A las dos de la madrugada del viernes, 4 de marzo, surgieron las primeras informaciones: los periodistas con contactos en el Ministerio Público y la Policía Federal supieron que Lula sería detenido. Al amanecer, los agentes se llevarían al expresidente Lula da Silva a declarar bajo la figura de “coerción”, y allanaron los domicilios del exmandatario y de uno de sus hijos, Lulinha, quien se enriqueció durante los años en los que su padre estuvo en el poder (2003-2010).

Los efectivos llegaron al edificio de clase media alta donde vive Lula a las 6 de la mañana, una visita que no sorprendió del todo al expresidente, quien venía denunciando una conspiración contra su persona y proyecto político. Trasladado a declarar obligado sin que mediara una citación previa, Lula llegó al aeropuerto de Guarulhos (el mismo donde detuvieron a la niñera de Elías Jaua en octubre de 2015), y la noticia acaparó titulares y memes. Hubo mini manifestaciones y enfrentamientos en la residencia de Lula y en Guarulhos, que no llegaron a mayores por la intervención de la policía. Pero, a pesar de los deseos de los desafectos de Lula, el exmandatario fue liberado después de mediodía.
Lula salió del poder como un hombre rico, pero nunca se le han probado ilícitos en relación con ese patrimonio. Se retiró del gobierno con índices récord de popularidad, y aún es la esperanza blanca para un Partido de los Trabajadores (PT) deshilachado por los escándalos de corrupción y la crisis económica que aqueja al país.
Al dejar la comisaría de Guarulhos este viernes, Lula dio una pieza de oratoria cautivante: habló -y hasta lloró- por el hombre de origen humilde cuya esposa fue empleada doméstica desde los 11 años, cuya familia es inocente, ultrajado para dar un show mediático al gusto del grupo de medios Globo. Jamás negó las acusaciones, por ejemplo, de haber recibido fondos o propiedades a través de terceros por parte de empresas contratistas de Petrobras. O de recibir 200 mil dólares por cada conferencia que dio en Brasil y el mundo tras salir de la presidencia, pagados por las mismas contratistas investigadas por sobrefacturarle a la petrolera estatal.
Lula -micrófono en mano- enhebró un discurso emotivo y articulado: se puso en el rol de víctima que, a pesar de las infamias, no se rinde. Pero no dio explicaciones. Sobre el apartamento de lujo que se le atribuye en la playa de Guarujá -a nombre de un amigo-, el líder se rasgó las vestiduras: “Todo el mundo puede (frecuentar propiedades de lujo) menos éste metalúrgico de mierda”, tronó, golpeándose el pecho, en la sede nacional del PT, en la capital paulista. Salió de allí bajo aplausos tras declararse candidato a la presidencia en 2018 y dispuesto a la lucha.
Analistas coinciden en que el gobierno de Dilma Rousseff queda mal parado tras la jornada de este viernes. La mandataria ya enfrenta procesos en el Superior Tribunal Electoral y en la Contraloría, por presuntas irregularidades en las finanzas de sus campañas electorales y manejos contables ilegales de las finanzas públicas. También la ronda el fantasma de una presunta delación del senador Delcidio Amaral, un parlamentario del PT,  que fue su operador dilecto en el Congreso y ahora es investigado por intentar obstruir las investigaciones en la causa del Lava Jato. Pero otros alertan de la posibilidad de darle una causa al desacreditado Partido de los Trabajadores al golpear a su líder emblemático, quien aún tiene llegada en los sectores populares y los liderazgos sindicales.
La decisión de Moro de llevarse a Lula como trofeo generó show, pero fue considerada impertinente hasta por desafectos del expresidente. Según el exministro de Justicia y exsecretario de Derechos Humanos durante el gobierno del socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso, José Gregori, “en nuestra legislación (no existe) la figura de la conducción coercitiva sin que haya habido una convocatoria previa”. El todopoderoso juez Sergio Moro -que lleva la mega causa del Lava Jato- salió al final de la tarde a justificar el traslado forzoso asegurando que quiso “evitar tumultos” en una comparecencia agendada.
¿Predicciones?: las consultoras hablan de un gobierno que se derrumba, del fin de la era del PT que gobierna desde 2003 a Brasil. La espectacular acción de Moro este viernes favorece las teorías del oficialismo respecto de una causa -Lava Jato- contaminada por facciones políticas opositoras dentro del Ministerio Público y la Policía Federal. Las mismas que -por caso- filtran a los medios testimonios que forman parte del sumario, pero solo aquellos que perjudican al PT y a sus empresarios amigos.
Economistas como Gesner de Oliveira y su socio Fernando Marcato, quien actuó como asesor del Departamento de Justicia de Estados Unidos en el Caso Siemens (mayor escándalo corporativo de la historia), calculan que 2 puntos porcentuales de caída del PIB de Brasil en 2015 se explican por la Operación Lava Jato. Dilma suele insistir en que hay que castigar a los culpables, pero preservar a las empresas.
Con esos elementos, Lula y Dilma tiene material para sostener el relato de “ellos contra nosotros” un tiempo más, teniendo la maquinaria del Estado en sus manos y una oposición dividida en la vereda de enfrente. Y vivir un día a la vez.

Foto EFE

Valentina Álvarez,  Editora de Brasil 247 Latam

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