Llegué al banco antes de las nueve de la mañana. ¿El objetivo? Cambiar los billetes de 100 que tenía en casa para gastos varios. El domingo pasado el presidente Nicolás Maduro anunció que se suspendía la validez de todos los billetes de 100 bolívares, por tanto había que gastarlos, canjearlos por los del nuevo cono monetario o depositarlos en las cuentas bancarias personales.

Dado que el lunes fue feriado bancario y dando que los billetes y monedas del nuevo cono monetario entrarán en circulación a partir del 15 de diciembre, lo más prudente parecía ir al banco a depositarlos. La acción se preveía ardua; en efecto, cuando llegamos a la agencia bancaria, en La Castellana, la cola ya estaba formándose aunque todavía no era tan larga como para que asustara.

Había gente de todas clases: jóvenes, ancianos, personas maduras, de diferentes condiciones sociales pero todos hermanados por el desconcierto: esa palabra, aunque no pronunciada, era la que mejor podía resumir el ánimo generalizado. Sin embargo, como es normal en Venezuela, muy pronto empezamos a fraternizar. Todos tenían cuentos que echar…

Los galpones en Ucrania

Las referencias a los galpones llenos de billetes de 100 bolívares en Ucrania, España y la República Checa generan tanto risas como comentarios amargos. Nadie cree en el argumento del Gobierno para tomar la medida radical e insólita. Y la versión de que una mafia extranjera (una ONG apoyada por el Departamento del Tesoro de Estados Unidos) pretende desestabilizar nuestro sistema económico, arrancaba incredulidad de los presentes.

–Si eso es verdad, Padrino y Reverol deberían estar presos por permitir que ese dinero salga del país –dijo el señor detrás de mí, con pinta de comerciante.

A pesar de que en los bancos no se permite el uso de celulares, casi todos los usábamos para suavizar la espera que prometía ser larga. Entonces se compartían las noticias. De esta manera nos enteramos que había habido un muerto en Valencia, atracado mientras se encontraba a las puertas de un banco, como estábamos nosotros, y que un camión de harina pan había sido saqueado en Plaza Venezuela.

Asimismo, compartimos memes como el de Maduro, muerto de la risa y con gorrito de San Nicolás, diciendo: “Tienes 72 horas para devolvernos los aguinaldos“; o aquel otro de un árbol de Navidad adornado con billetes de 100.

Un vigilante abría de vez en cuando la puerta de vidrio y dejaba pasar a diez personas. Estaba claro que nadie se iba a colear, solo permitíamos el paso a personas que realmente tuvieran dificultades de desplazamiento por andar con muletas o en silla de ruedas. Una señora que dijo que iba a hacer una pregunta y el vigilante la dejó pasar, fue sacada por dos miembros de la cola –un señor y una señora- cuando se dieron cuenta de que tardaba demasiado en salir y que la supuesta pregunta solo era una excusa para entrar sin hacer la fila.

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Desde antes de abrir, cientos de personas esperaban afuera de esta agencia bancaria en el Centro Plaza

Como unos bolsas

La anciana había llegado hacía un buen rato y a pesar de su avanzada edad no había pedido que la dejaran pasar ni ningún tipo de consideración. Como todo el mundo hacía su cola sin rechistar. Comentaba que el primero de diciembre había retirado su pensión completa y que venía a devolverla. Nos pareció una injusticia tremenda la que se comete con los pensionados, a quienes Maduro pretendió tranquilizar en su cadena presidencial del lunes.

Ella me había parecido conocida desde que la vi, no solo a mí sino a varios en la cola. Cuando finalmente nos dimos cuenta, se trataba de Haydée Castillo de López, exministra de Fomento durante la primera presidencia de Rafael Caldera (1969-74) y exvicepresidenta del Senado (1997-98).

Le expliqué que trabajo para Efecto Cocuyo y le pregunté qué le parecía la medida tomada por Maduro.

–A mí me parece una falta de conocimientos económicos E-LE-MEN-TA-LES, de parte de los que quieren dirigir la economía en Venezuela. Estamos aquí como una pila de bolsas para que nos den nada, porque lo que nos van a dar es un depósito que se va a volver agua y sal con la inflación.

–¿Considera que esto se podría haber hecho de otra manera?

–Decirle al Gobierno cómo pueden o deben hacerse la cosas es un tiempo perdido.

–¿Que opina de los argumentos ofrecidos por Maduro?

