La orden de cuarentena estricta y aislamiento de Maracaibo con el resto de los municipios comienza a pasar factura más allá de lo comercial y llega, entre otros, hasta los pacientes renales que viven en zozobra por no saber dónde podrán hacerse la próxima diálisis y que la unidad tenga material para el tratamiento.
Ramón Naranjo tiene 74 años y se dializa desde hace 10. En los últimos días ha tenido que “llorar y correr” al lado de su hija, quien lo acompaña, para poder llegar desde el barrio Bolívar hasta uno de los pocos centros de diálisis activos en el Guayabal a 12 kilómetros de distancia, también en el sur de Maracaibo.
Adriana Naranjo es la hija de Ramón, aparte de ser la única familia con la que cuenta este pensionado, es paciente cardiópata. Dice que últimamente la escasez de gasolina les ha imposibilitado encontrar por lo menos «una colita» que los lleve a la unidad. No tienen carro y tampoco los 200 mil bolívares en efectivo que “como mínimo” deben pagar en una camioneta , “además la condición de mi papá no lo permite” trasladarse en transporte público, afirmó.
«Si mi viejo falla a una diálisis, se me muere. Ya está muy deteriorado, son 10 años y lo que queremos es darle una calidad de vida en sus días con nosotros».
Claman por el apoyo a los más de 60 pacientes renales “fijos” que semanalmente tienen que hacerse el tratamiento hasta dos veces.
Al problema de la gasolina y la falta de transporte se suman las trabas para pasar de un municipio a otro sin «salvoconducto». Los primeros días de la cuarentena en el mes de marzo «dormimos en las afueras de la Zodi y nadie nos atendió, no podemos dejar solos a nuestros familiares, en un descuido se nos pueden ir (morir)”, contó Giovanni Soto, de 56 años y familiar de uno de los pacientes que pidió no identificar su nombre.
Las quejas por la falta de salvoconductos se repite entre los pacientes renales que lamentan no ser escuchados en sus planteamientos.
Unidades activas
El pasado 21 de mayo, dos de las unidades de diálisis más importantes de la región fueron cerradas: la del Hospital Militar Dr. Francisco Valbuena y la del Hospital General del Sur en Maracaibo tras la avería de las máquinas de hemodinamia, confirmaron trabajadores de ambos centros de salud.
La unidad del Hospital Universitario de Maracaibo (HUM) problemas por falta de personal, según el testimonio de uno de los pacientes. Afirma que el personal de enfermería y camilleros temen enfermarse de COVID-19; en el HUM en el piso 5 están internadas las personas contagiadas con la enfermedad.
“Mi esposa necesita tratamiento hoy; se siente ahogada. Estamos en el piso 4 y está de primera en la lista, pero no hay personal. Dicen que no vienen por el COVID-19 y otros porque no les han pagado”, dijo vía telefónica Enrique Martínez, esposo de una de las pacientes, este jueves 9 de julio.
También temen que alguno de los que están en el piso de pacientes renales pueda contagiarse por coronavirus. Hasta el momento, dijo, “ninguno ha sido confirmado”, pero aclaró que recientemente fueron ingresados cuatro renales con síntomas de COVID-19 que esperan por los resultados de la prueba molecular.
Las otras opciones para tratamiento de diálisis en Maracaibo son la unidad El Sol, Uniyalca y Juan Bautista que reúne varias salas, aparte de las unidades de las clínicas privadas de la entidad.
Una de las víctimas
El pasado 28 de enero Ingrid de Boscán ingresó al HUM y fue hospitalizada. Diabética tipo 1 desde los 10 años, llevó una vida normal hasta el 2019, cuenta su esposo, que comenzó a sentirse mal.
“Estaba reteniendo líquido, comenzaron a dializarla dos veces por semana, se rumoreaba que se estaba terminando el material en el hospital. Al tercer mes los doctores pidieron a los pacientes que no tomaran mucho líquido, pues ya no había material para hacerles el tratamiento, últimamente sólo enviaban material para pacientes fijos”, detalló.
Gabriel Boscán cuenta cómo tuvo que ver sufrir a su esposa, porque durante 10 días no se le hizo la diálisis.
“Estaba muy inflamada, convulsionó, las toxinas hicieron que el cuerpo fallara. Los médicos decían que había que dializarla pero no lo hacían”.
Finalmente la paciente falleció el 12 de mayo. Su esposo recuerda cómo el resto de los pacientes del piso 4 del HUM lloraron la muerte de Ingrid, pues compartió con ellos varios meses.
“Vi en ellos la cara de terror, creo que pensaron que serían los próximos. Queda la esperanza de que esos pacientes que quedaron internados allí no corran con la misma suerte que mi esposa”, concluyó.
