Las mesas de los hogares venezolanos no son las únicas a las que les falta algún ingrediente o las que se quedaron sin pollo, carne o pescado. También a los restaurantes el desabastecimiento y la inflación les pasan facturas a diario. Sin importar el tipo de clientela ni el poder adquisitivo de los comensales, areperas, perrocalenteros y restaurantes sufren por igual.

Al perrocalentero detrás del centro comercial Expreso de Chacaíto le ha tocado decir más de una vez “no tengo”. Afectado por la escasez, hay días en los que falta un ingrediente, una salsa o, incluso, hasta carne para preparar hamburguesas o pepitos. “Hay días que no se consigue carne o pollo o salchicha”, dijo el hombre.

Los precios, que antes rendían para toda la familia, hoy en día tampoco son muy amigables al bolsillo. El perro más sencillo cuesta 230 bolívares, un aumento considerable en comparación con su precio en octubre del año pasado, cuando rondaba los 150 bolívares. “Una familia no puede venir ya a comerse unas hamburguesas a mil bolívares cada una”, aseguró el vendedor. 

En un recorrido hecho por Efecto Cocuyo por Chacaíto, El Rosal y Las Mercedes y tras visitar 10 establecimientos de comida, entre ellos areperas, puesticos, carritos y restaurantes, se pudo constatar que, sin importar los platos ni el tipo de menú que se prepara, el aumento de los precios es una constante y la búsqueda de los ingredientes también.

Unos metros más allá del centro comercial Expreso Chacaíto, frente a las colas para tomar los carritos hacia Baruta, el señor Enrique asegura que atraviesa una situación de escasez y de inflación en su puesto de perros calientes que no había visto en los 25 años que lleva trabajando en el mismo lugar.

Los grandes desaparecidos de su menú son las salchichas polacas y las alemanas. La falta de opciones en las estanterías de los supermercados lo ha obligado a vender solo un tipo de salchicha: la que se consigue.

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El precio del cartón de huevos a 420 bolívares es algo que Enrique tampoco encuentra ni queriendo. Los que prepara en su puesto los consigue entre 900 y mil bolívares el cartón. Las otras cosas que escasean, como la mayonesa, las busca pero en los bachaqueros. “Las ventas han bajado”, reconoce el vendedor, y muestra de ello son los precios escritos con marcador en la parte de arriba el puesto, que tienen que ser actualizados constantemente.

La harina de maíz precocida no está en ningún estante de supermercado y si se consigue, es de a poquito, vendidas con regulación de a dos. Sin embargo, en las areperas sí hay reinas pepiadas, sifrinas y hasta viudas para comer. ¿La razón’? las preparan con maíz pilado.

“Productos Polar no se consiguen”, aseguró el señor Caldera, a cargo de la arepera Misia Jacinta, en El Rosal. La masa de las arepas ha optado por mezclarla con harina La Lucha a falta de la Harina PAN. “No se consigue nada”, afirmó uno de los mesoneros, pero la barra tiene todos los rellenos del menú. Eso sí, la arepa rellena más económica sale en unos 600 bolívares.

Para ofrecer todos los rellenos y batidos de jugos a su clientela, el señor Juan Carlos se para a las 2:00 am para ir al mercado de Coche y comprar los ingredientes necesarios. “A uno pueden pegarle un tiro mientras hace la cola”, apuntó el dueño de la arepera Doña Caraotica, en la principal de Las Mercedes.

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El mercado de siempre, cuenta, varía de precios todo el tiempo y cuando falta un contorno, a veces toca sustituirlo con otro: “Si no hay carne, se le pone pollo. Y así”, afirmó Juan Carlos, “ahorita me pidieron arroz y voy a salir a ver si puedo bachaquear”, agregó. 

La escasez de pastas Ronco y de otras marcas nacionales no llegan a las mesas de Franca o Focaccia Ristorante, también en Las Mercedes. Sus pastas son importadas y también el arroz para el risotto.

En el caso de Focaccia Ristorante, un local especializado en comida italiana, los productos siempre han sido importados. Los ingredientes para las salsas los traen los proveedores. “Compran en el mercado de Coche pero es fijo que los precios del tomate, la cebolla y demás ingredientes lleguen más caros“, expresó Juan Carlos, gerente del lugar, quien afirmó que los cambios de los costos los obliga a ellos a justar precios a cada rato.

