Un día después de que murió Armando Cañizales, integrante de la Orquesta Sinfónica de Venezuela, núcleo Baruta, Gustavo Dudamel, director la Orquesta Sinfónica Simón Bolívar y reconocido mundialmente se pronunció: “Levanto mi voz en contra de la violencia y la represión. Nada puede justificar el derramamiento de sangre“.

Estas palabras obedecen al contexto en el que falleció Armando, uno de los jóvenes que se encontraba en una protesta en la autopista Francisco Fajardo a la altura de Las Mercedes. Él fue alcanzado por una munición de una rolinera, la cual lo hirió en el cuello y le perforó la arteria. Como él, otras 38 personas han muerto en distintas circunstancias durante estas manifestaciones.

El también director de Orquesta Filarmónica de Los Ángeles habló de la democracia y del respeto que se requiere para sostenerla. Criticó la actuación del Gobierno, que a su parecer no escucha la voz de la mayoría.

Aquí la copia del comunicado emitido por Dudamel:

Mi vida entera la he dedicado a la música y al arte como forma de transformar las sociedades. Levanto mi voz en contra de la violencia y la represión. Nada puede justificar el derramamiento de sangre. Ya basta de desatender el justo clamor de un pueblo sofocado por una intolerable crisis. Históricamente el pueblo venezolano ha sido un pueblo luchador pero jamás violento.

Para que la democracia sea sana debe haber respeto y entendimiento verdadero. La democracia no puede estar construida a la medida de un gobierno particular porque dejaría de ser democracia. El ejercicio democrático implica escuchar la voz de la mayoría, como baluarte último de la verdad social. Ninguna ideología puede ir más allá del bien común. La política se debe hacer desde la consciencia y en el más absoluto respeto a la constitucionalidad, adaptándose a una sociedad joven que, como la venezolana, tiene el derecho a reinventarse y rehacerse en el sano e inobjetable contrapeso democrático.

Los venezolanos están desesperados por su derecho inalienable al bienestar y a la satisfacción de sus más básicas necesidades. Las únicas armas que se le puede entregar a un pueblo son las herramientas para forjar su porvenir: instrumentos musicales, pinceles, libros; en fin, los más altos valores del espíritu humano: el bien, la verdad y la belleza.

Hago un llamado urgente al Presidente de la República y al gobierno nacional a que se rectifique y escuche la voz del pueblo venezolano. Los tiempos no pueden estar marcados por la sangre de nuestra gente. Debemos a nuestros jóvenes un mundo esperanzador, un país en el que se pueda caminar libremente en el disentimiento, en el respeto, en la tolerancia, en el diálogo y en el que los sueños tengan cabida para construir la Venezuela que todos anhelamos.

Es el momento de escuchar a la gente: Ya basta.

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