Al cuarto día de la primera lluvia del año en el estado Zulia, comienzan a florecer los Curarires en el Jardín Botánico de Maracaibo “Dr. Leandro Aristiguieta”.
Cada florecimiento (que ocurre anualmente) es un espectáculo visual: durante cuatro días, el terreno se viste y abriga de color amarillo.
Este año, el florecimiento ocurrió del domingo 24 de abril hasta el miércoles 27 de abril.
Visitas, sesiones de fotos, citas de picnic, colegios y diversas actividades llenaron cada rincón del Jardín Botánico en la llamada “primavera amarilla”.
Con su vivo color amarillo, el Curarire (Handroanthus serratifolius) suele ser confundido con el Araguaney (Handroanthus chrysanthus), el árbol nacional de Venezuela.
Es un “familiar cercano”, pero no se trata del mismo árbol.
El Curarire es un árbol natural de las zonas tropicales de Centroamérica y Suramérica.
Además del uso medicinal de sus flores, la madera de su tronco, también llamada Palo de Arco, es conocida por su extrema dureza y resistencia al fuego y las plagas.
Sin embargo, su florecimiento, con la primera lluvia del año, es su esperanza de vida. Si no florecen, pueden llegar a perecer.
Fundado en 1983, el Jardín Botánico de Maracaibo “Dr. Leandro Aristiguieta” alberga diversas especies de árboles y plantas a lo largo de toda su extensión.
Los cactus son los que más abundan, además de plantas trepadoras y exóticas. Al llegar, su Laguna de los Lotos adorna una majestuosa entrada a sus 120 hectáreas de terreno.
Lleva el nombre del Dr. Leandro Aristiguieta, quien fue uno de los científicos botánicos más importantes de Venezuela y lideró el proyecto del Jardín Botánico en 1976.
Si bien está ubicado en las afueras de la capital, con vía al Aeropuerto Internacional de la Chinita, en San Francisco, este sigue siendo conocido como “Jardín Botánico de Maracaibo”, pues fue fundado antes de la separación del municipio sureño en enero de 1995.
Su pico de visita ocurre precisamente en el florecimiento de los Curarires (finales de abril e inicios de mayo), pero es una fundación sin fines de lucro que mantiene sus puertas abiertas al público, enseñando el valor de la conservación de las especies en el estado Zulia.
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Al cuarto día de la primera lluvia del año en el estado Zulia, comienzan a florecer los Curarires en el Jardín Botánico de Maracaibo “Dr. Leandro Aristiguieta”.
Cada florecimiento (que ocurre anualmente) es un espectáculo visual: durante cuatro días, el terreno se viste y abriga de color amarillo.
Este año, el florecimiento ocurrió del domingo 24 de abril hasta el miércoles 27 de abril.
Visitas, sesiones de fotos, citas de picnic, colegios y diversas actividades llenaron cada rincón del Jardín Botánico en la llamada “primavera amarilla”.
Con su vivo color amarillo, el Curarire (Handroanthus serratifolius) suele ser confundido con el Araguaney (Handroanthus chrysanthus), el árbol nacional de Venezuela.
Es un “familiar cercano”, pero no se trata del mismo árbol.
El Curarire es un árbol natural de las zonas tropicales de Centroamérica y Suramérica.
Además del uso medicinal de sus flores, la madera de su tronco, también llamada Palo de Arco, es conocida por su extrema dureza y resistencia al fuego y las plagas.
Sin embargo, su florecimiento, con la primera lluvia del año, es su esperanza de vida. Si no florecen, pueden llegar a perecer.
Fundado en 1983, el Jardín Botánico de Maracaibo “Dr. Leandro Aristiguieta” alberga diversas especies de árboles y plantas a lo largo de toda su extensión.
Los cactus son los que más abundan, además de plantas trepadoras y exóticas. Al llegar, su Laguna de los Lotos adorna una majestuosa entrada a sus 120 hectáreas de terreno.
Lleva el nombre del Dr. Leandro Aristiguieta, quien fue uno de los científicos botánicos más importantes de Venezuela y lideró el proyecto del Jardín Botánico en 1976.
Si bien está ubicado en las afueras de la capital, con vía al Aeropuerto Internacional de la Chinita, en San Francisco, este sigue siendo conocido como “Jardín Botánico de Maracaibo”, pues fue fundado antes de la separación del municipio sureño en enero de 1995.
Su pico de visita ocurre precisamente en el florecimiento de los Curarires (finales de abril e inicios de mayo), pero es una fundación sin fines de lucro que mantiene sus puertas abiertas al público, enseñando el valor de la conservación de las especies en el estado Zulia.