Una profesora en Maracaibo alquila su red WiFi para ayudar a sus vecinos y sobrevivir
Una profesora en Maracaibo alquila su red WiFi para ayudar a sus vecinos y sobrevivir

Después de 72 horas sin luz por un apagón “común” en Maracaibo, Ramona corre casi inmediatamente a supervisar que no haya algún electrodoméstico enchufado cuando la luz llegue a tal punto de explotar bombillos. Todo bien, afortunadamente.

“Voy a prender el router a ver si llegó el internet”, dice, con remarcadas ojeras en la cara y la voz grave por el malestar de acostarse a oscuras, entre zancudos y una temperatura promedio de 39 °C en las noches.

Las luces del módem de internet cambian de roja a verde, pero tardará en cambiar si no ha llegado la luz en la zona donde está la cajera gris de Cantv, la operadora estatal a la que pocos hogares tienen acceso, debido a los numerosos robos de cables.

Cuando el 16 de marzo de este año el gobierno de Nicolás Maduro decretó la suspensión de clases presenciales por la llegada de casos positivos de COVID-19 a Venezuela, muchos padres y representantes pusieron sus manos en la cabeza para preguntarse: “y ahora, ¿qué hacemos?”.

La interrogante mayor vino cuando el ministro de Educación, Aristóbulo Istúriz, informó que el año escolar 2020 culminaría “de forma online”. Online en un país donde casi la mitad de la población no posee acceso a internet o teléfonos inteligentes.

Días después del anuncio de Istúriz, un grupo de jóvenes llamó a la puerta de la casa de Ramona anticipando lo que para ella sería su nueva entrada de ingresos.

“Señora, ¿tiene internet? ¿En cuánto cobra la hora? Tenemos rato buscando dónde enviar la tarea”.

Ramona Suárez, de 31 años, es una antropóloga y auxiliar docente de la Universidad del Zulia (LUZ); y, además, es docente de bachillerato en Inces-Maracaibo.

Tras la orden de cuarentena nacional, prácticamente, quedó sin ingresos, ya que su sueldo como profesora universitaria, de 4 dólares al mes, solo le permite comprar uno o dos artículos de la cesta básica.

Ante la pregunta de los jóvenes que trataban de cumplir con su tarea después de un apagón, a Ramona no le quedó de otra: alquilar su conexión de WiFi, de apenas 1,4 MB de ABA-Cantv para obtener ingresos extra y en efectivo.

-¿Cuánto pueden pagar?

-Tenemos 10 mil cada uno, somos tres. En la otra calle alquilan, pero es a 30 mil la hora, no nos alcanza.

-Bueno, les cobro a 10 mil bolívares el rato que estén. Pasen.

Ramona vive en El Marite, un sector ubicado al noroeste de Maracaibo que, al igual que muchas comunidades del estado Zulia, está “brutalmente” golpeado por la crisis económica desde mucho antes de la cuarentena: pocos hogares cuentan con servicio de internet; no hay señal de televisión abierta; y la cobertura telefónica es inestable.

Allí, los alimentos son escasos y los ciudadanos deben ir al menos hasta el mercado La Curva, a unos 3 kilómetros que deben recorrer a pie porque tampoco hay transporte público ni “pirata”.

El dinero en efectivo también circula poco, por lo que abundan los trueques o pesos y dólares.

WiFi, Tareas, Patria y Recargas

Ese es el nombre que Ramona le dio a su red de WiFi, tras alquilar el servicio a unos 20 dispositivos diarios a 10 mil bolívares. Los vecinos se enteraron rápidamente y “el negocio tuvo que crecer”: ya hay un aviso colgado en el árbol del patio que exige incluso el uso del tapabocas y la distancia de al menos un metro entre cada persona.

Semanalmente, Ramona obtiene poco más de un millón de bolívares en efectivo, lo que al mes sumaría 4 veces su sueldo mensual como profesora universitaria.

“En comparación con el sueldo actual se gana mucho más porque los ingresos son diarios y en efectivo. Trato de tener una ‘tarifa accesible’ en comparación con otros (vecinos) que ofrecen el servicio para atraer clientes y al mismo tiempo ayudarlos porque se sabe la crisis comunicacional que tenemos y en otros ámbitos. Diariamente, se puede generar una ganancia de entre 150 mil y 300 mil bolívares, ganarse eso por una semana es algo; yo lo sumo con mi sueldo como docente y así salgo de apuros”, cuenta Ramona a Efecto Cocuyo.

A la par del alquiler, también obtiene ganancias de las personas que desean revisar su perfil del sistema Patria u otro documento, así como las recargas telefónicas.

“Mucha gente del sector (El Marite) viene a alquilar o a consultar algo en la red. Tanto vecinos como estudiantes, docentes, trabajadores, etc., y ahora más que no hay mucha televisión”, sigue relatando.

El patio de la casa de Ramona parece un salón de clases: en mayoría, niños y jóvenes llevan su Canaimita o presta un teléfono inteligente para investigar y enviar sus tareas por correo electrónico.

