Maltrato infantil

La crisis pone a prueba la estabilidad de cualquier grupo humano. Va erosionando el “sistema inmunológico social”, la capacidad de que los individuos y colectividades puedan hacer frente a las adversidades sin implosionar.

En la medida en que la crisis perdura, sus efectos se hacen crónicos son mayores las posibilidades de que las personas se irriten, depriman, enfermen, tengan comportamientos hostiles…

Los niños y adolescentes sufren por partida doble

Padecen en carne propia los rigores de las privaciones, límites en sus hábitos de alimentación, recreación, socialización y, además, son receptáculos de las agresiones de familiares y adultos que pagan con ellos las frustraciones y el estrés.

Cecodap realiza desde hace años un monitoreo de cómo las diferentes formas de violencias amenazan o violan los derechos humanos de esta población. “Somos Noticia” es el informe producto de esta investigación. Ante la opacidad de datos oficiales, constituye solo una muestra de los casos que han trascendido, una radiografía que da cuenta de las tendencias, “la punta del iceberg”.

Maltrato aumentó en un 51%

En el 2015 registró un total de 6.455 casos de violencia contra niños, de los cuales 318 eran de carácter familiar. Para 2016, Cecodap registró que, de 9.807 casos, 480 se perpetraron en el núcleo familiar.

Si bien se ha denunciado un aumento de la violencia contra niños en todos los demás ámbitos estudiados (social, escolar, por accidente, sexual e institucional), Cecodap observó que los casos de maltratos ejecutados por familiares subieron en 51% de 2015 a 2016.

¿Y en 2017? Siguen aumentando los casos de violencia contra niños en el hogar, al pasar de 480 en 2016 a 558 en el presente análisis (lo que representanta un poco más de 16% a pesar de que faltan 2 meses para finalizar el año).

Los más pequeños, los más agredidos

61% de los casos que especifican la edad afectan a niños y niñas menores de 6 años.

Aumentan en 90% los casos de maltrato infantil al pasar de 101 casos en 2016 a 192 casos hasta octubre del presente año. En 10 meses de 2017, 94 niños y adolescentes murieron a causa de la violencia en sus hogares (representan el 76% de los 123 registrados durante 2016). La mayoría (36%) murió a mano de sus padres y/o madres; 29% como consecuencia de las agresiones ocasionadas por familiares; 21% por negligencia y/o descuido de los responsables de su cuidado y 18% muertes bajo investigación de organismos policiales.

Lo que se evidencia

Está aumentando la frecuencia de los casos. Cada vez se repiten más con el riesgo de que se hagan costumbre, se naturalicen.

La mayoría de los progenitores son muy jóvenes que tuvieron a sus hijos siendo adolescentes, sin contar con las condiciones sociales, económicas y emocionales, que aumentan los factores de riesgo a los que están expuestos los niños, los cuales, en muchos casos, se convierten en estorbos.

Está presente el consumo de alcohol o estupefacientes los cuales actúan como desinhibidores que propician agresión incontrolada.

La intensidad de la violencia es mayor. Cada vez hay más saña y brutalidad.

Los niños más pequeños son las principales víctimas. Son lo más vulnerables, los más indefensos.

Se hace evidente la presencia de pautas de crianza con violencia verbal, castigos físicos y humillantes que son justificados culturalmente.

Los casos más lamentables, en los que hay asesinatos, heridas o lesiones severas, evidencian un entorno que manifiesta conocer del hecho desde hace meses y hasta años; pero que confiesa no haber hecho nada. El silencio que aniquila a los inocentes.

La desconfianza en las autoridades e instituciones se hace evidente. La gente no confía y tiene miedo a realizar las denuncias a los organismos competentes que deberían actuar.

El sistema de protección del niño y del adolescente que debe contar con programas de prevención y atención a este fenómeno se encuentra igualmente debilitado por la crisis.

La crisis profundiza la agresión a los niños

Mientras la crisis sigue apretando a madres y padres que no cuentan con condiciones, algunos proclives a perder el control y ponerse violentos y la ausencia de estado, poder de contención y de atención, estos lamentables casos se seguirán aumentando ante la resignación e inacción de los responsables.

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