Ni Fama de América ni Café Madrid ni Café Venezuela hay en los supermercados o bodegas, pero eso no afecta a Franca porque el café que ellos comercializan lo compran a la Hacienda Santa Teresa o lo traen desde Higuerote. No obstante, más de una vez han tenido que decirle a los clientes un “no hay” o servir la bebida negra, sin leche, otro producto que también escasea.

En algunos locales, el desabastecimiento ha sido tan duro que los vendedores se han visto obligados a cambiar el menú o sacar algunos platos de la carta, incluso con una amplia cartera de proveedores. La Sepertina Pizza, frente a la plaza Martí en Chacaíto, no vende pizzas desde hace ocho meses porque no se consigue harina de trigo, aseguró una vendedora. Ahora venden empanadas y desayunos en el local.

En La Balconatta, ubicada en la avenida Río de Janeiro, la situación no es muy diferente al del establecimiento en Chacaíto. Más de un plato salió del menú porque los productos no se consiguen o porque los precios subieron.

“Antes vendíamos una ensalada que venía sobre una cama de peras y manzanas ¿Dime quién puede pagar eso cuando una sola manzana vale más de 500 bolívares?“, precisó Dennis, quien es cajero en el restaurante.

Los vegetales también los traen del mercado de Coche los proveedores. Eso sí, vienen más caros que irlos a comprar hasta el sitio y con un aumento casi semanal. “Aquí los clientes vienen a comer y les sale más baratos que en otros lugares donde venden el mismo tipo de comida. No se puede estar cambiando de precio todos los días“, dijo Dennis.

Para hacer frente a la situación, el restaurante Antigua en la calle Madrid de Las Mercedes ha optado por ofrecer en su menú los platos cuyos ingredientes se encuentran en inventario para evitar decir que no tienen de uno o que les falta algo del otro. 

De acuerdo con José Padrón, gerente general del restaurante, las proteínas son las que más varían al momento de adquirirlas con los proveedores. No obstante, afirma que siempre tratan de mantener los precios y que cuentan con la ventaja de que las pastas las hacen ellos mismos, por lo que no tienen que estar sujetos a los precios que traigan los importadores.

“Tenemos la estrategia de recomendar a la gente la sugerencia del día”, dijo Padrón, donde ofrecen al cliente los productos que se encuentran en el inventario del local. De resto, asegura, no ha habido una diferencia notoria en la afluencia de los clientes. Dependiendo del día, hay más o menos gente.

Cuando a Jenny, la encargada de pagar a los proveedores del restaurante La Factoría Romana, en Las Mercedes, le preguntaron si ha habido platos que han salido del menú, ella respondió con un gesto con la mano, como diciendo un montón. “Más de uno”, aseguró. Retirar platillos de la carta les sucede con frecuencia.

“La semana pasada se cambiaron los precios y se previó que el ajuste durara unos tres meses”, expresó Jenny. Sin embargo, la trabajadora agregó que el ajuste no va a durar mucho porque los precios que había previsto dejarán de dar ganancias en un par de semanas porque el pescado incrementó su precio.

Los costos para el restaurante suben y las visitas de los clientes bajan. “Nosotros estamos súper preocupados”, señaló Jenny, pues la clientela ya no es la misma de antes, ni siquiera los domingos.

“Para principios de mes, un pulpo costaba 1.400 bolívares. Después subió a 1.800, luego a 2.100. Actualmente se montó en tres mil y piquito”, señaló el señor Pasquale, jefe de cocina del restaurante La Factoría Romana. Pasquale también asesora a otros restaurantes de la zona y aseguró que la situación con los menús es la misma en todos los locales. 

“Hay restaurantes que preparan un tipo de comida en específico, como comida americana o japonesa o mediterránea, pero han tenido que comercializar otros tipos porque no se consiguen de una o de otra”, dijo el jefe de cocina.

A pesar de ser zonas llenas de restaurantes y locales de todo tipo, sin importar el público ni los precios de los platos, todos los establecimientos afrontan el mismo problema con los precios de los proveedores, la escasez de ingredientes y el desabastecimiento de comida. Ante la situación, han tenido que ingeniárselas para continuar abiertos y no perder clientes.

“El otro día leí un artículo en una revista donde decía que los venezolanos somos muy innovadores en la cocina”, comentó Pasquale, “yo digo que no somos innovadores, sino que hemos tenido que adaptarnos y cocinar con lo que se consiga“, finalizó.

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