«Nosotras, las jugadoras de la selección de Venezuela de diferentes procesos, hemos decidido romper el silencio para evitar que las situaciones de abuso y acoso físico, psicológico y sexual ocasionados por el entrenador Kenneth Zseremeta tomen más víctimas en el fútbol femenino y en el mundo» señala un comunicado de la selección compartido por Deyna Castellanos, en su cuenta de Twitter.

La violencia sexual denunciada ocurre durante las actividades oficiales programadas con las adolescentes, en las jornadas de entrenamiento o se infiere que en las concentraciones, hoteles donde las atletas están bajo la responsabilidad y custodia del entrenador y otros miembros del personal técnico a quien señalan como cómplice. No hay duda de que estamos ante casos de violencia sexual que deben ser investigados, pues, estamos hablando de adultos que además se valen de su poder para abusar sexualmente de adolescentes que están bajo su cuidado durante períodos de preparación, concentración y competición.

El documento refleja como nuevamente el rigor de la práctica deportiva de competencia, los entrenamientos extremos y las condiciones para ser convocada a una competición se convierten en una cultura de violencia institucional permitida y legitimada que le da luz verde a los entrenadores para manipular, acosar, discriminar y abusar sexualmente. Una violencia sexual que se refleja en el lenguaje, el irrespeto a la orientación sexual, los tocamientos o contacto físico, así como el ingresar en vestuarios o duchas, prácticas todas que generan vergüenza y culpa en las víctimas trayendo como consecuencia el silencio que es el principal aliado del perpetrador.

La práctica de cualquier deporte no puede implicar la violación de los derechos humanos y la dignidad de cualquier persona. Hay que formar a nuestros hijos e hijas en un ambiente donde puedan expresar libremente cómo se sienten con el trato que reciben, tener la vivencia de ser respetados y que siempre vamos a estar ahí para escuchar lo que nos quieren plantear, que por más delicado que pueda ser es el mejor antídoto contra el abuso.

La denuncia que hacen estas mujeres debe contribuir a la desconstrucción de una creencia de que imponer prácticas inhumanas que maltratan física y psicológicamente a niños y  adolescentes es la manera de formar deportistas. Prácticas que son incluso toleradas por las familias en pos del éxito de sus hijos, reforzando el mandato de que “el entrenador siempre tiene la razón”, “haz lo que te dice para que puedas llegar lejos”.

El testimonio valiente de estas deportistas debe servir de estímulo a todas las niñas y adolescentes para que puedan desnaturalizar prácticas abusivas y se animen a buscar apoyo, alzar su voz y denunciar a los abusadores.

Las autoridades y federaciones deportivas deben evaluar y actuar en consecuencia. Procesar las denuncias, pero también aplicando códigos y protocolos de actuación que ayuden a identificar, prevenir y atender oportunamente los casos de abuso sexual en el deporte. Puede ser de utilidad la serie de guías «El abuso infantil queda fuera de juego» del Consejo Superior de Deportes de España y Unicef para detectar y prevenir el abuso en el deporte a través de la sensibilización, y formación e información a educadores, entrenadores y personal dedicado a la gestión de instalaciones deportivas.

Que las reuniones se realicen en espacios públicos o con las puertas abiertas, habitaciones compartidas por las atletas y regular el funcionamiento en vestuarios y duchas pueden ser una forma de comenzar a definir relaciones de protección y respeto. El deporte debe ser un camino para el crecimiento y desarrollo personal y nunca un generador de heridas psicológicas y emocionales.

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