. De manera que por donde se vean los eventos ocurridos que impulsan cada acontecimiento político, económico o social, todos parecieran haberse anclado a viciadas marañas. Con la firmeza necesaria para adherir a corrompidos terrenos.
La sociedad venezolana quedó varada en medio del anegado foso del cual no será fácil salir. No por imposible. Pero sí, por todos los negocios que alrededor de la situación en cuestión fueron instalados. Y para lo cual, la corrupción ha desempeñado un papel de “ineludible” importancia.
En los extremos de dicha situación, juegan varios factores políticos. Estos, tienden a agravar los problemas en curso. Por esa razón, la represión y la coerción impuestas como criterios de gobierno, han tenido un protagonismo fundamental. Sin el concurso de la represión y la coerción, tanto el narcotráfico, como el ruleteo de valores políticos que han trastocado la “soberanía” y trastornado la “democracia”, no hubiesen logrado el estado de descomposición alcanzado en Venezuela.
Esa es, pues, la explicación que pone de bulto por qué Venezuela se convirtió en un Estado “fallido”, después de haber sido reconocida como una realidad políticamente de notable referencia.
Tan bajo cayó Venezuela, por más de chocar con una infortunada circunstancia o desastrosa eventualidad político-económica, la sociedad venezolana quedó atrapada entre sus temibles fauces. Y no ha habido forma política ni ecuación socio-matemática que solvente las crisis que tan encorvadas directrices causaron.
Y es que no hay otra causa que mejor explique lo que yace en el trasfondo de tan pervertida situación, que no sea la resignación y la indiferencia. La resignación porque pareciera que la sociedad venezolana hubiese agotado sus reservas vivas de coraje y de conciencia libertaria. Esto haría ver que perdió sus fuerzas para imponer sus propias condiciones de vida democrática. Razón por la cual ha aceptado lo que las coyunturas despóticas dispusieron como norma.
La indiferencia -porque en tanto que ausencia de reacción y sentimientos por parte de la sociedad- es el espacio del cual se aprovecha la desvergüenza y la ineptitud, para apoyar la injusticia en su mayor manifestación.
Y tanto, la indiferencia como la resignación han servido al ejercicio de (perversa) política, para profundizar la brecha que siempre ha buscado arar. Y que no ha sido otra que la ignorancia estimulada a través de dádivas disfrazadas. O pintadas de “bonos” o “complementos de finanzas revolucionarias” brindados a la población. Ello, a fin de vaciarla de dignidad, ética y moralidad.
Precisamente -en el trajín que se ha instituido tan inapropiado desorden- con el auxilio de estos particulares antifaces, se ha logrado que Venezuela se haya extraviado políticamente. Más, ahora, cuando los venezolanos se han visto apresados por el influjo de corrientes políticas contrapuestas. Pero, que, en el fondo, parecieran toparse. Podría decirse, que los venezolanos están al borde de caer atrapados entre sistemas políticos (viciados).
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