El COVID-19 es motivo de gran preocupación en el mundo y Venezuela no escapa a ello; pero la ya agravada situación interna del país, especialmente con la crisis humanitaria imperante mucho antes de la aparición del nuevo coronavirus, agrega más sinsabores a la pandemia.
En entrevista con el espacio multimedia Con La Luz, la nutricionista y asesora de Cáritas Venezuela, Susana Raffalli, habló sobre el impacto que la pandemia por el coronavirus ha añadido a la emergencia humanitaria compleja que vive Venezuela.
Una de las reflexiones que Raffalli hace en el programa, conducido por la periodista Luz Mely Reyes, es sobre lo difícil que ha sido para muchos venezolanos cumplir con una de las normativas más básicas para la prevención de la enfermedad: el «quédate en casa», pues el venezolano común ha priorizado más el hecho de poder acceder a sus fuentes de alimentación sobre el riesgo de contagios.
«El autocuidado es lo primordial, porque el Estado poco hace para hacer cumplir estas disposiciones. El venezolano no puede acatar la regla de la proximidad, porque vive de su trabajo, de la calle, del intercambio y ante esa imposibilidad de acatar esa regla de oro de no exponerse, tomar las medidas básicas, el riesgo de contagio es latente», afirmó.
Raffalli observa, en su experiencia en organizaciones sociales, al menos desde marzo hasta la fecha un aumento de búsqueda de asistencia tanto sanitaria como alimentaria y hasta de apoyo moral.
«Los venezolanos no solo tenemos la enfermedad del COVID-19 más cerca, hace un mes o dos no veíamos tantos mensajes de condolencias y desespero en las redes sociales», apunta.
Susana Raffalli considera que el Estado, aun con sus medidas de cuarentena y los relativamente bajos números de contagios en Venezuela, no ha ejecutado verdaderas acciones efectivas y humanitarias para controlar la pandemia.
Acusa que el trato hacia las personas, la criminalización de quienes de alguna manera violan las medidas sanitarias y la centralización de los tests de descarte son algunos de esos detalles que se deben corregir para no agravar la situación.
«A pesar que Maduro diga que se está tratando a la gente con amor, no deja de tener ese tono autoritario. Se han visto esos casos de guardias nacionales o policías castigando físicamente a los que rompen la cuarentena; eso no es humanista», criticó.
La alimentación fue también parte de la entrevista; tema del cual esta profesional ha hecho su vida, pues la preocupación de cómo se nutren los sectores más vulnerables ha marcado su labor humanitaria.
«En nuestros grupos antes nos llamaban por comida, medicinas; ahora hasta nos piden ayuda para conseguir ataúdes. La situación es grave y muy poco hacen las autoridades para subsanarlo».
Explica que esa petición de algunas ONG de derechos humanos para que el gobierno de Nicolás Maduro permita la entrada de entes internacionales como el Programa Mundial de Alimentos es lo más positivo que podría pasar en Venezuela.
«Es muy necesario, es algo que se espera mucho. Es imprescindible», dijo.
Aseveró que programas de alimentación promovidos por el Gobierno no han sido efectivos y mucho menos en tiempos cuando se pueden convertir en riesgosos.
«Las casas de alimentación no son eficientes, no son efectivas; son un riesgo de contagio e incumplen con la básica norma de evitar el aforo de gente y el contacto interpersonal; lo mismo que la entrega de cajas Clap y los comedores sociales».
Para ella, lo mejor sería que el acceso a esos subsidios del Estado fuese a través de transferencias o cestatickets, para que las personas compren lo que necesiten donde quieran y evitar los riesgos de contagio.
El asunto elecciones también salió a colación. Para Susana Raffalli el riesgo de contagio es alto y debería considerarse posponer el proceso.
«Tomemos por ejemplo Nueva Zelanda. Su presidenta suspendió unas elecciones por solo cuatro casos detectados. Soy de las que piensa que los derechos civiles no deben suspenderse por la pandemia, pero en el caso venezolano hay un alto riesgo, tanto sanitario como electoral, pues habrá quienes por miedo de no contagiarse prefieran no ir a votar como aquellos que van a votar aun asumiendo riesgos. La urgencia electoral está divorciada de la urgencia sanitaria».