La respuesta de la exministra fue breve y contundente: “¿Quién cree eso? ¡Ja!”

La señora Castillo es pensionada, pero considera que el hecho de ser anciano no le da ciertos derechos: Cuando fue a cobrar la pensión llegó una señora pretendiendo que a ella la atendieran primero porque tenía 80 años. “Entonces yo le dije: ¡yo también tengo más de 80 años y todos los que estamos aquí tenemos más de 80 años y trabajamos más de 40 años para que nos dieran esta pensión, pendeja!”.

Afectados psicológicamente

Los celulares permitían enterarse de otras referencias importantes a la hora de entender el por qué de una medida, a todas luces, incomprensible. La señora Castillo, que una vez adentro del banco pudo sentarse, recordaba la Alemania de después de la primera Guerra Mundial, donde para comprar un pan (si es que se conseguía) había que llevar una carretilla de dinero.

Una señora a su lado mostraba en su celular la primera plana del diario cubano Revolución del 8 de agosto de 1961, donde se leía en gruesas letras negras: “Dispone el Gobierno el cambio de billetes”, una de las primeras medidas tomadas por el Gobierno de Fidel Castro.

Asimismo, otro señor mostró una referencia a la llamada Operación Berta, una apresurada medida de cambio de billetes y monedas impuesta por el Gobierno sandinista a toda la población en la Nicaragua de 1988. Los funcionarios gubernamentales que participaron tuvieron que jurar que no revelarían secretos de la operación, que al parecer benefició a unos cuantos jerarcas del régimen.

Una señora con la que mantenía animada conversación resultó ser psicóloga social de la UCV. Su nombre es Soraidée Romero y accedió responder a las preguntas de Efecto Cocuyo.

–Es importante tener una experiencia directa de lo que significa un día laboral perdido. Toda la gente preocupada por sus ahorros, por sus ingresos, por no tener la posibilidad de recibir el cambio por lo que ofrecieron, porque no es canje ya que no está listo el cono monetario para hoy. Es importante escuchar las opiniones en la cola de tantos ciudadanos, de tanta gente, de tantas personas preocupadas y, por supuesto hoy el pensamiento se circunscribe a hablar de este cambio de moneda y no de otros problemas que todavía nos afectan; por ejemplo, la situación en los hospitales, la apertura de un canal humanitario para distribución de medicinas, toda esta situación se plasma en la cola.

–¿Cree que esta medida puede tener un impacto psicológico en la población?

–Todos estamos afectados, no solamente por esta decisión económica sino desde hace mucho tiempo, la psiquis del venezolano tiene un nivel mayor de angustia a la de otros pueblos, y eso está relacionado con el tipo de consultas que hacen los pacientes, tanto en consultorios de psicólogos como de psiquiatras; padecemos una situación de angustia generalizada, la gente está pendiente de conseguir la comida diariamente, la gente está muy preocupada por lo que ha significado su esfuerzo de años, la situación mental del venezolano está constantemente alterada: el sueño, la posibilidad de disfrutar, de hacer el amor, de llevar una vida sana, todo esto lo tenemos en detrimento producto de cada decisión del Gobierno que nos afecta profundamente.

–¿Puede la desesperación desbordarnos?

–Nosotros somos un pueblo que tuvimos 40 años de democracia y eso es una enseñanza; la gente no quiere que haya una salida violenta, la gente espera que se encauce toda la salida que pueda ser electoral y estamos a tiempo. Pienso que la gente tiene un aguante porque no queremos más violencia, más muertos y que la salida sea peor. La mejor salida es la electoral, por eso se está discutiendo, creemos en el diálogo porque como humanos la palabra siempre va a a resolver antes que las armas u otras cosas.

Finalmente llegamos a la taquilla. Dos cajeras y una máquina contadora que hace su trabajo sin parar. A nuestro lado, un grupo de mujeres que habían hecho un gran depósito dicen que les faltan 20 mil bolívares según la cuenta. El reclamo no prospera. La máquina hizo su trabajo.

Vemos fajos de billetes como bloques de lego que se apilan. Y los montones van creciendo. Ignoramos qué pasará con ellos. Sólo sabemos que nunca más los veremos. Salimos del banco casi a la una, agotados, hambrientos y desconcertados. En las farmacias, los supermercados, las agencias bancarias, las colas se multiplican. Como las pilas de billetes.

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