La escasez de gasolina en Venezuela no dejó de brazos cruzados al pediatra Alejandro Crespo. Ante la odisea para poder echar combustible a su vehículo, él y su esposa desempolvaron sus bicicletas de ejercicio. Ahora pedalean 10 kilómetros idea y vuelta para seguir atendiendo a sus pacientes en Maracay, porque “las emergencias siguen sucediendo y los niños se siguen enfermando”, dice desde la capital de Aragua.
Y es que en la entidad, relata el médico, el personal de salud y profesiones afines de los 18 municipios tienen a su disposición solo una estación de servicio, ubicada en el municipio Girardot.
“Uno puede ir una sola vez a la semana de acuerdo con el número en que termine la placa”, narra. Pero además, las autoridades hicieron entrega de unas “etiquetas” para priorizar el despacho de combustible que, en la práctica, excluye a quienes no tengan un vehículo a su nombre.
“Hay que comenzar a hacer la cola a la 1:00 de la madrugada para que, a eso de las 10:00 am, puedas echar gasolina. Son unas 12 horas de cola al menos”, detalla el especialista egresado de la Universidad de Carabobo en 2016.
Donde trabaja Crespo, “menos del 20% recibieron la fulana etiqueta”. Si corren con suerte, ellos pueden poner 20 litros de combustible a la semana. Quienes no tienen el identificador, pueden hacer una cola aparte que comienza a correr cuando carguen los demás, pero solo se les pone unos 10 o 15 litros a su tanque.
“Se sorprendería de la cantidad de gente que ahora saca sus bicicletas, no solo en la clínica… En los estacionamientos los vigilantes, que antes cuidaban los carros, ahora cuidan también las bicicletas”, comenta el pediatra.
Considera que su uso como medio de transporte “malo no es”, pero lamenta que se adopte no por querer asumir un estilo de vida saludable o para reducir la contaminación, “sino por la necesidad” ante las trabas para acceder a la gasolina.
Algunos de sus compañeros médicos también han optado por este vehículo de dos ruedas para cumplir con su labor: “Tengo un colega oftalmólogo que va tres veces a la semana de Maracay a Cagua para atender a sus pacientes”, teniendo que atravesar al menos dos municipios de Aragua.
Crespo, que también es Gerente en Salud Pública y consejero en Lactancia Materna, siente como “una humillación” y “una falta de respeto” estas condiciones que afectan no solo al personal de salud sino a la ciudadanía en medio de esta cuarentena por la pandemia del COVID-19.
Asegura que “”yo no puedo decir que no trabajo más”, porque “las emergencias siguen sucediendo y los niños se siguen enfermando”. Por eso cambió el carro por una bicicleta. Muchos otros pediatras también han migrado a este medio de transporte y otros, incluso, llegan caminando a su consultorio.
Describe que hace unos días tuvo un inconveniente en una alcabala de policías. “Creen que uno quiere romper la cuarentena, te ven en mono y asumen que saliste a hacer ejercicio… tuve que mostrar el carnet. Ahí me encontré a varios médicos”, dice. Ahora debe salir de su casa más temprano para tener tiempo en la clínica de cambiarse y reposar.
Sin embargo, este nuevo transporte implica algunas dificultades, como a la hora de trasladar insumos de debe ahora reponer con más frecuencia como los rollos de papel para las camillas o el gel antibacterial, que suele comprar por galón. Esto también ha implicado que debe asumir mayores costos.
Los pacientes y sus papás que viven cerca llegan caminando. Otros si viven más lejos y no tienen gasolina usan bicicletas (si los niños están más grandes). Y un tercer grupo consigue combustible por los “caminos verdes”. Algunos representantes que no han podido conseguir combustible, le escriben o lo llaman para pedirle orientaciones.
El pediatra de 31 años de edad considera que si bien hay algunas recomendaciones generales que pueden hacerse por teléfono, “a ningún paciente pueden operarlo por WhatsApp o ponerle una vacuna por Zoom“. Se pregunta cómo examinar a través de una pantalla a un niño que tiene dolor y aún no habla.
Por eso va casi todos los días a consultorio. Él trabaja solo en privado desde hace cuatro años cuando decidió irse del Hospital Central de Maracay, luego de que colectivos armados irrumpieran para disipar una protesta del personal de salud por falta de insumos. “A una amiga le pusieron una pistola enfrente, a otro médico le partieron los dientes”, recuerda.
“Ahora uno no abraza a sus pacientes, uno no saluda con cariño físico a los padres… los niños le tienen miedo a uno porque nos ven con una máscara, casi como un astronauta… la cercanía que uno tenía con los pacientes, que es una característica del médico venezolano, de ponerle una mano en la espalda y decirle que todo va a estar bien, eso ya no se puede hacer”.
Siente que en este contexto “ahora lo único que uno hace es trabajar”. El contacto con familia y amigos se ha cortado, especialmente porque se reconoce como un potencial transmisor del virus SARS-CoV-2, por estar en contacto constante con personas enfermas. “Nos tomamos las medidas de distanciamiento muy enserio y esas son las consecuencias”, concluye.
Foto: @AleCrespoF
“No hay gasolina”, dicen usuarios consultados a través de #CocuyoWhatsApp
En cola, bicicleta o a pie: así se traslada el personal de salud por falta de gasolina
Muere pediatra Solangel Scandela en el Zulia contagiada por COVID-19
Amenazada población de sardinas en Margarita por capturas por debajo de la talla, denuncia Inepesca
Comisionado para DDHH registra 400 víctimas de ejecuciones extrajudiciales en 2020
“Rompieron los carteles y nos insultaron”: entre empujones termina protesta frente al Clínico #6Abr
Fedeagro alerta sobre pérdida de cosechas en occidente del país por falta de diésel
Venezuela seguirá reforzando presencia militar en la frontera, asegura Arreaza
TSJ en el exilio pide a la ONU y OEA investigar violaciones de DDHH en Apure