Vea la entrevista aquí
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En entrevista con el espacio multimedia Con La Luz, la nutricionista y asesora de Cáritas Venezuela, Susana Raffalli, habló sobre el impacto que la pandemia por el coronavirus ha añadido a la emergencia humanitaria compleja que vive Venezuela.
Una de las reflexiones que Raffalli hace en el programa, conducido por la periodista Luz Mely Reyes, es sobre lo difícil que ha sido para muchos venezolanos cumplir con una de las normativas más básicas para la prevención de la enfermedad: el «quédate en casa», pues el venezolano común ha priorizado más el hecho de poder acceder a sus fuentes de alimentación sobre el riesgo de contagios.
«El autocuidado es lo primordial, porque el Estado poco hace para hacer cumplir estas disposiciones. El venezolano no puede acatar la regla de la proximidad, porque vive de su trabajo, de la calle, del intercambio y ante esa imposibilidad de acatar esa regla de oro de no exponerse, tomar las medidas básicas, el riesgo de contagio es latente», afirmó.
Raffalli observa, en su experiencia en organizaciones sociales, al menos desde marzo hasta la fecha un aumento de búsqueda de asistencia tanto sanitaria como alimentaria y hasta de apoyo moral.
«Los venezolanos no solo tenemos la enfermedad del COVID-19 más cerca, hace un mes o dos no veíamos tantos mensajes de condolencias y desespero en las redes sociales», apunta.
Susana Raffalli considera que el Estado, aun con sus medidas de cuarentena y los relativamente bajos números de contagios en Venezuela, no ha ejecutado verdaderas acciones efectivas y humanitarias para controlar la pandemia.
Acusa que el trato hacia las personas, la criminalización de quienes de alguna manera violan las medidas sanitarias y la centralización de los tests de descarte son algunos de esos detalles que se deben corregir para no agravar la situación.
«A pesar que Maduro diga que se está tratando a la gente con amor, no deja de tener ese tono autoritario. Se han visto esos casos de guardias nacionales o policías castigando físicamente a los que rompen la cuarentena; eso no es humanista», criticó.
La alimentación fue también parte de la entrevista; tema del cual esta profesional ha hecho su vida, pues la preocupación de cómo se nutren los sectores más vulnerables ha marcado su labor humanitaria.
«En nuestros grupos antes nos llamaban por comida, medicinas; ahora hasta nos piden ayuda para conseguir ataúdes. La situación es grave y muy poco hacen las autoridades para subsanarlo».
Explica que esa petición de algunas ONG de derechos humanos para que el gobierno de Nicolás Maduro permita la entrada de entes internacionales como el Programa Mundial de Alimentos es lo más positivo que podría pasar en Venezuela.
«Es muy necesario, es algo que se espera mucho. Es imprescindible», dijo.
Aseveró que programas de alimentación promovidos por el Gobierno no han sido efectivos y mucho menos en tiempos cuando se pueden convertir en riesgosos.
«Las casas de alimentación no son eficientes, no son efectivas; son un riesgo de contagio e incumplen con la básica norma de evitar el aforo de gente y el contacto interpersonal; lo mismo que la entrega de cajas Clap y los comedores sociales».
Para ella, lo mejor sería que el acceso a esos subsidios del Estado fuese a través de transferencias o cestatickets, para que las personas compren lo que necesiten donde quieran y evitar los riesgos de contagio.
El asunto elecciones también salió a colación. Para Susana Raffalli el riesgo de contagio es alto y debería considerarse posponer el proceso.
«Tomemos por ejemplo Nueva Zelanda. Su presidenta suspendió unas elecciones por solo cuatro casos detectados. Soy de las que piensa que los derechos civiles no deben suspenderse por la pandemia, pero en el caso venezolano hay un alto riesgo, tanto sanitario como electoral, pues habrá quienes por miedo de no contagiarse prefieran no ir a votar como aquellos que van a votar aun asumiendo riesgos. La urgencia electoral está divorciada de la urgencia sanitaria».
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