El jefe de la Misión de la ONU en Libia (Unsmil), el libanés Ghassan Salamé, denunció  en una reunión del Consejo de Seguridad los “bombardeos indiscriminados” que se están viviendo en el país que violan el alto el fuego firmado hace dos semanas.

“El intercambio de artillería se ha incrementado significativamente en Trípoli en los últimos días con el consecuente aumento de víctimas civiles dado el uso de bombardeo indiscriminado”, afirmó Salamé este jueves 30 de enero.

El exministro señaló asimismo que el alto el fuego alcanzado en Libia con mediación turca ya no existe en la práctica, a la vez que apuntó a “actores sin escrúpulos tanto fuera como dentro de Libia” que “cínicamente” promocionan la paz frente a la ONU a la vez que insisten en la solución militar.

Estas acciones, dijo, “aumentan el temido fantasma de un conflicto a gran escala y más miseria para el pueblo libio, más refugiados, la creación de un vacío de poder y más interrupciones en el suministro energético global”.

En concreto, afirmó que la producción de petróleo de Libia pronto se verá reducida a los 72.000 barriles al día procedentes sólo de las plataformas marítimas, y que las sanciones resultarán en una pérdida de 55 millones de dólares al día en ingresos para el país.

Mientras, la embajadora de EEUU para la ONU, Kelly Craft, señaló que las violaciones del alto el fuego “empeoran una ya volátil situación” en Libia, que profundiza “el dolor y las adversidades a las que se enfrentan los libios diariamente”.

“Deben parar”, urgió Craft.

Asimismo, exigió a los estados miembro de la ONU que cumplan con sus obligaciones e implementen el embargo de armas impuesto: “Esto incluye el cese inmediato y permanente de todo despliegue de soldados y personal militar en Libia”.

El recrudecimiento del conflicto libio ha llevado a la Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) a suspender sus operaciones en el centro de evacuación de refugiados en Trípoli por temor a que no pueda garantizarse la protección de quienes trabajan y viven en esa instalación.

El alto el fuego de hace dos semanas trataba de poner freno a diez meses de intensos combates que han segado la vida de más de 1.500 personas -más de 300 civiles-, herido a alrededor de 15.000 y obligado a más de 140.000 a abandonar sus hogares y convertirse en desplazados internos.

La guerra civil en Libia estalló en 2015 y se recrudeció en abril del pasado año, fecha en la que el mariscal Jalifa Hafter puso cerco a la capital para arrebatársela al Gobierno de Acuerdo Nacional sostenido por la ONU en Trípoli (GNA) y a su aliado, la ciudad estado de Misrata.

El mariscal cuenta con el respaldo de Rusia, Arabia Saudí, Egipto y Emiratos Arabes Unidos, mientras que Francia y EEUU le apoyan políticamente.

El GNA liderado por Fayez Al Serraj, está apoyado, por su parte, política y financieramente por la UE, la ONU, Italia y Catar y recibe además apoyo militar de Turquía.

Con información de EFE

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