11:50 am. Otras bombas lacrimógenas caían cerca de los pies de un pequeño grupo de manifestantes en la avenida Victoria este sábado 30 de marzo. El arma de represión del funcionario aún humeaba en la boquilla del cañón, mientras se acercaba a trote a la protesta. Arrancaron a correr. A resguardarse.
“Nosotros no estamos cometiendo ningún delito. ¡Protestar no es un delito!”, gritó Oraima Guillén, mientras emprendía en carrera huyendo de la sofocante nube de humo que invadió el lugar.
Era un grupo de alrededor de 20 personas en una esquina que protestaba por las más de 190 horas a oscuras que ha vivido Caracas en marzo, por los más de 10 días sin servicio de agua y por un gobierno de transición.
Nuevamente los funcionarios de la Policía Nacional Bolivariana (PNB) se retiraban. Quedaban unas pequeñas nubes de gas de las bombas en el piso. Algunos manifestantes se refugiaron entre los edificios. Asomaban los carteles de protesta entre rejas. Otros se mantenían en la calle respondiendo a gritos la agresión.
“¡Protestar no es un delito!”, gritaba de nuevo Guillén, ahora acompañada de más personas en una sola voz. Se llevaba un pañuelo húmedo a la cara para contrarrestar los efectos del gas lacrimógeno.
Desde alrededor de las 10:30 am comenzó la represión. Las bombas venían de cuando en cuando. Los policías iban y venían en pequeños trotes, apuntando de frente y disparando sin mediar palabras.
“No solo son las bombas. También nos echaron gas pimienta y nos disparan perdigones con trozos de vidrio. Ya está bueno de represalias, queremos que se vaya Maduro”, comentaba Guillén enfurecida.

Junto a Guillén corrió José Rodríguez, también vecino de este sector, en la parroquia San Pedro, al oeste de Caracas. Entre comentarios ahogados por el gas, reafirmaba que protestaban pacíficamente.
“Falta agua, falta luz, faltan medicinas; el pueblo tiene necesidades. Es una protesta pacifica, no estamos agrediendo a nadie”, manifestaba Rodríguez. Tosía mientras se llevaba un pañuelo a la cara. Se colocaba nuevamente sus lentes.
“La respuesta es agresiva. Sin hacer nosotros absolutamente nada. Es una protesta pacífica”, continuaba Rodríguez. Y la respuesta fue agresiva nuevamente. Lanzaron otra bomba. Rociaban de gas a los los manifestantes que se concentraban con modestos carteles y consignas.
Autopista trancada
12:40 pm. Este 30 de marzo manifestantes trancaron la autopista Francisco Fajardo a altura de Las Mercedes por al menos una hora. Quienes al principio se concentraban bajo la avenida Río de Janeiro se sumaron a protestar en la autopista por las mismas carencias: falta de servicios públicos, en apoyo al llamado que hizo el presidente (e) Juan Guaidó.
“No hay luz, no hay agua y no hay medicinas. Tengo tres hijos fuera del país. Jóvenes con ganas de seguir para adelante en este país en el que no se puede”, manifestó Margaret Dávila, vecina de Catia, desde la autopista Francisco Fajardo.
En ambos sentidos fue trancada la principal arteria vial de Caracas. La PNB se acercó al lugar, medió con los manifestantes y permitió que la protesta se desarrollara en tranquilidad. Los enfurecidos protestantes se mantenían gritando consignas y deteniendo a los carros.
“Nos están acostumbrando. Nos quitan la luz y prenden la vela; nos quitan el agua y que sacan el perol; nos quitan los reales y hay que hacer cola. Estoy cansada”, expresó Dávila.

Mientras se desarrollaba la manifestación, Lis Guerrero se arrojó a llorar al piso, mientra sujetaba una bandera con el tricolor nacional en sus manos. Rompió en llanto por las penurias que atraviesa.
“Estoy cansada. Y lo menos que tengo es miedo. Estoy cansada porque no nos merecemos esto. No es sólo el agua y la luz es todo lo que ocurre en el país”, comentaba Guerrero, mientras aún yacía en el suelo.
Guerrero regresó a Venezuela en febrero de este año luego de estar tres años fuera del país. Aseguró que la motivó luchar por el restablecimiento de la democracia en el país y participar directamente en las protestas.
“Venezuela está peor. Ha empeorado todo. No hay luz. No hay efectivo. No hay comida. Decidí regresar porque el cambio lo tenemos que hacer nosotros. No podemos esperar a que vengas otros”, reafirmó, mientras aún se secaba las lágrimas.

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Fotos: Mairet Chourio