En 1933, el joven cineasta español Luis Buñuel se echó la cámara al hombro y se fue a Extremadura, una de las zonas más pobres de España al suroeste de la península, para filmar un documental en blanco y negro que cambiaría la historia del cine español. Aunque ya había estado en Hollywood y se había declarado surrealista, Buñuel quería mostrar las condiciones de pobreza en que vivían muchos españoles. Ramón Acín, un amigo suyo anarquista, se ganó la lotería y le ofreció el dinero para llevar a cabo el proyecto.

Subiendo por imponentes despeñaderos, aptos solo para cabras, se adentró en una región desconocida, ayudado por baquianos y lugareños que le mostraron las empobrecidas comunidades ubicadas en las montañas. Los habitantes de estas casas de piedra vivían en condiciones casi infrahumanas. Estaban diezmados por enfermedades, los niños morían, las madres no sobrevivían a los partos. El hambre era permanente, muchos parecían espectros. No había escuelas ni hospitales, no tenían ni leña para cocinar o calentarse en invierno. Los hombres debían marchar a otras regiones en busca de trabajo.

En ese documental de apenas 27 minutos, titulado Las Hurdes, tierra sin pan, están contenidas todas las razones por las cuales estalló la guerra, el 18 de julio de 1936. El pueblo español se quiso dar un gobierno republicano como forma de paliar la grave situación económica, política y social que asolaba la península, a manos de una monarquía insensibilizada ante la injusticia social. Los partidos republicanos triunfaron en las elecciones municipales de 1931 y se instauró la Segunda República. El 18 de julio de 1936, un sector del ejército, con el apoyo de partidos monárquicos y fascistas, intentó un golpe de Estado; al fracasar, comenzó la Guerra Civil Española.

Para que haya una guerra civil, generalmente el ejército se divide. Este fue el caso, el ejército español se dividió, mas la mayoría de los oficiales de carrera se plegaron a la insurrección armada. Muy pocos militares profesionales permanecieron fieles al gobierno republicano. El ejército republicano tuvo que armarse con militantes de partidos republicanos, de izquierda y milicias anarquistas. Asimismo la República contó, hasta cierto punto, con el apoyo de la Unión Soviética y las Brigadas Internacionales, milicias integradas por voluntarios de muchos países, mientras que el bando franquista fue respaldado por Hitler y Mussolini.

El conflicto español se internacionalizó y pasó a ser un problema europeo, cuando aún Europa no existía como comunidad organizada. En España se vivió una guerra mundial en miniatura, que duró 3 años y ocasionó un millón de muertos más decenas de miles de desplazados, refugiados y exiliados. Flamantes democracias como la británica y la francesa, que además tenía en el gobierno a un Frente Popular similar al español, no hicieron nada por la República española que finalmente fue derrotada en 1939.

Comenzó entonces la dictadura de Francisco Franco que duraría hasta su muerte en 1975. Las primeras elecciones democráticas fueron el 15 de junio de 1977. Luego vendría la transición a la democracia, lenta pero segura, de la mano de Adolfo Suárez, quien tuvo la delicada tarea de comenzar a desmontar el “franquismo sin Franco”. En 1978 fue aprobada la nueva Constitución, que rige a España hasta hoy.

En Venezuela muchas veces se ha mencionado, especialmente en los últimos años, la posibilidad de una guerra civil. Quienes la nombran no miden sus palabras. No solo las condiciones históricas son diferentes, aunque pudiéramos hallar algunos puntos de contacto, sino que también es distinta la mentalidad de ambos pueblos.

La historia de Venezuela es una historia violenta, desde la conquista hasta nuestros días. Todo el siglo XIX fue un periodo conflictos armados de todas clases. Tal vez Venezuela ya ha cubierto su cuota kármica de guerras, tal vez por eso impera el deseo de paz. Hay una sabiduría popular que desea evitar a toda costa que esta llegue a ser la única solución para dirimir las diferencias. Por más que durante los últimos 18 años se haya sembrado el odio entre los venezolanos, una guerra nunca será la solución a los problemas, pues las contradicciones que la originaron siempre estarán presentes.

A pesar de que ocurrió hace 81 años, la Guerra Civil Española dejó cicatrices algunas de las cuales aún sangran hoy. Por ese y otros motivos, España tiene una responsabilidad histórica con Venezuela, para impedir que aquí ocurra lo mismo. España vivió el abandono de las democracias occidentales, que no hicieron los esfuerzos suficientes para evitar ese derramamiento de sangre. Por fortuna, hoy los venezolanos no están solos en la lucha contra la injusticia. Y si alguna lección tenemos que aprender de España no es la de la guerra, sino la de la transición hacia la democracia.

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