Otros, buscando más el esparcimiento, pagan para ver su novela o serie de televisión a través de YouTube y revisar sus redes sociales.

“La mayoría viene a comunicarse con familiares, a realizar investigaciones, a revisar sus cuentas bancarias y el sistema Patria para los bonos. También ha aumentado la gente que viene a ver series, novelas y películas para entretenerse un rato”, explica.

Los trueques también valen

Diez mil bolívares para unas cuatro horas de WiFi parecen un precio muy barato en comparación con un cyber, donde una hora cuesta entre 40 y 50 mil bolívares si es internet satelital.

La mayoría trae el dinero en efectivo, pero, ¿qué pasa cuando ya se acaba y no pueden pagar?

Pues llegan los trueques. De alimentos, principalmente.

“Muchas veces por la falta de dinero, tanto en efectivo como electrónico, cancelan distintas cosas mediante el intercambio de alimentos como harina, arroz, aceite. Lo que la gente tenga y pueda ofrecer”, especifica.

Apagones y bajones son los que mandan

En El Marite se registran, en promedio, cinco bajones y tres cortes eléctricos por día, una situación que complica el alquiler del WiFi tanto para Ramona como para los vecinos que lo usan.

-Si es un bajón, el internet tarda al menos 40 minutos en llegar. Con un poco de suerte.

-Si es un apagón, la gente debe irse y esperar cuando llegue la luz.

“Los apagones o bajones son un dolor de cabeza constante pero lamentablemente no podemos hacer nada al respecto. Si se va la luz y no regresa, lo que hago es que si había gente conectada se va y cuando regresa la luz, la gente sigue usando el servicio. Mi miedo constante es que se dañe alguno de los aparatos o el cable de la conexión porque sería muy costoso repararlo, ya me ha pasado”, dice.

Un cuarto de la casa de Ramona está ocupado por una nevera, una cava, tres televisores y cuatro ventiladores averiados por los bajones ocurridos entre diciembre de 2019 y mayo de 2020.

Las ganancias por el alquiler de WiFi dependen mucho de cómo está la electricidad. Aunque parezca mucho, lo único que Ramona puede cubrir es la alimentación y no en su totalidad.

Eso significa que, si un artefacto eléctrico se daña luego de un bajón, queda “arrimado”.

Y en última instancia, también queda atender una emergencia médica.

“Como las ganancias son en efectivo, puedo comprar un poquito más y más económico, ya que en efectivo todo es más barato. Si una harina vale 200 mil bolívares por punto, en efectivo la puedo conseguir en 130 mil, por ejemplo. Así que con 700 mil bolívares o un millón puedo comprar harina, arroz, queso, mantequilla. Me alcanza un poco más si me llega el sueldo (de su trabajo) completo”.

Estudiar de noche

Además de su licenciatura en Antropología y su puesto de auxiliar docente en la Facultad Experimental de Ciencias de LUZ, Ramona es estudiante de la Maestría en Antropología, también en LUZ.

Igualmente, dicta clases de bachillerato a jóvenes del Instituto Nacional de Capacitación y Educación Socialista (Inces).

Pero sus clases de posgrado y revisión de actividades escolares también quedaron limitadas a WhatsApp y Google Classroom, herramientas que no puede usar con plenitud durante el día por la gran cantidad de dispositivos conectados a un solo router.

Para Ramona, “la situación es grave” por diversos motivos.

“A estas alturas y en mi posición en otras épocas no tendría de qué preocuparme económicamente ni académicamente de nada, porque mi sueldo alcanzaría. Es bastante triste ver cómo se pierde el trabajo de años de preparación y méritos académicos y que nuevas generaciones ni siquiera tendrán interés por estudiar y ser profesionales”, se lamenta.

Pero, “a pesar de todo esto, guardo la esperanza de que pueda haber un mejor mañana y que los jóvenes puedan ser profesionales y lograr sus metas en este país”.

Las horas sin luz en Maracaibo son más largas en cuarentena. Depender de la electricidad es prácticamente el pan diario de los zulianos: si hay, se deja todo cargado y refrigerado; y, si se va, hay que esperar que llegue.

Actualmente, el Zulia es uno de los estados que lidera la lista de casos positivos de COVID-19 en el país. Sobre todo, después de que el gobierno nacional afirmara que en el foco del mercado Las Pulgas, en el centro de Maracaibo, se produjo “una cepa más agresiva” del nuevo coronavirus.

En el Zulia, el Comité de Afectados por los Apagones registró unas 4365 fallas eléctricas entre marzo y abril de este año.

Zulia también es el estado que lleva, desde 2017, tres navidades sin luz. Sin contar que fue casi el último estado donde retornó el servicio eléctrico durante el megaapagón nacional en marzo de 2019.

Para los zulianos parece que la cepa más agresiva es la de los apagones, una curva que en años de promesas gubernamentales no se ha aplanado.

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