¿De dónde proviene el café que se vende en cápsulas? ¿Cuánto ganan por día los que recogen a mano esos granos de café? ¿Cuánta agua consumen los sembradíos del maíz que luego se exportan a distintas partes del mundo? ¿Cuánta ganancia les queda a los productores agrícolas del maíz? La pandemia del COVID-19 también puso los reflectores sobre los alimentos y las cadenas de suministros globales.
“Necesitamos repensar cómo producimos, cómo vendemos la comida y cómo la consumimos. Necesitamos producir comida sin que se degraden los ecosistemas, porque la sobrevivencia del humano depende de esto”, advirtió Gilbert Houngbo, quien acaba de ser reelegido esta semana para un segundo mandato como presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (Fida), en rueda de prensa transmitida por Zoom desde Italia.
En la reunión anual del Consejo de Gobernadores de Fida celebrada en Roma, Houngbo volvió a poner el acento en la pobreza, aunque esta vez también incluyó al impacto del cambio climático sobre la producción de los alimentos. Las amenazas de este fenómeno abarcan inundaciones en puntos tan lejanos como Bangladesh o tan cercanos como las ciudades venezolanas de Santa Bárbara o Mene Grande en el Zulia.
Fida acaba de sellar una alianza con la Secretaría General de las Naciones Unidas para que las voces de los productores agrícolas sean escuchadas en la próxima Cumbre de los Sistemas Alimentarios 2021, que está pautada para el venidero septiembre.
La meta es que los agroproductores de América Latina, África, Asia y el resto del mundo celebren diálogos en sus zonas y sus propuestas sobre cómo cambiar la producción y el consumo alimenticio puedan llegar al debate con los líderes políticos y los expertos de la academia.
Esta es una oportunidad, por ejemplo, para que las soluciones de producción masiva de insectos como parte de la dieta diaria puedan tener una plataforma más amplia de debate.
“Los sistemas alimenticios son muy locales. Hay comunidades que ya utilizan los insectos como parte su dieta. Pero hay que superar desafíos culturales alrededor de los insectos, que sabemos tienen un gran contenido de proteínas y de grasas buenas. Que los insectos puedan convertirse en uno de los alimentos principales dependerá de las soluciones que se presenten en el empaquetamiento y luego, en la percepción cultural” explicó Agnes Kalibata, enviada especial del secretario general de la ONU para la cumbre, desde su perspectiva como entomóloga.
Houngbo y Kalibata coincidieron en que la adaptación de la producción alimentaria al cambio climático tiene que ser una decisión conjunta, que incluya a las comunidades rurales que ya comienzan a ser afectadas por olas de sequías e inundaciones y que ahora, además, tienen que enfrentarse a las consecuencias socioeconómicas de la pandemia del COVID-19.
“Aprendimos mucho con la pandemia. Quedó claro lo fundamental que es la producción agrícola local, en especial cuando todo el sistema de transporte y logística llegó a bloquearse” aseguró el presidente de Fida.
El reto para el fondo ahora es ampliar la recaudación entre sus 177 países miembros y cubrir así, más apoyos enfocados a la digitalización agrícola.
El objetivo es que los productores agrícolas rurales mejoren su conexión a Internet y con esto, el uso de aplicaciones que puedan marcarle pronósticos climáticos más certeros, hacer mediciones más detalladas del uso del agua en sus sembradíos y seguir los indicadores de precios de sus productos en el mercado global.
Al cierre del evento en Roma, los principales donantes del Fida como los Estados Unidos, Francia, Alemania y Suecia incrementaron en más de 40% los montos de sus apoyos financieros para el próximo año. Hasta ahora se recolectó un total de 1.100 millones de dólares para el financiamiento de proyectos agrícolas entre 2022 y 2024.
Los productores agrícolas venezolanos, sin embargo, llevan más de siete años sin recibir apoyo del Fida. Algo que contrasta con otros países de la región como Cuba, Colombia, Ecuador, Argentina o México que sí cuentan hoy con apoyos financieros para que los agroproductores puedan, por ejemplo, mejorar la productividad de sus cultivos.