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La orden de cuarentena estricta y aislamiento de Maracaibo con el resto de los municipios comienza a pasar factura más allá de lo comercial y llega, entre otros, hasta los pacientes renales que viven en zozobra por no saber dónde podrán hacerse la próxima diálisis y que la unidad tenga material para el tratamiento.
Ramón Naranjo tiene 74 años y se dializa desde hace 10. En los últimos días ha tenido que “llorar y correr” al lado de su hija, quien lo acompaña, para poder llegar desde el barrio Bolívar hasta uno de los pocos centros de diálisis activos en el Guayabal a 12 kilómetros de distancia, también en el sur de Maracaibo.
Adriana Naranjo es la hija de Ramón, aparte de ser la única familia con la que cuenta este pensionado, es paciente cardiópata. Dice que últimamente la escasez de gasolina les ha imposibilitado encontrar por lo menos «una colita» que los lleve a la unidad. No tienen carro y tampoco los 200 mil bolívares en efectivo que “como mínimo” deben pagar en una camioneta , “además la condición de mi papá no lo permite” trasladarse en transporte público, afirmó.
«Si mi viejo falla a una diálisis, se me muere. Ya está muy deteriorado, son 10 años y lo que queremos es darle una calidad de vida en sus días con nosotros».
Claman por el apoyo a los más de 60 pacientes renales “fijos” que semanalmente tienen que hacerse el tratamiento hasta dos veces.
Al problema de la gasolina y la falta de transporte se suman las trabas para pasar de un municipio a otro sin «salvoconducto». Los primeros días de la cuarentena en el mes de marzo «dormimos en las afueras de la Zodi y nadie nos atendió, no podemos dejar solos a nuestros familiares, en un descuido se nos pueden ir (morir)”, contó Giovanni Soto, de 56 años y familiar de uno de los pacientes que pidió no identificar su nombre.
Las quejas por la falta de salvoconductos se repite entre los pacientes renales que lamentan no ser escuchados en sus planteamientos.
Unidades activas
El pasado 21 de mayo, dos de las unidades de diálisis más importantes de la región fueron cerradas: la del Hospital Militar Dr. Francisco Valbuena y la del Hospital General del Sur en Maracaibo tras la avería de las máquinas de hemodinamia, confirmaron trabajadores de ambos centros de salud.
La unidad del Hospital Universitario de Maracaibo (HUM) problemas por falta de personal, según el testimonio de uno de los pacientes. Afirma que el personal de enfermería y camilleros temen enfermarse de COVID-19; en el HUM en el piso 5 están internadas las personas contagiadas con la enfermedad.
“Mi esposa necesita tratamiento hoy; se siente ahogada. Estamos en el piso 4 y está de primera en la lista, pero no hay personal. Dicen que no vienen por el COVID-19 y otros porque no les han pagado”, dijo vía telefónica Enrique Martínez, esposo de una de las pacientes, este jueves 9 de julio.
También temen que alguno de los que están en el piso de pacientes renales pueda contagiarse por coronavirus. Hasta el momento, dijo, “ninguno ha sido confirmado”, pero aclaró que recientemente fueron ingresados cuatro renales con síntomas de COVID-19 que esperan por los resultados de la prueba molecular.
Las otras opciones para tratamiento de diálisis en Maracaibo son la unidad El Sol, Uniyalca y Juan Bautista que reúne varias salas, aparte de las unidades de las clínicas privadas de la entidad.
Una de las víctimas
El pasado 28 de enero Ingrid de Boscán ingresó al HUM y fue hospitalizada. Diabética tipo 1 desde los 10 años, llevó una vida normal hasta el 2019, cuenta su esposo, que comenzó a sentirse mal.
“Estaba reteniendo líquido, comenzaron a dializarla dos veces por semana, se rumoreaba que se estaba terminando el material en el hospital. Al tercer mes los doctores pidieron a los pacientes que no tomaran mucho líquido, pues ya no había material para hacerles el tratamiento, últimamente sólo enviaban material para pacientes fijos”, detalló.
Gabriel Boscán cuenta cómo tuvo que ver sufrir a su esposa, porque durante 10 días no se le hizo la diálisis.
“Estaba muy inflamada, convulsionó, las toxinas hicieron que el cuerpo fallara. Los médicos decían que había que dializarla pero no lo hacían”.
Finalmente la paciente falleció el 12 de mayo. Su esposo recuerda cómo el resto de los pacientes del piso 4 del HUM lloraron la muerte de Ingrid, pues compartió con ellos varios meses.
“Vi en ellos la cara de terror, creo que pensaron que serían los próximos. Queda la esperanza de que esos pacientes que quedaron internados allí no corran con la misma suerte que mi esposa”, concluyó.