Jaimadys no convulsiona desde febrero, pero la angustia de su madre no cesa. Son pocos los anticonvulsivantes que le quedan en casa y tuvo que reducir a la mitad las dosis que recibe la niña de seis años, obligada por la escasez de medicamentos y los altos precios.
«A ella le toca tomar un comprimido en la mañana y otra en la noche, pero solo le estoy dando una para que el Clonazepam dure un poquito más», cuenta Lauri Mata, madre de Jaimadys.
Los precios del medicamento se quedan por fuera del presupuesto familiar y Lauri debe recurrir a fundaciones y ONG para poder garantizarle el tratamiento a su hija.
«Conseguir el anticonvulsivante es muy difícil. Hace tres semanas encontré en una farmacia de Caracas. Pregunté en cuánto estaba y me dijeron que en 60 mil bolívares. Yo no puedo pagar eso», lamenta Mata.
Los altos costos de los medicamentos no son los únicos que ponen a los pacientes contra la pared. También la severa escasez del fármaco en las farmacias venezolanas.
Según un monitoreo realizado por la Asociación Civil Convite durante la primera quincena de mayo en farmacias de ocho ciudades del país, la escasez de antiepilépticos alcanzó el 85,2%.
«De cada 10 farmacias, en casi nueve no se encontró ningún medicamento de este tipo», explicó a Efecto Cocuyo Luis Francisco Cabezas, director general de Convite. «Para levantar esta data se visitaron entre 25 y 30 farmacias por ciudad», detalló.
«La situación es alarmante, triste y deprimente», asegura la doctora Luisa Elena del Moral, expresidente de la Sociedad Venezolana de Neurología. Apuntó que a sus consultas también llegan pacientes que han reducido sus dosis de anticonvulsivantes para poder «rendir» el tratamiento.
No obstante, la médico neurólogo insiste que esto representa un severo riesgo para el paciente, pues se requieren unos niveles útiles del medicamento en la sangre para prevenir las convulsiones (descargas eléctricas cerebrales).
La doctora advirtió que a sus consultas han llegado pacientes con mayor cantidad de crisis convulsivas y estados epilépticos debido a la falta de medicación apropiada. Apuntó que estos cuadros pueden ser mortales, pues las personas pueden sufrir paros respiratorios o caídas que causen fracturas, contusiones o heridas cortantes.
«Esto se está viendo a diario en la consulta. Incluso ha habido un aumento en la cantidad de pacientes que sufren accidentes cardiovasculares (ACV). Ves pacientes jóvenes, de 40 años, con un ACV. Estos están teniendo una muy pobre calidad de vida», subraya.
Los altos precios también afectan directamente a los pacientes que del Moral atiende en el estado Zulia, donde las escasez de antiepilépticos asciende a 89,7% según el reporte de Convite.
Del Moral afirma que la situación es tan crítica que incluso algunos de los pacientes están en casa por el temor a salir y sufrir una convulsión en la calle.
«Está el caso de un joven estudiante de 19 años con epilepsia y que estuvo perfectamente controlado hasta el mes pasado. No tiene alternativa farmacológica ni económica y ya no quiere salir, no puede llevar una vida normal, porque tiene miedo de convulsionar un día en la calle cuando esté solo», cuenta del Moral.
«Un paciente que no recibe anticonvulsivantes está prácticamente condenado a seguir convulsionando y deteriorándose», lamenta.
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Jaimadys no convulsiona desde febrero, pero la angustia de su madre no cesa. Son pocos los anticonvulsivantes que le quedan en casa y tuvo que reducir a la mitad las dosis que recibe la niña de seis años, obligada por la escasez de medicamentos y los altos precios.
«A ella le toca tomar un comprimido en la mañana y otra en la noche, pero solo le estoy dando una para que el Clonazepam dure un poquito más», cuenta Lauri Mata, madre de Jaimadys.
Los precios del medicamento se quedan por fuera del presupuesto familiar y Lauri debe recurrir a fundaciones y ONG para poder garantizarle el tratamiento a su hija.
«Conseguir el anticonvulsivante es muy difícil. Hace tres semanas encontré en una farmacia de Caracas. Pregunté en cuánto estaba y me dijeron que en 60 mil bolívares. Yo no puedo pagar eso», lamenta Mata.
Los altos costos de los medicamentos no son los únicos que ponen a los pacientes contra la pared. También la severa escasez del fármaco en las farmacias venezolanas.
Según un monitoreo realizado por la Asociación Civil Convite durante la primera quincena de mayo en farmacias de ocho ciudades del país, la escasez de antiepilépticos alcanzó el 85,2%.
«De cada 10 farmacias, en casi nueve no se encontró ningún medicamento de este tipo», explicó a Efecto Cocuyo Luis Francisco Cabezas, director general de Convite. «Para levantar esta data se visitaron entre 25 y 30 farmacias por ciudad», detalló.
«La situación es alarmante, triste y deprimente», asegura la doctora Luisa Elena del Moral, expresidente de la Sociedad Venezolana de Neurología. Apuntó que a sus consultas también llegan pacientes que han reducido sus dosis de anticonvulsivantes para poder «rendir» el tratamiento.
No obstante, la médico neurólogo insiste que esto representa un severo riesgo para el paciente, pues se requieren unos niveles útiles del medicamento en la sangre para prevenir las convulsiones (descargas eléctricas cerebrales).
La doctora advirtió que a sus consultas han llegado pacientes con mayor cantidad de crisis convulsivas y estados epilépticos debido a la falta de medicación apropiada. Apuntó que estos cuadros pueden ser mortales, pues las personas pueden sufrir paros respiratorios o caídas que causen fracturas, contusiones o heridas cortantes.
«Esto se está viendo a diario en la consulta. Incluso ha habido un aumento en la cantidad de pacientes que sufren accidentes cardiovasculares (ACV). Ves pacientes jóvenes, de 40 años, con un ACV. Estos están teniendo una muy pobre calidad de vida», subraya.
Los altos precios también afectan directamente a los pacientes que del Moral atiende en el estado Zulia, donde las escasez de antiepilépticos asciende a 89,7% según el reporte de Convite.
Del Moral afirma que la situación es tan crítica que incluso algunos de los pacientes están en casa por el temor a salir y sufrir una convulsión en la calle.
«Está el caso de un joven estudiante de 19 años con epilepsia y que estuvo perfectamente controlado hasta el mes pasado. No tiene alternativa farmacológica ni económica y ya no quiere salir, no puede llevar una vida normal, porque tiene miedo de convulsionar un día en la calle cuando esté solo», cuenta del Moral.
«Un paciente que no recibe anticonvulsivantes está prácticamente condenado a seguir convulsionando y deteriorándose», lamenta.
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