Foto principal: Fida | Centro de Noticias
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“Necesitamos repensar cómo producimos, cómo vendemos la comida y cómo la consumimos. Necesitamos producir comida sin que se degraden los ecosistemas, porque la sobrevivencia del humano depende de esto”, advirtió Gilbert Houngbo, quien acaba de ser reelegido esta semana para un segundo mandato como presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (Fida), en rueda de prensa transmitida por Zoom desde Italia.
En la reunión anual del Consejo de Gobernadores de Fida celebrada en Roma, Houngbo volvió a poner el acento en la pobreza, aunque esta vez también incluyó al impacto del cambio climático sobre la producción de los alimentos. Las amenazas de este fenómeno abarcan inundaciones en puntos tan lejanos como Bangladesh o tan cercanos como las ciudades venezolanas de Santa Bárbara o Mene Grande en el Zulia.
Fida acaba de sellar una alianza con la Secretaría General de las Naciones Unidas para que las voces de los productores agrícolas sean escuchadas en la próxima Cumbre de los Sistemas Alimentarios 2021, que está pautada para el venidero septiembre.
La meta es que los agroproductores de América Latina, África, Asia y el resto del mundo celebren diálogos en sus zonas y sus propuestas sobre cómo cambiar la producción y el consumo alimenticio puedan llegar al debate con los líderes políticos y los expertos de la academia.
Esta es una oportunidad, por ejemplo, para que las soluciones de producción masiva de insectos como parte de la dieta diaria puedan tener una plataforma más amplia de debate.
“Los sistemas alimenticios son muy locales. Hay comunidades que ya utilizan los insectos como parte su dieta. Pero hay que superar desafíos culturales alrededor de los insectos, que sabemos tienen un gran contenido de proteínas y de grasas buenas. Que los insectos puedan convertirse en uno de los alimentos principales dependerá de las soluciones que se presenten en el empaquetamiento y luego, en la percepción cultural” explicó Agnes Kalibata, enviada especial del secretario general de la ONU para la cumbre, desde su perspectiva como entomóloga.
Houngbo y Kalibata coincidieron en que la adaptación de la producción alimentaria al cambio climático tiene que ser una decisión conjunta, que incluya a las comunidades rurales que ya comienzan a ser afectadas por olas de sequías e inundaciones y que ahora, además, tienen que enfrentarse a las consecuencias socioeconómicas de la pandemia del COVID-19.
“Aprendimos mucho con la pandemia. Quedó claro lo fundamental que es la producción agrícola local, en especial cuando todo el sistema de transporte y logística llegó a bloquearse” aseguró el presidente de Fida.
El reto para el fondo ahora es ampliar la recaudación entre sus 177 países miembros y cubrir así, más apoyos enfocados a la digitalización agrícola.
El objetivo es que los productores agrícolas rurales mejoren su conexión a Internet y con esto, el uso de aplicaciones que puedan marcarle pronósticos climáticos más certeros, hacer mediciones más detalladas del uso del agua en sus sembradíos y seguir los indicadores de precios de sus productos en el mercado global.
Al cierre del evento en Roma, los principales donantes del Fida como los Estados Unidos, Francia, Alemania y Suecia incrementaron en más de 40% los montos de sus apoyos financieros para el próximo año. Hasta ahora se recolectó un total de 1.100 millones de dólares para el financiamiento de proyectos agrícolas entre 2022 y 2024.
Los productores agrícolas venezolanos, sin embargo, llevan más de siete años sin recibir apoyo del Fida. Algo que contrasta con otros países de la región como Cuba, Colombia, Ecuador, Argentina o México que sí cuentan hoy con apoyos financieros para que los agroproductores puedan, por ejemplo, mejorar la productividad de sus cultivos.
Foto principal: Fida | Centro de Noticias