Cuando empezó el enfrentamiento entre los manifestantes y la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) en Bello Campo, Jesús Guzmán estaba parado en la línea de fuego preparado por si caía un herido para sacarlo del sitio. Ya había entrado y salido de la zona de conflicto un par de veces para trasladar a los lesionados; pero cuando vio que los funcionarios hicieron retroceder a los opositores, se montó en su moto y arrancó. En el acto, una bala lo alcanzó, le penetró su espalda y le salió por el abdomen. Levantó la moto como pudo, pero cayó más adelante.

La noche anterior había hablado con su esposa sobre la labor que ha estado prestando como paramédico desde que iniciaron las protestas. “¿Tú estás consciente de que hay un 50% de probabilidades de que yo no vuelva con vida?”, le comentó horas antes de que iniciara el paro cívico de 48 horas del 26 de julio.

Esa historia fue la que contó Guzmán la mañana de este 27 de julio luego de que le hicieran una primera operación en la cavidad abdominal y una segunda intervención a corazón abierto porque la bala le reventó una arteria. Como “un milagro” calificó el médico que el voluntario de 35 años hubiera sido “desentubado” y haya despertado para contarlo. “Es un guerrero, hoy amaneció muy estable”, aseguró un familiar a Efecto Cocuyo.

Guzmán intentó ponerse de pie y rodar la moto para escapar de la línea de fuego, pero no pudo. El grupo de paramédicos con el que salvaba vidas en las protestas lo atendió en el sitio para intentar salvar la suya. Inmediatamente lo trasladaron a la Clínica El Ávila. Su moto se la llevó la GNB y su familia sigue tratando de ubicarla.

“Nosotros escuchábamos que la gente gritaba un paramédico, un paramédico y pensamos que lo buscaban porque había un herido; no pensamos que a él, que estaba de voluntario, le habían disparado”, dijo un familiar de Guzmán que se encontraba en un edificio en Bello Campo para el momento que lo hirieron.

Desde que comenzaron las protestas, Guzmán se volcó a las calles como voluntario. No dormía casi en las noches y quiso participar en las manifestaciones porque veía cómo jóvenes sin nada se enfrentaban a funcionarios armados. No solo llevaba a los heridos en su moto, también ayudaba con comida y agua a los manifestantes que permanecían horas en los enfrentamientos.

La noche anterior del paro, su esposa le pidió que descansara y que regresara temprano a casa porque el viernes, día de la Toma de Caracas, sería una jornada fuerte. Sus dos hijos y su mujer supieron que algo andaba mal cuando lo llamaron insistentemente y no contestó el celular. Por una foto en redes sociales,el menor de sus muchachos supo que el herido se trataba de su padre. Lo supo por el chaleco que lo identificaba como paramédico.

En varias oportunidades Guzmán llegó a escapar en su moto de la arremetida de los GNB en las protestas. Hace dos semanas, mientras atendía a un manifestante herido, un efectivo lo apuntó con su arma. Él se volteó y le dijo “estoy tratando de salvar una vida que pudiera ser la tuya. Si a ti te pasa algo, yo voy a hacer lo mismo”. El funcionario guardó el arma y se retiró.

Ayer los médicos de la Clínica El Ávila dijeron a los familiares de Guzmán que había probabilidades de que el paramédico no pasara de aquella noche. Este jueves 27 de julio la familia se levantó llena de esperanza, pero aún a la espera de cómo evoluciona el estado del hígado, el órgano que resultó más afectado por el disparo.

“Estamos a la espera de si hay que hacer otra operación. Él quería que todo esto se supiera. No tenemos miedo”, aseguró el familiar.

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